El JARDIN MARCHITO Y LOS SERES MAGICOS MUERTOS
Donde el silencio florece
El clima ha cambiado, No es que haga más frío o más calor. Es otra cosa.
Algo que lía no puede explicar, pero que se siente en la piel.
En la escuela, no destacaba, no molestaba y casi nadie la notaba.
Pero en los últimos días, algunas cosas raras comenzaron a pasar.
Un lápiz que desapareció justo antes de un dictado, y que apareció más tarde, hundido entre las páginas de un libro cerrado.
Una hoja de cuaderno que tenía garabateado algo en una letra que no era suya.
Un dibujo suyo hecho sin pensar que parecía moverse apenas la miraba de reojo.
Y cuando intentaba explicarlo, algo en su garganta se cerraba, comí si una parte de ella supiera que debía guardar silenció.
Maestra
¿Que paso lía? Tu cuaderno esta en blanco, no apuntaste nada de lo que dicte.. -lo dice con una voz calmada mientras vee el cuaderno de lia-
Lia
Yo...lo siento maestra -cabiz baja-
Una tarde, mientras regresaba caminando por un sendero de tierra que bordeada el jardín exterior de la escuela, algo entre los arbustos se movió.
No era un gato ni un pájaro.
Era más pequeño que un perro, más rápido que un niño.
Una sombra ligera, con un brillo leve en su interior, como si tuviera una luciérnaga encerrado en el pecho.
Lia
¿Hola? -Dijo casi sin voz-
Pero la sombra ya había desaparecido.
Siguió su camino con el corazón latiendole fuerte.
Y desde ese entonces, cada vez que pasaba por ese sendero, miraba entre los arbustos, esperando sin querer.
Esa misma semana, en la mañana encontró debajo de su almohada una piedra lisa, pequeña, color gris verdoso.
No estaba allí antes, Nadie más dormía en su cuarto, Nadie se lo había dicho.
Lo guardo en el bolsillo de su falda y no se lo contó a nadie.
Algo en el aire había cambiado, no entendía que era y aunque no podía explicarlo, una parte muy profunda dentro de ella.... empezaba a no tener miedo.
Esa misma noche, mientras Lia recogía los platos de la cena *Una sopa aguada que apenas probo*, su padre seguía en silencio, sentado en la mesa con la mirada clavada en el vaso medio vacío, las arrugas en su frente parecían más profundas y su sombra era más larga que su cuerpo.
Lía, con voz baja rompió el silencio.
Lia
Papá... ¿alguna vez soñaste con árboles que te hablan?
Él levantó la cabeza, como si la pregunta la hubiera arrastrado desde muy lejos.
Papa de lia
¿Qué clase de pregunta es esa?
Lia
A veces tengo sensaciones extrañas, como si algo dentro de mí intentara comunicarme algo que no logro comprender.
El hombre bufo, entre cansado y molesto tomó el vaso medio vacío, la giro lentamente entre los dedos.
Papa de lia
¿Tú también vas a empezar con eso?
Papa de lia
Con lo de tu madre y abuela, con sus cosas de bosques y duendes -dijo y luego se quedó en silencio-
Papa de lia
Tu madre creía en esas cosas por qué tu abuela le metía ideas en la cabeza, le hablaba de un duende mágico que existe en el bosque, hablaban de seres mágicos decía escuchar risas y voces, yo nunca creí en lo que decían porque todo es mentira.
Fue entonces que su padre golpeo la mesa con la palma abierta. El sonido seco hizo que los cubiertos vibraran.
Papa de lia
¡SI, LIA! ¡ESTA MAL!, ¡TU NO VAS HACER COMO ELLAS!,¡NO QUIERO MAS LOCURAS EN ESTA CASA!
Él se apartó dándole la espalda.
Lía no respondió, sintió el nudo en la garganta, pero no lloró.
solo bajo la cabeza y apretó los puños.
Y mientras se alejaba hacia su cuarto.
Lía subió las escaleras despacio, sin hacer ruido, cada peldaño crujía bajo sus pies pequeños.
Al llegar a su cuarto, cerró la puerta con suavidad como si el silencio fuera una barrera que pudiera protegerla. Se apoyó contra la madera y respiro hondo sintiendo como le temblaban las manos.
La habitación estaba casi a oscuras, iluminada solo por la luz de la luna.
Se dejó caer en la cama y abrazo su almohada con fuerza.no lloro, ya no lloraba fácilmente en lugar de lágrimas algo más se movía dentro de ella.
una mezcla de preguntas sin respuestas de recuerdos de su madre en el jardín, de la mandragora rota, de sombras entre la tierra.
Entonces, sintió algo duro dentro del bolsillo de su falda. lo había olvidado por completo.
Metió la mano y sacó la piedra: lisa, gris verdosa, con vetas casi invisibles que ahora, en la penumbra de su habitación, parecían emitir un leve resplandor. La sostuvo en la palma, sin entender por qué brillaba… pero tampoco sintiendo miedo.
Era como si siempre hubiera estado con ella.
Como si alguien… se la hubiera devuelto.
Y en el fondo de ese silencio…
algo parecía estar esperándola.
Algo que, sin saberlo, ya había empezado a despertarse.
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