capitulo 12 en las profundidades

El aire en las entrañas de la montaña era espeso y húmedo, cargado de un hedor antiguo, como si milenios de oscuridad se hubieran quedado atrapados allí. Las antorchas que portaban los hombres apenas iluminaban las paredes talladas con runas desgastadas, algunas tan viejas que parecía imposible descifrar su origen. Nix descendía en silencio, sus botas resonando suavemente contra la piedra fría.

Reinar encabezaba el grupo, su postura rígida y sus pasos seguros. Ivar seguía a su lado, lanzando miradas nerviosas a cada sombra que parecía moverse entre los huecos de la roca. Drystan, en cambio, caminaba detrás de Nix, con su habitual aire despreocupado, aunque sus ojos oscuros no dejaban de observar el entorno, como si esperara que algo surgiera de las paredes.

–¿Hace cuánto que esta entrada no se usaba? –preguntó Nix en voz baja, rompiendo el silencio opresivo.

–Cientos de años –respondió Reinar sin girarse–. Los sacerdotes de las montañas sellaron estas escaleras después de que la criatura fue contenida. Nadie ha tenido razones para bajar… hasta ahora.

La última frase quedó suspendida en el aire, tan pesada como una roca. Nix apretó la empuñadura de su daga primordial, sintiendo cómo la hoja vibraba levemente. Era como si el arma respondiera a la oscuridad circundante.

–¿Qué es exactamente lo que estamos buscando? –preguntó Drystan, su voz rompiendo la tensión.

Reinar se detuvo y giró la cabeza lo suficiente para que su rostro quedara iluminado por las llamas.

–Una puerta –dijo con seriedad–. La puerta que mantiene a la criatura atrapada. Debemos reforzar los sellos antes de que se debiliten por completo.

Nix asintió. Un simple ritual parecía una tarea fácil, pero sabía que las cosas rara vez lo eran. Si Kael y Elara estaban detrás de esto, era probable que no dejaran las profundidades sin trampas ni amenazas.

Mientras continuaban descendiendo, un sonido suave y constante comenzó a escucharse: un susurro, como un viento distante que se filtraba por las grietas. Nix detuvo sus pasos, levantando una mano para alertar a los demás.

–¿Lo escuchan? –susurró.

Todos se quedaron en silencio. El susurro aumentó apenas, lo suficiente como para percibir palabras indistintas. Parecían voces, pero no humanas. Drystan frunció el ceño y avanzó hasta quedar junto a ella.

–No son ecos del viento –dijo él, con voz baja–. Esto es magia antigua.

Reinar avanzó unos pasos más, levantando su antorcha hacia una abertura más adelante. La luz reveló una enorme caverna, mucho más amplia que cualquier sala en la superficie. En el centro, una estructura de piedra negra sobresalía, como un altar colosal. Era la puerta.

Nix sintió un escalofrío al contemplarla. Estaba cubierta de runas que brillaban con una luz tenue y enfermiza, como si algo al otro lado estuviera presionando para liberarse.

–Ahí está –murmuró Reinar–. Los sellos se están apagando.

Mientras avanzaban hacia la puerta, el susurro se volvió más fuerte. Ahora las voces eran claras, aunque su lengua resultaba incomprensible. Nix notó que la daga en su mano vibraba aún más, como si respondiera a un llamado invisible.

–No me gusta esto –dijo Ivar, mirando a su alrededor–. Nos están observando.

Nix clavó su mirada en las sombras de la caverna y, por un instante, juró ver siluetas moviéndose entre las rocas. Eran altos y delgados, como espectros hechos de niebla negra.

–No estamos solos –confirmó Drystan, sacando su propia espada, que brilló con un resplandor rojizo, como si también sintiera el peligro.

Reinar no perdió el tiempo. Se acercó al altar y comenzó a murmurar palabras antiguas, invocando el ritual para reforzar los sellos. Pero apenas inició, las sombras cobraron forma y se lanzaron hacia ellos.

–¡Defiendan el altar! –gritó Nix, levantando su daga.

El primer espectro la atacó con un chillido agudo, como si el aire mismo se desgarrara. Nix esquivó con agilidad y clavó la hoja en su centro. La criatura se retorció y se disipó en un humo negro, pero no antes de rozar su brazo con un frío que le congeló hasta el hueso.

Drystan se movía como un torbellino a su lado, su espada llameante cortando a los espectros con precisión mortal. Cada golpe disipaba otra figura, pero por cada una que caía, dos más aparecían de las sombras.

–¡Son demasiados! –gritó Ivar, mientras retrocedía, luchando con todas sus fuerzas.

Nix apretó los dientes, su furia creciendo con cada segundo. No podían perder. No ahora.

–¡Reinar, date prisa! –rugió, girando para cortar a otra criatura.

Reinar continuaba con el ritual, su voz retumbando en la caverna como un trueno lejano. La puerta comenzó a brillar con más intensidad, pero también a temblar, como si lo que estaba detrás estuviera resistiéndose.

De repente, una voz resonó en la mente de Nix, tan fría y oscura como la misma caverna.

"Nix... ¿me oyes?"

Ella se congeló por un instante, mirando hacia la puerta. La voz era suave, casi seductora.

"Puedo darte lo que buscas… poder, venganza… todo será tuyo."

Nix apretó los dientes, luchando contra el susurro en su mente. Sabía lo que estaba ocurriendo: la criatura sellada intentaba tentarla. Pero no caería en el mismo juego que Kael y Elara.

–¡Sal de mi cabeza! –rugió, y con una furia renovada, atravesó a otro espectro que se abalanzaba sobre Reinar.

Drystan, al escucharla, miró hacia ella con preocupación, pero no tuvo tiempo de preguntar.

Finalmente, el ritual llegó a su clímax. Reinar gritó una última palabra y golpeó el suelo con su bastón. La caverna retumbó, y un rayo de luz blanca surgió del altar, extendiéndose por toda la sala.

Los espectros emitieron un chillido desgarrador antes de disiparse en el aire. La puerta dejó de temblar y las runas volvieron a brillar con intensidad, sellando la criatura en su prisión una vez más.

Un silencio pesado cayó sobre la caverna. Nix respiraba con dificultad, su pecho subiendo y bajando mientras intentaba calmar su corazón acelerado.

Drystan se acercó a ella, observándola con detenimiento.

–¿Qué fue eso? –preguntó en voz baja.

Nix lo miró, todavía recuperando el aliento.

–Nada que pueda detenerme –respondió con dureza, aunque en el fondo sabía que no era cierto. La criatura había intentado tentarla, y lo había logrado... aunque solo por un segundo.

Reinar se levantó lentamente, agotado pero triunfante.

–El sello está reforzado… por ahora. Pero no podemos bajar la guardia.

Nix asintió, su mirada clavada en la puerta. Lo que acababa de ocurrir era solo una advertencia. Si Elara y Kael estaban dispuestos a liberar a esa criatura, necesitaba estar preparada.

"Esto no termina aquí."

Capítulos
1 capitulo 1 la caída de la reina
2 capitulo 2
3 capitulo 3
4 capitulo 4 el guardián del abismo
5 capitulo 5
6 capitulo 6 el precio de los nombres
7 capitulo 7
8 capitulo 8 el fuego de la sombra
9 capitulo 9 pacto y sombras
10 capitulo 10 la alianza
11 capitulo 11
12 capitulo 12 en las profundidades
13 capitulo 13
14 capitulo 14
15 capitulo 15
16 capitulo 16
17 capitulo 17
18 capitulo 18 la sombra de la traición
19 capitulo 19
20 capitulo 20
21 capitulo 21
22 capitulo 22
23 capitulo 23
24 Capítulo 24: Las Voces del Olvido
25 capitulo 25la maldición de las sombras
26 capitulo 26
27 capitulo 27
28 capitulo 28
29 capitulo 29
30 capitulo 30 la marca del abismo
31 capitulo 31
32 capitulo 32 la conquista de la guerrera
33 capitulo 33 los eco del pasado
34 capitulo 34
35 capitulo 35
36 capitulo 36
37 capitulo 37 juegos de poder
38 capitulo 38
39 capitulo 39
40 capitulo 40 ecos del corazón
41 la reina guerrera
42 capitulo 43
43 capitulo 44
44 capitulo 45
45 capitulo 46
46 capitulo 47 las alianzas
47 capitulo 48
48 capitulo 49
49 capitulo 50 la importancia de las decisiones
50 capitulo 51
51 capitulo 52
52 capitulo 53 las grietas de una reina
53 capitulo 54 me confieso
54 capitulo 55
55 capitulo 56 un amor bajo las estrellas
56 capitulo 57
57 capitulo 58
58 el regreso
59 las sombras acechan
60 Ecos de desconfianza
61 tormenta y celos
62 red de conspiración
63 reunión secreta
64 la sombra de la traición
65 calma y anhelos
66 la calma antes de la tormenta
67 el inicio de la batalla
68 la reconstrucción
69 la sombra del pasado
70 capitulo final: el amanecer de una nueva era
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