Capítulo 3

Capítulo 3

No recuerdo cuanto tiempo estuve arrinconado en una esquina de la camioneta, amordazado, pero cuando llegamos, no sabía que era un orfanato, por fuera parecía un castillo, era oscuro, sombrío, muy grande, llovía a grandes cantaros, así como estaba el clima, estaba mi corazón, no tenia en si casa, pero si un lugar al cual llamar “Hogar”. Te preguntas, ¿Qué es un hogar?, yo te respondo: Para mi, un hogar es un lugar del cual no intentas escapar sientes paz, sientes que las cosas están bien, sientes que has llegado y aquí estas. Para mi, eso es hogar y eso representaba ese lugar en los suburbios. La gente con la que quería estar, con la que no me daba miedo, y por lo tanto no quería escapar.

Caso contrario a lo que sucedió al ver ese castillo oscuro llamado Orfanato Remo Kod Luor (idioma hablada en Kenia y Tanzada, por el pueblo Luo.), que en español significa “Sangre y Honor”. Me bajaron como bulto de papa, venia mareado y con mucha hambre, apenas entramos, me recibió una señora de gafas, cabello recogido, y mirada severa, sabia por mi lectura de ojos, que ahí, iba a sufrir muchísimo.

Cuánta razón tenia, no lo sabía en ese entonces, pero, sea las circunstancias, o lo que sea que haya vivido, había acogido un don, de aprender a leer las vibras, los ojos, el alma, no lo sé, pero con solo ver a alguien, sabía si era bueno, o no, y en ese momento, todo mi ser quería correr, huir, no sé qué había dentro, pero por donde viera, todo era oscuridad.

Las paredes del sótano, eras húmedas, olía a moho por doquier, el aire era denso, pesado, asfixiante, y hacia frio. El estar en ese lugar era un castigo, la señora Mork consideraba que los niños que no acataran ordenes, sus órdenes, debían estar encerrados para reflexionar lo que habían hecho mal, el obedecer a cierta autoridad, era considerado un Honor y era la forma más respetuosa posible que se le concedía a alguien de rango mayor en ese lugar.

Me encerraron ahí, debido que, al momento de llegar, apenas me soltaron, quise salir a correr, me cogieron de mi cabello y me jalaron para adentro, la señora Mork quiso sostenerme, vi la oportunidad y la mordí, y bueno. Aquí estamos.

El “orfanato”, por así decirlo, se dedicaba al cuidado de niños, por supuesto, pero con un fin, se entrenaban exigentemente durante años, hasta convertirlos en asesinos profesionales, sin alma y corazón, con un solo propósito, servirle a su benefactor, ser una herramienta efectiva dentro de su organización. Una orden, era una ley, inquebrantable, sin preguntas, sin quejas, solo se hacía y ya.

Me sacaron del sótano en la noche, me tiraron a un espacio abierto donde habían zanjas y con una manguera me bañaron, con agua helada, perdí el control de mi cuerpo, temblaba demasiado, tenia mucho frio, hambre, rabia, todo se mezclaba. Me vistieron, y me dejaron cerca de una chimenea, con un plato de avena caliente y un trozo de pan. En eso, la señora Mork, habló:

– así me gusta, domadito, sin berrinches y pataletas. Quiero que sepas que aquí se hace lo que yo diga, si me llevas la contraria, te dejare encerrado nuevamente en el sótano, no un día, serán cuatro, hare que entiendas, que mientras estes aquí que la ley soy yo,  y nada será gratis, se te asignara un lugar en el cual podrás dormir, tendrás techo y comida, pero tu deber será, aprender, todo lo que te enseñaremos aquí y deberás ser el mejor. Ese es tu propósito a partir de ahora niñito. Tu, cuando termine de comer, llévatelo al lugar que se le fue asignado.

_Como ordene sra Mork- habla un tipo de ayudante en el orfanato.

La rutina comenzaba a las tres de la mañana, nos hacían tender nuestras camas, limpiar el espacio, lavar nuestro pijama, color azul oscuro con bordes blancos, se dejaba listo, tendría todo el día para secarse, íbamos a una sección del orfanato, y limpiábamos pisos, ventanas, lo que correspondiera ese día, de acuerdo con el cronograma.  A las 6 de la mañana, pasábamos al comedor, desayunabamos caldo y seco, debo decir que nos servían bien, el sabor era extraño, pero si se trataba de dejarnos llenos, si, lo hacía.

Luego nos íbamos al campo de entrenamiento, entrenábamos espada, arco, lucha cuerpo a cuerpo, armas de todo tipo, especialistas en francotirador, artes marciales, de todo. A las 12 se almorzaba, a la 1 nos dividían, y nos asignaban un salón correspondiente a cada niño, las clases iban desde estrategia, leguas extranjeras, señas, todo, absolutamente todo lo que debería saber un asesino, reconocimiento de los lideres de mafia, bancos, gobierno, del país donde estábamos y de todos los demás, quienes eran los que lideraban el comercio, las leyes, todo, todo era importante, y todo debíamos saberlo.

Había un maestro en particular que decía: “El conocimiento y las habilidades son poder, sin eso, en cualquier momento podrías morir, y en este campo de batalla, debes estar atento al más mínimo detalle, debes desconfiar hasta de tu propia sombra, es decir, de todo lo que te rodea, recuérdenlo bien muchachos”.

Cuando entendí como era el asunto aquí, mi mundo se empezó a oscurecer, mis recuerdos a borrar, y ya solo veía, sangre, armas, y todos los que me rodeaban era un objetivo, era similar a un robot, no existía amigos, familia, nada, solo tu compromiso, tu propósito a la organización, loa orden que te haya sido asignada, debía ser ejecutada a la brevedad posible. Y así me volví, lo que soy ahora. Frio, crudo, no creo en nada ni en nadie, me cuido de todo y de todos, no recuerdo la primera vez que haya dormido una noche entera, hay compañeros que en cualquier momento, aprovechaban para asesinarte, así que si, mi primer objetivo, fue uno de ellos, le ordenaron hacerme daño y yo, respondí, la primera vez te traumas, pero ya después era como tomarte un vaso de agua. Si estas vivo y respiras, eso es lo que importa.

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