Era una noche tenebrosa, con una tormenta oscura, la ciudad de Hong Kong se había quedado sin luz, haciendo más imponente esa tormenta.
Los rayos y truenos se escuchaban en el cielo, en ese momento un enorme trueno seguido de un relámpago alumbró el despacho de Fu Yang, que miraba la lluvia caer por su enorme ventana sentado en su silla atrás de su escritorio.
El hombre estaba pensativo, triste, recordando a su única hija y su desgracia.
RECUERDO.
Fu Ming estaba feliz porque acababa de terminar su segundo año de la universidad, iba a ir a la oficina con su padre, empezar a practicar con su padre, que le enseñaría lo que era realmente trabajar en una oficina.
Fu Yang estaba orgulloso de la hija que tenía, pronto la convertiría en la mejor CEO del mundo, quería hacerla un tiburón en los negocios, fuerte y dura, despiadada, tanto así que esperaba que ella fuera la primera mujer de todo el mundo en ser reconocida como despiadada en los negocios.
Fu Yang llegó a la empresa con su hija al lado, entró con un orgullo, presumiéndola a todos y como no hacerlo si esa mujer era una belleza.
Era delgada, alta, su cabello tenía un color negro intenso, con un brillo que las mujeres envidiaban.
Su color de piel era blanca como la nieve, y sus ojos, a pesar de estar rasgados, eran grandes, con pestañas largas. Sus cejas no ocupaban ser ttratadas, eran perfectas como las tenía.
Sus labios eran delgados, pero estaban bien formados, con esas líneas bien definidas, y su nariz pequeña, bien formada, perfecta, con su rostro afilado.
Fu Ming no solo era una mujer inteligente, también era bellísima, tenía todo para ser la mujer perfecta y su padre lo sabía.
Por eso tenía todo planeado para su vida: convertirla en la CEO de su empresa, con ella a su lado, convertir esa empresa en las primeras del mundo y, una vez logrado eso, pensaba casarla con el hijo del CEO Zhang.
El joven Zhang era hijo único, el heredero de la familia, aparte que su empresa ya era una de las mejores y esa era su meta.
Al estar al mismo nivel, su hija y Zhang se casarían y formarían el imperio perfecto; que tuvieran un solo hijo, que llevara ese imperio a lo más grande de todo el mundo, que jamás se haya conocido en el mundo empresarial.
Fu Yang, cada vez que miraba a su hija, pensaba en el hermoso futuro que tenía preparado para ella y ese primer día solo lo confirmó, porque Fu Ming le mostró lo inteligente que era.
Le dio grandes ideas para los siguientes negocios, hasta le habló de lo que ella ya tenía pensado, eso solo hizo que su padre se enorgulleciera aún más.
Era sábado y salieron de la empresa a la 1 pm, Fu Ming le dijo a su padre que iba a ir al cine con unas compañeras de la universidad.
Su padre nunca dudó de su palabra, sin pensarlo, le dijo que sí; ella se subió al carro, que su padre designó especialmente para ella, y tenía su chofer, que solo estaba a su servicio.
Cuando ella estuvo en el carro, le pidió al chofer salir de ahí, no preguntó a donde iba, solo puso en marcha el carro, como si ya supiera a donde iba y después de 30 minutos llegaron a un barrio de clase humilde.
El chofer estacionó el carro enfrente de un edificio, bajó rápidamente y le abrió la puerta. Una vez que ella estuvo afuera, lo abrazó del cuello, dejó un beso en sus labios; en ese momento le dijo.
-Zhao Feng Ponle, te extrañaba, ya quiero estar en tus brazos, disfrutar de nuestro amor, fue un día largo con papá, no me dejó descansar un solo momento.
Pero tienes que felicitarme, lo hice muy bien, lo dejé impresionado. Si sigo haciéndolo bien, pronto le diremos lo nuestro y te va a aceptar, porque yo pienso hacerlo bien en la empresa, para que no se oponga a nuestro amor.
Zhao Feng Ponle le sonríe con tristeza, la abraza con dulzura, deja un beso en su cabeza y con una voz decaída le dice.
—Mi hermosa princesita, yo realmente deseo creer en todo lo que me dices, pero no creo que tu padre nos deje estar juntos.
Yo soy un don nadie, alguien que nunca debió ver el cielo y mucho menos tocar la luna, solo espero que tengas razón, que tu padre acepte nuestro amor; prometo hacer lo que me pida, con tal de estar a tu lado.
A Fu Ming no le gustó nada lo que dijo, frunció su ceño y con voz molesta le replica.
—Tú estás muy mal y odio que te menosprecies, recuerda que yo te amo, eso es lo único que debe de importarte, porque no pienso dejarte, siempre vas a estar a mi lado, aunque mi padre no quiera y si él se opone, entonces renuncio a su apellido, a su empresa, a todo para irme contigo.
Fu Ming después de decir esas palabras lo toma de la mano y entran al edificio, era un lugar humilde donde había departamentos que eran habitadas por familias humildes, trabajadores del diario.
En ese lugar, Zhao Feng Ponle, tenía su pequeño departamento en el último piso; los dos tenían que subir 12 pisos hasta llegar al suyo, pero una vez que llegaban ahí, los dos se entregaban a su intimidad, a su amor.
La ropa pronto caía al suelo o la iban dejando en todos lados; era un sitio muy pequeño, donde estaba una pequeña colchoneta donde dormía, una pequeña mesa de suelo, un pequeño closet donde guardaba su ropa, una puerta que daba aún baño completo, que no era tan grande apenas podía caber una persona, era todo lo que había en ese lugar.
Los dos disfrutaban en ese pequeño departamento cada vez que podían, en esos momentos que estaban a solas, solo era para amarse, para entregarse a ese amor tan apasionado, tan intenso y desbordado que tenían.
Cuando ella regresaba a casa, los dos tenían que ocultar su amor de su padre, ocultar sus miradas llenas de amor, el deseo de su cuerpo queriendo estar juntos, tenían que ser muy discretos, para que nadie los descubriera.
Fu Yang amaba a su hija, era su adoración y desde el día que nació hizo los planes que quería para ella, para su vida.
Era un hombre fuerte, que miraba a los demás hacia abajo, no le gustaba la gente humilde, era déspota, orgulloso, altanero; nunca permitió que su hija se relacionara con personas de bajo nivel.
Hasta las escuelas que escogió para ella eran de élite, hasta que entró a la universidad fue que le puso un chofer para ella sola, porque en la primaria y preparatoria era él quien la dejaba y la recogía.
Él nunca sospechó de lo que estaba pasándole a su hija, siempre pensó que era igual que él. Porque siempre le dijo que la gente sin dinero no valía nada, que tenía que mantenerse alejada de esas personas, tratarlos solo para lo que eran trabajadores insignificantes, un mal necesario para las empresas.
Muchas veces los consideró parásitos que sangraban su empresa.
Fu Yang, sí era un hombre cruel con los que no tenían nada; tenía ambición de poder y más riqueza, que pensaba que su hija era el tesoro perfecto, que la vida le dio para lograr sus sueños.
¡Sí! Era su adoración, lo único que amaba, ni siquiera a su esposa o a sus padres, amó tanto como amaba a su hija; su joya más valiosa en la que había depositado todos sus sueños, sus esperanzas, pero sobre todo quería verla brillar como las mismas estrellas en una noche despejada.
Eso era lo que Fu Yang pensaba en esa noche de tormenta, en como amaba a su hija, como la idolatraba, la miraba como una perfecta estrella, la más grande del universo.
Hasta que su pesadilla empezó, esa perfecta estrella se convirtió en un pequeño asteroide rocoso, seco y sin vida, que muchas veces destruye planetas al chocar con ellos.
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Comments
Olga Ortiz
muy buen inicio de novela, se ve que será muy buena
2025-01-23
0
YENI RAMIREZ
pobre niña lo q le espera con ese padre q tiene
2024-10-10
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Janet Herrera
valla muy interesante que las que dan por tv 👏🏻👏🏻
2024-09-21
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