Cumpleaños

Erick entendió lo que su madre quiso decir, se puso a meditar un poco y lo que le hizo tomar la decisión de romper su carta y tirar a la basura los pedazos. Se fue a dormir con la intriga de que si confiesa muy pronto sus sentimientos ella podría ofenderse y quitarle la palabra, eso sería una reverenda estupidez, por lo que consideró sensatas las palabras de su madre.

Con eso en mente, poco a poco Erick dejó que el tiempo diga cuando sería el momento apropiado para confesar sus sentimientos, siempre y cuando siga sintiendo lo mismo. De lo que no puede evitar es soñar con ella, todas las noches inicia sus sueños con ella.

Pero en casa de los Fontainebleau, ellos están de fiesta. Hoy es el cumpleaños de Laurence, sus hermanos están decorando la torta, su mamá prepara el desayuno, papá organiza por teléfono los últimos detalles del arreglo para el almuerzo.

Papá había conversado con sus colegas y aceptaron enviar a sus hijos a la fiesta para conocer a la hija del ministro, incluyendo el hijo del presidente de la república, quien oyó a su padre decir que el ministerio Charles Fontainebleau organiza una fiesta para presentar a su hija a la sociedad como nueva adulta. Al joven veinteañero no le pareció interesante, no es más que una simple mujercita más, pero al oír que es de bella apariencia, piensa buscarla por las redes sociales, convencido y confirmado todos los comentarios pidió y hasta suplicó a su padre que lo deje ir para conocer a la tan bien hablada hija del ministro de economía. Por lo tanto, el hijo del presidente es un invitado de última instancia y eso implica hacer arreglos de último momento.

Los hermanos de Laurence terminaron con la torta, ellos la llevarán para compartir con los chicos de la universidad en la hora de refrigerio. Papá como siempre va a despertar su princesa.

- ¿Está la princesa despierta? – toca la puerta.

- Papá ya no soy princesa. Ya crecí. – se aguanta las ganas de renegar.

- Mientras viva serás mi princesa. – puntualiza con seriedad.

- Ok, está bien. - respondió de mala gana.

- El desayuno está listo. - le avisa de todos modos.

- Piojosa se enfría la comida. – gritó uno de los hermanos.

- ¿Cómo me dijiste, garrapata? - ella le devuelve el rito desde el interior de la habitación.

Laurence salió hecha furia de la habitación, bajó a la sala para encarar a Julien, su otro hermano.

- Pero que linda eres cuando te enojas. – Hugo se burla.

- Respeta a tu hermana. – mamá corrige con dureza y señalando el cucharón.

- Es que, mamá, ella me dijo garrapata. – Se quejó Julien.

- ¿Y tú que le dijiste?

- Piojosa, porque cuando se levanta, baja directo a comer, y mírala - la señala - está recontra greñuda como una piojosa.

- Al estudio, tenemos que hablar. – a papá no se le ve muy contento.

- Los bebés están mimados por los abuelos. – Marianne lamenta lo sucedido.

Los chicos fueron a trabajar, pero para la hora del almuerzo pidieron su tarde libre para poder llevar la torta de la piojosa.

En la universidad, todos los chicos del salón fueron reunidos en el comedor para partir la torta.

- ¿Es tu cumpleaños? -  preguntó una.

- ¿Por qué no dijiste nada? – preguntó uno.

- ¡Qué vergüenza, no te hemos traído ningún regalo! – se avergonzó una.

- No tengo nada para regalarte. – estaba apenado Erick por estar con las manos vacías.

- Arriba el ánimo, chicos – Laurence anima a sus amigos – Es mi cumpleaños y quiero ser yo la quien comparte. Mis hermanos han preparado este pastel para la ocasión. Ustedes son como un regalo para mí.

Ella conmueve con su comentario, hasta Erick se quedó impresionado. Ella ofrece torta por su día, sin recibir nada a cambio, ellos le dan su abrazo y sinceros deseos. Laurence está contenta de ver sonreír a sus amigos, en especial a Erick, siendo extranjero también fue incluido en el compartir.

Laurence misma parte la torta y sirve los platos con la ayuda de sus hermanos, se tomaron fotos y todos quedó allí, fueron treinta minutos, bien pasados. Todos se despidieron, Laurence debe cambiarse para ir al restaurante que papá reservó. A las dos de tarde los invitados llegan, Marianne los recibe en compañía de sus hijos y de los abuelos (maternos)

La presencia de la cumpleañera llega en brazos de papá a las dos y cuarto, ella vestía elegante, se maquilló los ojos y usó brillo en los labios, papá presenta la nueva adulta y ella saluda a los presentes, aunque siguen llegando, a las dos y media inicia el almuerzo, tal y como fue planificado.

Los ojos del hijo del presidente estaban fijos sobre Laurence, era muy notorio, los otros jóvenes que se sentían atraídos tuvieron que dejar de mirarla, la presencia del hijo del presidente era un gran peso contra los hijos de los ministros.

-Señor presidente – se dirige Laurence al hijo del presidente – ¿Sucede algo?

- No, nada. No me pasa nada. – le sonríe.

- ¿No le gusta la comida? Por favor, coma que se enfría.

A Charles no le gusta para nada como el joven mira a su hija se está alterando, pero para eso está Marianne, ella sabe calmar la bestia hasta con disimulo. Hugo y Julien se han dado cuenta como mamá se la ingenia para que papá esté calmo y ellos se ríen tapándose la boca con discreción, pues había mujeres también entre los invitados. A los abuelos les valió un rábano, ellos estaban felices de comer y beber.

Al rato de almorzar y hacer vida social, vino el baile. Todos querían bailar con Laurence, todos los chicos tuvieron su turno, los hermanos de Laurence parecían guardaespaldas, tenían mala cara no por odiar el trabajo de vigilar a los invitados, son los celos, la hermanita está pasando de mano en mano. Cuando llegó el turno de bailar con el hijo del presidente, los hermanos y el padre se ponen a la defensiva, y no es para menos, pues el joven toma a la cumpleañera como si fuera su enamorada, la come con los ojos, pone su sonrisa jodidamente seductora

- Eres bella como un ángel. – le susurra al oído.

- Puedo ser bella físicamente, pero por dentro soy la reencarnación de Lucifer. – le advierte con dulzura.

- Eso es mentira, me gustas. – se lanzó de golpe.

- Esa clase de personas que dicen eso, así de rápido, son emocionalmente inestables. – le aclara.

- Es tu culpa, Laurence. Si no fueras tan bella, no te hubiera dicho nada, hasta ni hubiese venido. – le confiesa.

- Haga terapia de control emocional, si quiere volverme a ver. – Laurence quiere poner fin a la, conversación.

- Creo que el diablo que tienes dentro se está dejando ver, eso me gusta. – Quiere continuar.

 - ¿De verdad quiere conocer el infierno? Hagámoslo. – le propone.

- Por ahora no querida, estamos en tu fiesta. Es mejor disfrutar de los buenos momentos. - arrepintió con tiempo.

Ambos terminaron de bailar la pieza y se despidieron. Laurence fue de inmediato a buscar a su hermano Hugo, el mayor y le susurra por un tiempo algo, éste se presta a toda su atención, y al igual que su padre, por su hermana es capaz de todo.

- ¿Qué tanto hablas con tu hermano? ¿Por qué no hablas conmigo, que soy tu padre? – Charles quiere saber que traman sus hijos, los conoce muy bien.

- Papá, mientras estás de ministro no podrás. – le recuerda la hija.

- Pero yo soy tu padre ¿No confías en mí? – eso le duele un poco.

- Tu reputación puede caer al suelo, y eso no es bueno papá, para eso están Hugo y Julien.

- ¡Ay! Mis demonios. – se lamenta Charles.

Sus hijos han heredado su carácter, por más que haya intentado hacer cambiar en sus hijos esa fea personalidad, más se han aferrado ello.

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