El viernes por la mañana, Esteban entró a la oficina como si nada lo perturbara. Su paso firme, el saco azul marino impecable, el reloj dorado que reflejaba la luz de los ventanales. Pero por dentro, estaba lleno de ansiedad.
El comunicado oficial había traído consecuencias. Algunas esperadas, otras no tanto.
La directiva lo había apoyado públicamente, pero en privado, algunos accionistas lo habían contactado con preocupación. No por Jazmín, sino por “la imagen institucional”. Y lo que más lo alteraba, lo que llevaba días aplazando, era la inevitable conversación con su madre, Elena Rodríguez de Ezcurra, una mujer criada entre porcelana francesa y estrictas normas de la alta sociedad.
Ella no sabía nada… hasta esa mañana.
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Esteban estaba revisando informes cuando sonó el teléfono privado de su oficina. Solo unas pocas personas lo usaban.
Era ella.
—Hola, mamá —respondió, intentando sonar casual.
—No me saludes como si nada. ¿Es cierto lo que acabo de leer? ¿Vos y una secretaria? ¿Eso es lo que querés para tu vida?
El tono de Elena era seco como una hoja de otoño, implacable. Esteban se reclinó en su silla, respirando hondo.
—Sí, mamá. Estoy saliendo con Jazmín. Y la amo.
Un silencio asesino del otro lado.
—No lo puedo creer. ¡Con la cantidad de mujeres que podrías tener! Doctoras, embajadoras, hijas de empresarios…
—¿Y por qué no ella? Es buena, inteligente, trabajadora.
—¡Es una secretaria, Esteban! ¡No tiene apellido, no tiene historia!
—Tiene más dignidad que muchas personas con historia.
El golpe fue directo. Elena contuvo el aliento, ofendida.
—No podés convertir esta empresa en una novela de barrio. No después de todo lo que hicimos para construir este apellido. Pensá en tu padre, en tus hermanos. Estás arrastrando el nombre de la familia.
Esteban apretó los puños.
—Lo único que arrastraría ese nombre sería si yo dejo de ser quien soy por miedo a lo que los demás piensen. Amo a Jazmín, y si eso es un problema para la familia, entonces revisá tus valores.
Colgó. Por primera vez en su vida, le cortó el teléfono a su madre.
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Mientras tanto, Jazmín intentaba reconectarse con su rutina. Aunque trabajaba desde casa, su mente no dejaba de divagar. Estaba agradecida por el respaldo de Esteban, por su valentía, pero también sabía que todo aquello tendría un precio.
Su celular vibró con un mensaje de voz de una persona que no esperaba: su papá.
—Hola hija… Escuché en la radio algo sobre vos y el jefe ese… No sé si será cierto, pero si necesitás algo, sabés que acá estamos. Tu mamá también se preocupa, aunque no lo diga. Te queremos, Jazmín. No dejes que nadie te haga sentir menos.
Las lágrimas le brotaron solas. Había crecido con la sensación de no pertenecer a ningún lugar. De tener que esforzarse el doble para demostrar su valor. Y ahora, recibir ese apoyo de su familia la desarmaba.
Decidió contestar:
—Gracias, papá. Estoy bien… Estoy luchando, pero por algo que vale la pena.
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Esa noche, Esteban pasó a buscarla. Caminaban por Recoleta, lejos del bullicio, cuando él la tomó de la mano.
—Tengo que contarte algo. Hablé con mi madre hoy.
—¿Y?
—Fue como una tormenta de hielo. Me dijo que estoy arrastrando el apellido.
Jazmín se detuvo.
—Esteban… yo no quiero que tu familia te odie por mi culpa. Yo no quiero que pierdas lo que construiste.
Él le acarició la mejilla con ternura.
—No estoy perdiendo nada. Estoy eligiendo. Y no voy a elegir una vida vacía para quedar bien con gente que mide el valor de los demás por el tamaño de su cuenta bancaria.
Ella bajó la mirada. Estaba acostumbrada a luchar, pero no a que lucharan por ella.
—Es difícil… Sentir que no encajo. Que todos me miran como si no perteneciera a tu mundo.
—¿Y quién decide cuál es “mi mundo”? —le dijo, alzándole el rostro suavemente—. Mi mundo sos vos. Lo demás es decorado.
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El sábado, Esteban fue invitado a una cena formal organizada por su madre. Su intención era clara: rodearlo de influencias y “recordarle su lugar”. Jazmín no fue invitada. Ni siquiera mencionada.
Pero él decidió asistir de todos modos… solo para decir algo que cambiaría todo.
—Querida familia —dijo, alzando su copa de vino—. Quiero anunciarles que estoy en pareja. Se llama Jazmín. Es secretaria en la empresa, sí. Pero también es la mujer más íntegra que conocí en mi vida.
Los murmullos comenzaron. Algunos lo miraban con incomodidad. Otros, con reproche.
Elena apretaba la servilleta como si fuera a desgarrarla.
—Y si eso molesta a alguien aquí, entonces quizás el problema no sea Jazmín, sino las ideas rancias que seguimos sosteniendo.
Se levantó de la mesa y se fue. Así, sin más.
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Al día siguiente, el diario económico más leído del país publicó una nota de opinión titulada: “Cuando el corazón desafía al linaje: el CEO que rompió moldes.”
En el artículo, se relataba la relación entre Esteban y Jazmín, con una mirada inesperadamente empática. El periodista destacaba la honestidad del CEO, la valentía de hablar de amor en un mundo donde todo se mide por poder y conveniencia.
Eso cambió la conversación pública.
Donde antes había burla, ahora empezaba a haber admiración.
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Esa tarde, Esteban apareció en la casa de Jazmín con un ramo de flores silvestres y una caja.
—¿Qué es esto? —preguntó ella, desconcertada.
—Una nueva etapa. Abrí.
Dentro había un juego de llaves.
—Quiero que te mudes conmigo. No porque tenga que protegerte, sino porque quiero compartir todo con vos. Mis días, mis batallas, mis mañanas con café. Todo.
Jazmín se quedó sin palabras. Solo atinó a abrazarlo, con fuerza, con miedo, con amor.
—Sí —susurró, con los ojos húmedos—. Sí, quiero.
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La tormenta parecía haber pasado, pero el cielo aún tenía nubes.
Porque amar en libertad, cuando el mundo insiste en encasillarte, es una batalla diaria. Pero también es la más hermosa de todas.
Y Esteban y Jazmín, cada vez más unidos, estaban dispuestos a darla juntos.
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Updated 20 Episodes
Comments
Sonia Avila
un sentimiento lleno de amor y determinación pelear por su amor
2025-04-07
1
Mar Sol
El amor de Jazmin y Esteban es verdadero, sin poses, sincero.
2025-04-08
1
Sandra Linares
no era que tenia un padre ausente???
2025-04-07
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