Elian se había esfumado en cuanto el último plato fue servido, como un espectro entre los restos de su propia obra maestra. Los elogios a sus postres aún flotaban en el aire, dulces y pegajosos como la miel, cuando Marcos lanzó el primer dardo envenenado con una sonrisa que destellaba bajo la luz tenue del comedor.
—* Tu omega cocina como los dioses, Damien. * —Su voz era un susurro cargado de malicia— * ¿Cuánto me cobras por prestármelo los fines de semana? *
Los labios de Marcos se estiraron, mostrando cada uno de sus dientes afilados, como un lobo que olfatea sangre fresca. La copa de whisky en mi mano se volvió de repente pesada, el líquido ámbar vibrando con el temblor que recorrió mis dedos.
—* Elian no es un chef contratado. * —Mi risa sonó forzada, rasgando el aire como un cristal roto— * Pero sí, tiene talento. *
Eric, siempre el más observador, se inclinó hacia adelante, sus ojos de halcón escudriñando la cocina vacía donde Elian había estado minutos antes. Su voz bajó, pero no lo suficiente para que no captara cada palabra.
—* No es solo la comida… Mira cómo se mueve. Eficiente. Discreto. Justo lo que necesita un Alfa ocupado. *
El aire se espesó. Apreté los dientes hasta que sentí el dolor punzante en la mandíbula, la rabia hirviendo bajo mi piel como una tormenta a punto de estallar.
—* Basta de hablar de mi mascota. * —El gruñido que escapó de mi garganta fue bajo, peligroso— * Apuesto a que ninguno puede nombrar los tres jugadores con más faltas en la liga. *
La conversación derivó hacia el deporte, pero mis ojos no dejaron de vagar hacia los platos vacíos, las migas del postre que Elian había preparado con esa devoción que antes reservaba solo para mí. Cada bocado ausente era un recordatorio de su ausencia.
Dante, el más joven e imprudente, no pudo contenerse. Su sonrisa era una provocación.
—* En serio, Damien. Si algún día te aburres de él… *
—* No me aburriré. * —Corté en seco, y el silencio que siguió fue más elocuente que cualquier confesión.
El partido comenzó. Las cervezas siguieron fluyendo. Pero cada vez que uno de ellos miraba hacia las escaleras que llevaban al cuarto de Elian, sentía mis colmillos alargarse, el instinto primitivo rugiendo bajo la superficie.
A las 11:30 PM, excusé mi ausencia con un pretexto y me dirigí al baño. En el pasillo, me detuve frente a la puerta cerrada de Elian, apoyando la frente contra la madera fría. No había sonido alguno. Ni siquiera el leve susurro de su respiración.
—* Idiota. * —Maldije en un susurro, sin saber si la palabra iba dirigida a él, a mis amigos, o a mí mismo.
Cuando regresé, el timbre sonó como un disparo en medio de las risas ebrias. Marcus sonrió, ese gesto de depredador que conocía demasiado bien.
—* Llegó el postre postre. * —Guiñó un ojo, obsceno, desafiante.
Mis dedos se cerraron alrededor del vaso de whisky. El cristal crujió bajo la presión, una advertencia muda.
—* No. En mi casa no. * —El gruñido salió más bestial de lo que pretendía, pero mi voz sonó hueca, como si ni siquiera yo creyera en mis propias palabras.
Dante ya se levantaba, tambaleándose por el alcohol, camino a la puerta.
—* Relájate, Alfa. * —Eric me palmeó el hombro con una condescendencia que hizo arder mi sangre— * Solo son unos amigos que querían conocerte. *
El zumbido en mis oídos ahogó el sonido de la puerta abriéndose. Varios omegas entraron riendo, sus perfumes baratos mezclándose con el aroma embriagador de ambición desesperada. Uno de ellos, un rubio de labios pintados y mirada calculadora, se acercó demasiado, sus dedos rozando mi muñeca con una familiaridad que no le pertenecía.
—* Nos dijeron que eras el anfitrión más generoso del distrito. * —Susurró, el aliento caliente contra mi oreja.
El olor a alcohol barato y falsa dulzura me transportó de golpe a los antros de mala muerte que frecuentaba antes de que Elian entrara en mi vida.
Miré hacia las escaleras. Nada. Elian seguía escondido, como un animal herido en su guarida. Algo se retorció en mi estómago, una mezcla de rabia y culpa.
—* Se equivocaron. * —Aparté al rubio con brusquedad— * El partido terminó. Vamos a Neon. *
El club nocturno era nuestra guarida habitual, un lugar donde nadie preguntaba por omegas ausentes.
Dante frunció el ceño, molesto.
—* ¿En serio? Trajimos esto especialmente para… *
—* Aquí no hay ambiente. * —Corté, levantándome con una urgencia que no entendía— * Además, el rubio parece que baila como tabla de lavar. *
Las risas falsas llenaron el aire. Los omegas pusieron cara de ofendidos, pero ya se ajustaban la ropa, resignados. Sabían las reglas del juego mejor que nadie.
En el umbral, mientras mis amigos salían riendo con sus acompañantes temporales, volví a mirar hacia arriba.
Una sombra se movió tras la puerta entreabierta del dormitorio.
Elian estaba observando.
Cerré la puerta principal con demasiada fuerza, como si pudiera aplastar entre los goznes tanto mi cobardía como su juicio silencioso.
El auto rugió al encenderse. El rubio intentó subir a mi lado, pero le señalé el asiento trasero con un gesto brusco.
—* Ahí. * —La orden salió cortante, sin espacio para discusión.
Manejé demasiado rápido hacia el club, como si al alejarme físicamente de la casa pudiera escapar de esa sensación asfixiante que llevaba en el pecho desde que Elian dejó de sonreírme.
***
La botella de whisky estaba medio vacía cuando el rubio se sentó en mi regazo. No lo empujé. Sus dedos ya desabrochaban mi cinturón con práctica de experto.
—Dijeron que eras un Alfa difícil de complacer—susurró contra mi boca, su aliento a menta barata mezclándose con el alcohol en mis labios.
Mis amigos gritaban obscenidades. Alguien, probablemente Dante, le dio una nalgada al omega que gemía en su regazo. El estruendo de la música ahogaba cualquier pensamiento coherente.
— No seas aburrido, Damien —Eric me arrojó un cubo de hielo que me golpeó en el pecho—. Hazle honor a tu reputación .
El rubio no esperó permiso. Su mano entró en mi boxer.
— Mmm, no tan difícil después de todo —rió, bajando la cremallera de sus jeans ajustados.
No lo detuve.
Cuando me montó ahí mismo, en medio de la sala VIP, con mis amigos vitoreando como primates, cerré los ojos e intenté convencerme de que el calor que me rodea a era placer y no otra forma de autodestrucción.
El omega actuaba con demasiada teatralidad, sus uñas clavándose en mis hombros. Por un segundo, su olor me recordó a Elian— aunque ese Omega olía a fresas podridas.
— ¿Te gusta? —jadeó el rubio, pero ya me sentía fuera de mi cuerpo, observando la escena desde arriba como si fuera otro.
Marcos grababa con el celular. Dante bebía directamente de la botella. Eric me guiñó un ojo como si esto fuera algún tipo de logro.
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Comments
Maru19 Sevilla
Va en picada! pobre Omega
2025-04-07
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