El JARDIN MARCHITO Y LOS SERES MAGICOS MUERTOS
La Raíz que sangra
Desde lo profundo del bosque, entre raíces antiguo y flores dormido, comenzaron a surgir luces. Eran pequeños temblorosos al principio. Algunos tenían formas de mariposas translúcidas, otros eran esferas diminutas. No hacían ruido, pero se entendían sin palabras.
Eran las primeras en siglos en cruzar el umbral hacia el mundo de los humanos.
Uno a uno, entraron por las grietas de la cabaña y flotaron hasta la cuna improvisada.
Allí estaba ella, envuelta en una manta tejida con amor con los ojos cerrados.
Los seres de luz giraron a su alrededor. La tocaron sin tocarla, le ofrecieron sin que ella pudiera entender, algunos lloraron y otros brillaron tan fuerte que dejaron marcas de fuego en el aire. Y uno por uno comenzó a desvanecerse y entonces, el silencio regreso.
Lia tenía 5 años y el mundo todavía era un lugar que podía tocar con las manos.
Jugaba descalza en el jardín, donde el viento olía a tierra húmeda y hojas dulces.
Había un rincón él en jardín donde el sol llegaba más suave, como si acariciara en vez de calentar. Allí entre piedras y raíces antiguas vivía la mandrágora.
Su flor no era como las demás. Tenía pétalos violetas que se abrían solo cuando lía reía, y sus hojas parecían moverse suavemente, como respirando.
La niña se inclinó sobre ella y Susurro:
Lia
Buenos días, florecita. ¿Dormiste bien?
Y la flor pareció inclinarse hacia ella, como respondiendo.
Lía le acarició las hojas, tarareando una canción que nadie le había enseñado, una melodía antigua que a veces sonaba dentro de su cabeza.
Pero entonces...La voz de su padre caminaba hacia ella con el ceño fruncido con pasos torpes
Papa de lia
¡Te dije que no toques esa maldita planta! ¡Siempre jugando con porquerías raras! ¡Estás igual que tu abuela loca!
Lia
Papá...es solo mi planta...
Papa de lia
¡Esa porquería no sirve para nada! - Gruñó, acercándose a zancadas-
Y antes de que la niña pudiera protegerla, el hombre hundió las manos en la tierra y arrancó la mandrágora de raíz.
Un susurro escapó del suelo.
Un crujido.
Un lamento ahogado que solo el jardín escuchó.
Dentro de la casa la madre de lia cayó al suelo como si algo lo hubiese atravesado por dentro.
Solo dio un grito y se desvaneció
Lia corrió hacia su madre, pero algo se había ido.
como si el viento se la hubiese llevado con la última flor
El viento, que hasta hace un momento jugaba entre las hojas, se detuvo.
Hasta los pájaros parecían contener el canto.
Y en medio de todo, Lía, con su vestido sucio de tierra, temblaba al lado del cuerpo inmóvil de su madre.
Lia
Mamá...-susurro, tocando su rostro aún tibio-
Lia
¿Papa que paso? -dijo en voz baja, mirando a su padre-
El hombre no respondió. Solo se quedó de pie, jadeando, como si el peso de lo ocurrido acabara de caerle sobre los hombros.
Soltó la planta marchita, que cayó al suelo con un sonido seco, como si se partiera un pedazo de noche.
Papa de lia
Yo...No fue... -balbuceo, pero no termino la frase.
Se alejó, tambaleándose hacia la casa, mientras Lía se quedó abrazada al cuerpo sin vida de su madre
en el jardín que ya no volvería a florecer igual
Esa noche, la abuela llegó.
La llamaron con urgencia desde el pueblo.
Y al entrar, vio a su hija tendida, al padre en silencio con la mirada perdida y a Lía sentada en el suelo, con la mirada vacía y con los ojos sollozos.
Abuela de lia
No estas sola, mi amor -Le susurro con la voz quebrada-. No estas sola.
Pero en el fondo, ambas sabían que algo se había perdido.
Esa flor que protegía el vínculo.. ya no estaba
Y lia con solo cinco años comenzaba a entender lo que era el dolor.
Comments