Capítulo 4

SCARLETT

—Yo no soy de nadie...—Hablé en un intento de romper la tensión entre ambos, pero fue inútil. Quise levantarme de encima de él y fingir que nada había ocurrido, pero al parecer este hombre tenía otros planes.

—Eres mía.—Dijo tomándome de la cintura con ambas manos, negándose a soltarme. Su voz sonaba decidida y por lo visto su juicio estaba nublado por el olor de mi cuerpo, cuyo olor lo volvía loco y lo hacía desearme de una forma que ni yo misma entendía. Entonces volví a recitar el encantamiento y por arte de magia, literalmente, él volvió en sí y me soltó casi tirándome al suelo.

Sus ojos volvieron a la normalidad.

Mantuve el equilibrio y él se quedó en cama lanzando un largo suspiro.

—¿Tienes algún teléfono?—Preguntó de repente. Al principio no supe qué decir, pero después le di mi teléfono, lo tomó y con él hizo un par de llamadas. Por lo visto su gente estaba desesperada por encontrarlo, dado por las respuestas y su mirada cambiaban de forma constante pero a la vez tajante.

Pronto terminó la llamada y me devolvió mi teléfono.

—Lo siento, mi gente no vendrá aquí en un rato. No pueden cruzar el bosque hasta mañana.

Él tenía razón, cruzar el bosque era peligroso de noche por la sencilla razón, ya que el pueblo de Arendelle había dictaminado que nadie debía cruzar el bosque de noche, dado que este cobraba vida de una manera asombrosa provocando que mucho mueran bajo el poder de la magia del bosque.

Las brujas de Arendelle habían dejado muy en claro que nadie debía cruzar el bosque de noche, sí los licántropos deseaban saber quiénes eran sus Mates y dónde encontrarla o encontrarlo. Cosa que provocó que el antiguo Rey Alfa estuviera atado de manos, dado que este estaba más que deseoso de saber quién era su Mate.

Y al final se llegó al acuerdo de que las brujas servirían al pueblo hasta el fin de los tiempos, con la condición de que no entraran al bosque de noche. Porque de lo contrario...

El bosque se vengaría y nadie iba a ser capaz de evitar eso. La madre Naturaleza era compasiva, pero a la vez cruel y despiadada con quienes no tenían el más mínimo respeto hacia esta.

—No se preocupe por eso. Puede quedarse aquí esta noche—. Dije con suma tranquilidad.

Al caer la noche fue prácticamente imposible que alguien viniera a buscarlo; sin embargo, no me importaba tener compañía porque iba a ser solo una noche. Aunque... debía tener cuidado porque el haber dejado que percibiera mi aroma, había sido un error, pero él había insistido mucho y al final lo hice.

Luego de eso pasamos el resto de la noche sin decir una sola palabra. Él durmió en mi cama, mientras que yo dormí en la sala de estar en un de los sillones individuales que estaban ahí. Eran cómodos, pero prefería dormir en la cama; sin embargo, mi invitado estaba herido y además estaba dormido.

Y mientras pensaba en ello, el sueño me venció y finalmente me dejé llevar por el cansancio.

(***)

A la mañana siguiente desperté por golpes en la puerta y me levanté del sillón algo dolorida del cuello, estaba un poco somnolienta debido a que no estaba acostumbrada a levantarme tan temprano. Eran las seis de la mañana en mi teléfono y lancé un largo suspiro mientras me dirigía a abrir la puerta.

Abrí la puerta y afuera había cinco tipos musculosos prácticamente sacados de una revista de modelos o algo así. Eran los subordinados del Rey Alfa y lo supe por el escudo que llevaban bordado en sus sacos negros con dos botones. El escudo era de una media luna y a lado de esta estaba una estrella de tres picos, estaban bordados en hilos dorados y plateados dándole un toque sencillo pero a la vez elegante.

—Buenos días, señorita Scarlett. Venimos por su Majestad—. Dijo uno de los guardias, le hice una seña para que entrara con el resto.

Me alejé de la puerta y entraron a buscar a ese tipo. Pronto la sensación de cansancio se esfumó cuando oí esa voz masculina y autoritaria.

—Oye bruja.—Me habló—Gracias—. Asentí en respuesta y lo ayudaron a levantarse de la cama, se lo llevaron con cuidado y me aseguré de que se llevaran consigo las medicinas que había preparado para las heridas del Rey Alfa.

—Esto evitará que queden cicatrices y sane un poco más rápido—. Le dije al Beta del Rey Alfa. Este me lo agradeció y me pidió que no dijera nada a la cual accedí, no era mi problema y además una bruja jamás se mete en los asuntos de los licántropos a menos de que sea de vida o muerte.

—Gracias, y no diga nada. Lo digo por su bien—. Me dijo con severidad.

—No se preocupe, los asuntos de un licántropo no nos son competen a nosotras las brujas—. Aparentemente, esa respuesta lo tranquilizó y se fue sin decir más.

Finalmente me quedé sola en mi casa y lo primero que hice dejarme caer en la cama y dormir. El resto me importaba un carajo.

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Abigail Carmona

Abigail Carmona

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2025-03-31

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