Nine Lives, One Love (Tsukiyama)
el niño de las pecas
9 vidas, un amor
El niño de las pecas
Las risas resonaban en el patio de la escuela, pero no todas eran de alegría. Entre los gritos de los niños jugando, se escuchaban burlas dirigidas a un pequeño de cabello castaño y pecas en el rostro.
Oliver
¡Míralo! Parece un dálmata.
Juan
¡No! Mejor un monstruo lleno de manchas.
Oliver
¡Corre, dálmata! ¡Atrápanos si puedes!
Tadashi Yamaguchi bajó la mirada y apretó los puños, intentando ignorar los comentarios. Sabía que si mostraba debilidad, solo les daría más razones para seguir. Pero ¿cómo podía ser fuerte cuando cada día era lo mismo? Cuando cada recreo se convertía en una tortura y cada día de clases era una cuenta regresiva para enfrentarse nuevamente a las burlas.
Estaba solo. Lo había estado durante el último año.
Sus padres le decían que ignorara a los niños crueles, que eventualmente se cansarían, pero eso nunca pasaba. Los profesores a veces intervenían, pero solo servía para enfurecer más a sus agresores. Yamaguchi había aprendido a vivir en silencio, a esperar a que el día terminara y volver a casa con la esperanza de que el siguiente fuera un poco mejor.
Pero nunca lo era.
Ese día no fue diferente. Los niños lo rodearon, empujándolo de un lado a otro. Sus piernas temblaban y su corazón latía con fuerza. No lloraría, no les daría el gusto.
Justo cuando sintió que no podría soportarlo más, una voz resonó detrás de él.
Tsukishima
¿Qué están haciendo?
El grupo de niños se giró para ver a un chico alto, de cabello rubio y gafas, con una expresión de puro desdén en su rostro.
Juan
Nada. Solo nos estamos divirtiendo.
Tsukishima
—¿Ah, sí? —El chico arqueó una ceja—. Se ve más como un montón de idiotas molestando a alguien que ni siquiera les hizo nada.
El silencio cayó sobre el grupo. Yamaguchi sintió su pecho apretarse. Nadie había hablado por él antes. Nadie.
Uno de los niños se encogió de hombros.
Oliver
—Vamos. No vale la pena.
Uno a uno, se fueron alejando, murmurando entre dientes.
Cuando finalmente estuvieron solos, Yamaguchi levantó la vista con cautela. El chico rubio lo miraba con una mezcla de aburrimiento e indiferencia.
Yamaguchi
—¿Por qué…? —Su voz salió temblorosa.
Tsukishima
—Eran molestos —respondió el otro con simpleza—. Y me fastidian los ruidos innecesarios.
Yamaguchi parpadeó, sin saber cómo reaccionar.
Tsukishima
—Me llamo Tsukishima Kei —dijo el chico con desinterés—. Y tú, ¿cuál es tu nombre, dálmata?
Yamaguchi sintió un nudo en la garganta. Durante tanto tiempo, ese apodo solo le había traído dolor. Pero cuando Tsukishima lo dijo, no sonó cruel. No fue una burla.
Tomó aire y respondió, con una tímida sonrisa en los labios.
Yamaguchi
—Yamaguchi Tadashi.
Tsukishima
—Bueno, Yamaguchi Tadashi, intenta no dejar que esos idiotas te molesten. No vale la pena.
Antes de que pudiera responder, Tsukishima ya se había dado la vuelta y comenzado a caminar.
Por primera vez en mucho tiempo, Yamaguchi no se sintió solo.
Y ese fue el comienzo de todo.
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Se k es corto pero pues algo es algo no? JAJAJA bueno bayyy
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