Un nuevo amigo? †

9 vidas, un amor Capítulo 2: Un nuevo amigo Desde aquel día, las cosas no volvieron a ser las mismas para Yamaguchi. No es que los abusones hubieran desaparecido, pero algo había cambiado: ya no tenía que enfrentarlos solo. Después de que Tsukishima los alejara con su actitud despectiva y su lengua afilada, los demás niños parecieron dudar antes de acercarse a molestarlo. Aunque todavía le lanzaban miradas burlonas y susurros malintencionados, ya no lo empujaban ni lo acorralaban como antes. Y lo más extraño de todo era que, de alguna forma, Tsukishima siempre aparecía cuando más lo necesitaba.
Tsukishima
Tsukishima
—¿Sigues sentado aquí solo? —preguntó el chico rubio, cruzándose de brazos.
Era la hora del almuerzo, y Yamaguchi, por costumbre, se había sentado en su rincón habitual del patio, donde nadie se molestaba en mirarlo. Se sobresaltó al escuchar la voz de Tsukishima y levantó la vista, sorprendido de que le estuviera hablando.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Ah… sí —respondió, nervioso—. Es solo que… bueno, estoy acostumbrado a comer aquí.
Tsukishima frunció el ceño, como si la idea de sentarse solo le pareciera estúpida.
Tsukishima
Tsukishima
—Ven.
Yamaguchi parpadeó.
Yamaguchi
Yamaguchi
—¿A dónde?
Tsukishima
Tsukishima
—A la mesa donde me siento.
La sorpresa lo dejó mudo. Tsukishima no sonaba como si estuviera ofreciendo algo, sino más bien como si estuviera dando una orden.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Pero… ¿seguro?
Tsukishima
Tsukishima
—Si no quisieras, ya te habrías ido, pequitas.
Yamaguchi sintió un leve calor en las mejillas, pero asintió tímidamente y se levantó con su bandeja de comida. Cuando llegaron a la mesa donde Tsukishima solía sentarse, notó que estaba prácticamente vacía. Solo había un par de niños más, pero ninguno pareció inmutarse por su presencia.
Tsukishima
Tsukishima
—Siéntate —indicó Tsukishima, tomando asiento.
Yamaguchi obedeció sin decir nada. No estaba seguro de qué hacer o qué decir. Nunca había almorzado con alguien más en la escuela. El silencio se instaló entre ellos por un momento, hasta que Yamaguchi se armó de valor para hablar.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Gracias por… ya sabes, lo que hiciste el otro día.
Tsukishima lo miró de reojo, masticando su comida con calma.
Tsukishima
Tsukishima
—No fue nada.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Para mí sí lo fue —insistió Yamaguchi—. Nadie había hecho algo así por mí antes.
Tsukishima soltó un suspiro y apoyó un codo en la mesa.
Tsukishima
Tsukishima
—Esos idiotas me molestaban —dijo con indiferencia—. No soporto a la gente ruidosa.
Aunque sonaba como una excusa, Yamaguchi notó algo diferente en su tono. No había burla ni frialdad. Quizás Tsukishima no quería admitirlo, pero de alguna manera, le había importado lo que le pasaba. Una cálida sensación se instaló en su pecho.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Aun así… gracias —dijo con una sonrisa sincera.
Tsukishima desvió la mirada, como si la gratitud lo incomodara. Desde ese día, empezaron a pasar más tiempo juntos. Al principio, era extraño. Tsukishima no hablaba mucho y parecía preferir el silencio, mientras que Yamaguchi todavía se sentía inseguro sobre su presencia. Pero poco a poco, fueron encontrando una forma de entenderse. Los días de recreo ya no eran una tortura. Los insultos de los abusones se volvieron menos importantes. Y por primera vez en mucho tiempo, Yamaguchi comenzó a disfrutar de ir a la escuela. Una tarde, mientras caminaban juntos de regreso a casa, Yamaguchi decidió hacer la pregunta que había estado rondando en su mente por días.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Tsukki…
El chico frunció el ceño.
Tsukishima
Tsukishima
—No me llames así.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Pero es más fácil de decir que Tsukishima —se quejó Yamaguchi con una sonrisa.
Tsukishima suspiró, pero no insistió en que dejara de hacerlo.
Tsukishima
Tsukishima
—¿Qué quieres?
Yamaguchi
Yamaguchi
—¿Por qué te preocupaste por mí?
El rubio se detuvo un momento, como si la pregunta lo tomara por sorpresa. Luego miró hacia el cielo, pensativo.
Tsukishima
Tsukishima
—No lo sé.
Yamaguchi parpadeó.
Yamaguchi
Yamaguchi
—¿No lo sabes?
Tsukishima
Tsukishima
—No me gustan los idiotas que se creen superiores solo porque son más fuertes o están en grupo —dijo con frialdad—. Es molesto.
El castaño lo observó en silencio. Tsukishima no lo decía directamente, pero Yamaguchi podía notar que, de alguna forma, entendía lo que era sentirse así. Tal vez, en el fondo, Tsukishima también sabía lo que era estar solo. Y en ese momento, Yamaguchi supo que quería ser su amigo. No solo porque lo había defendido, sino porque sentía que detrás de esa actitud arrogante y distante, había alguien que valía la pena conocer.
Yamaguchi
Yamaguchi
—Gracias, Tsukki.
Tsukishima
Tsukishima
—Te dije que no me llames así.
Yamaguchi solo rió. Ese fue el comienzo de una amistad que cambiaría sus vidas para siempre
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