¿Dónde estoy? No veo nada, siento mi cuerpo elevado, Mis oídos zumban, todo es oscuridad, siento un brillo cálido en mi rostro... Una luz débil brilla a lo lejos, no puedo alcanzarla cada vez se hace más pequeña, la desesperación y el miedo me invaden el corazón, ¿ Donde Estoy?..¿Quién soy? ¿Por qué no recuerdo?…
X-Señor, despertará en cinco segundos.
X- Excelente- Sonrió fríamente
Esas voces... Las escucho... vienen de la luz. Corriendo de prisa sin parar, un golpe de luz en mis ojos me dan ardor dejándome abrumada, mis oídos duelen,los golpeteos de sus dedos son como tortura dentro de mi interior, Mis muñecas y brazos están tensos, mis piernas estaban débiles, mi visión se enfoca lentamente, siento temor, dudas en todo mi cuerpo.
X- Bienvenida Amira- Dijo una macabra voz.
- ¿Dónde estoy?- Preguntó
- Valla, Veo que no recuerdas nada...- Río- Estás en mi hermoso paraíso de investigación- Dijo sonriendo mientras abrió los brazos mostrando el lugar.
- ¿Quién... eres...? - Dijo tratando de moverse, el dolor no la dejaba miró las enormes cadenas que la sostenían de brazos y piernas, mientras colgaba dentro de un cristal cerrado.
- Veo que sigues siendo una maldita... Sabes quien soy Niña del infierno - Dijo golpeando el brillo donde estaba encerrada.
- No sé dé que hablas maldito loco enfermo ¡Suéltame¡- Dijo Amira llena de miedo por dentro, pero su valentía era evidente!
- Ahora me perteneces, y nadie vendrá a salvarte niña- Dijo Con una mirada macabra cerca del vidrio mientras la miraba con una sonrisa de malicia.
Amira miró su rostro un escalofrío la invadió, aun así no se mostró miedosa ante su comentario, vio cómo se retiraba del lugar dejándola.
El guardia aflojó sus cadenas con la máquina, dio una queja al caer, no estaba tan alto, pero el dolor de su cuerpo era insoportable, se revisó cada parte de su cuerpo, tenía marcas de agujas, cicatrices de sogas en sus muñecas y tobillos.
A su alrededor vio a muchos sentados escribiendo en sus teclados, tenían batas blancas como enfermeros pero con un logotipo intrigante.
Desde que desperto paso los días mirando sus movimientos, Los guardias eran enormes, cuando recién los vio no podía creer que eran ogros, fue cuando una imagen de los seres místicos en un cuento se le vino a la mente, con una mujer sin rostro contándoles de ellos.
Pasaba días en ese encierro de cristal, sabia cada movimiento, conto los minutos de cada guardia, tenia que salir de ese lugar, desconfiaba de cada uno, el sonido de los tecleos eran los despertares de cada día, el murmullo de las batas blancas era un eco, y Sus miradas hacia ella eran de prejuicios, como si fuera un bicho raro, o algo extinto para ellos.
Terminando el Día recostada sobre el vidrio frío, con el sonido repetitivo de las teclas.
La fría noche estaban llenas de un cuerpo frío, tembloroso, su camisón no la cubría totalmente, sin poder dormir hasta el amanecer, las ventanas de cristal reforzado en el techo hacía que entrará un rayo de sol tan leve que cubría solo su rostro.
Dando un suspiro de cansancio mientras disfruta a en poco sol en su rostro, era lo único bueno de ese lugar.
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