CAPÍTULO 03

Fu Yang por un momento se imaginó yendo por su hija, trayéndola a casa, para poder estar cuando su nieta o nieto naciera; pero claro, él solo pensaba ir por su sangre, nunca permitiría que ese hombre viviera en su casa, más bien lo quería ver muerto.

Lo que había sido un pensamiento lindo de su hija y futuro nieto, lo convirtió en una amargura cuando pensó en Zhao Feng Ponle, ese hombre sí que lo odiaba, lo quería muerto; así como pensó en ir por ella, así mismo lo olvidó y como si las cosas de sus despachos tuvieran la culpa, empezó a destruir todo lo que pudo. Estaba furioso y aunque deseaba volver a tener a su hija, su orgullo podía más que su amor por ella.

Los días empezaron a pasar, él seguía atendiendo su empresa y sería su furia o la suerte, pero empezó a tener más éxito en sus negocios. Era un despiadado, a quien no le importaba llevar a empresas chicas a su cierre, toda esa furia que sentía por la traición de su hija la usó para acabar con sus enemigos empresarios.

Los meses seguían pasando y, por más que su esposa le rogó por ir a buscar a su hija, él no lo hizo; eran discusiones que a diario tenían. Su perfecto hogar había desaparecido, pero aún así no pensaba cambiar de opinión, aunque en ocasiones sí pensó en mandar a matarlo, para de esa manera hacer que su hija regresara a casa.

Fu Yang se dedicaba a su empresa, ya ni siquiera podía estar con su esposa. Se la pasaba trabajando día y noche, solo llegaba a casa ya por la madrugada, solo a dormir; trataba de evitar las discusiones con su esposa, solo la miraba por las mañanas y solo por unos minutos, porque salía de la casa lo más rápido posible, ni siquiera se quedaba a desayunar.

La madre de Fu Ming fue cayendo en depresión. El no poder ver a su hija, la llenó de tristeza, de dolor y la distancia de su esposo, la hicieron sentir sola; llegó el momento donde ya no quería ni salir de su habitación, ya no quería comer nada, apenas si probaba bocado.

Fu Ming solo se enfocó en su dolor, que no le importó nada más, cuando los empleados trataban de hablarle de su esposa, solo los hacía callar; él pensaba que solo le dirían que quería ver a su hija y era lo que ya no quería escuchar.

Los días pasaban y los meses, pasó lo inevitable: la madre de Fu Ming cayó al hospital, su corazón y la debilidad de su cuerpo la llevaron a la muerte; para Fu Yang fue muy doloroso perder a su esposa, se llenó de mucho odio, mucho más del que ya tenía.

Pero esta vez no solo fue contra de Zhao Feng Ponle, sino contra su propia hija. La culpó de la muerte de su esposa, de todo lo malo que le estaba pasando, y como si fuera un chiste del destino, su entierro fue en un día lluvioso. Pero cuando quedó frente a la tumba, juró nunca perdonar a su hija, porque ella era la causante de todas las desgracias de su familia; se llenó de tanto resentimiento y odio, que ya no le importaba saber nada de su vida.

A pesar de que más de una vez recibió unas llamadas de una mujer, nunca supo quién fue y tampoco preguntó; pero esa mujer siempre le decía lo mal que Fu Ming estaba, en la pobreza extrema que estaba viviendo, que había días que no tenían ni para comer y en su embarazo eso podía ser muy malo.

La mujer le pedía ayuda para poder llevarla, hacerse los estudios médicos requeridos para ver cómo estaba su bebé, para poder comprar las vitaminas que necesitaba; pero Fu Yang tenía el corazón endurecido, parecía que en ese pecho solo estaba una piedra dura y nada lo conmovía.

Tres veces habló a esa mujer extraña, y fueron las mismas tres veces que Fu Yang colgó el teléfono sin decir una sola palabra; era mucho más grande su odio y resentimiento, hasta más de una vez pensó en por qué no había muerto ella, en lugar de su esposa.

Rápido pasaron los 9 meses y por fin se llegó el nacimiento. No tenían dinero para poder pagar un servicio de salud, terminó teniendo a su bebé en casa. Para ella fue la cosa más difícil que había vivido, pero fue fuerte porque a Zhao Feng Ponle lo tenía a su lado, sosteniendo su mano, mientras una mujer la ayudaba a que naciera su bebé; fue un parto muy largo, pero al final su niña nació bien, sin ningún problema y Fu Ming, estaba muy bien, aunque débil.

Ellos tuvieron suerte, la mujer que les ayudó esa noche para que su hija naciera, era una ginecóloga retirada, que vivía en el departamento de al lado. Una mujer que fue arruinada por un hombre rico y poderoso, solo porque nunca quiso estar con él, hizo que le quitaran el título de profesionista, su acomodada familia, terminó dándole la espalda por miedo a que también los arruinara a ellos.

La mujer estaba sola, pero se hicieron muy buenas amigas y fue ella quien intentó hablar con su padre; nunca se lo dijo para no lastimarla. Como tampoco sabía sobre la muerte de su madre, fue un hecho que no salió ni en los medios de comunicación algo de lo que Fu Yang se encargó.

Fu Ming estaba recostada en esa colchoneta que estaba en el suelo, tenía a su bebé en brazos, los dos estaban realmente felices; su hija se había convertido en el motor de vida y empezaron a hacer planes. Algo en lo que los dos concordaron, era que ya no podían seguir viviendo en esa ciudad, tenían que salir de ahí, para que él pudiera conseguir un trabajo, y ella también estaba decidida a empezar a trabajar en lo que fuera, para que su hija pudiera tener todo lo indispensable.

La mujer decidió ir con ellos, también quería ayudar a cuidar a la bebé. Después de estar un largo rato con ellos, se fue a su departamento a descansar. Fu Ming al quedar solo con Zhao Feng Ponle, le preguntó.

— ¿Qué nombre le darás a nuestra hija? Zhao Feng Ponle abrazó a su bebé en los brazos, la miró a su rostro, estaba profundamente dormida, para él era lo más hermoso que podría haber sobre la tierra y lleno de emoción le dice.

— Zhao Maylin. Zhao que significa: Ver más allá que los demás. Maylin que significa: Jade hermoso.

Ese será el nombre de nuestra hija, será una gran mujer, fuerte y decidida, estoy seguro de que va a llegar muy lejos. Fu Ming gracias por el bello regalo, por luchar por mí, te prometo que pronto podré darles una mejor vida, que no les va a hacer falta nada en el futuro.

Fu Yang supo que su nieta había nacido por la misma mujer, pero como siempre solo cortaba la llamada, como si eso realmente no le importara. Aunque esta vez esa llamada fue algo que, sí lo conmovió, saber que tenía una nieta, hizo que su corazón retumbara en el pecho de gozo, aunque nunca lo iba a aceptar, se repetía mentalmente:

«Yo no tengo hija, ella murió hace 9 meses, en esta vida estoy solo y no necesito de nadie».

Él siguió con su vida, como si nada pasara, como si nada hubiera cambiado, y una semana después del nacimiento de su nieta, en una tormenta espantosa, como si fuera el mismo demonio quien la provocara, a la media noche una llamada al teléfono de la casa lo sorprendió.

Los truenos, los relámpagos, el viento feroz y el agua cayendo con fuerza, era lo único que se escuchaba; tomó el teléfono, era la voz de esa mujer, que le dijo con una frialdad y dureza.

— Felicidades, señor Fu Yang, ahora, si pude decirle al mundo entero que no tiene hija, acaba de morir, tiene que venir a recoger su cuerpo o prefiere que vaya a la fosa común; si le interesa, está en el hospital xxxx, tiene hasta las 8 a. m. para decidir qué hacer.

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