John
Después del almuerzo, subí a la habitación. Ya habían pasado tres días y el doctor aún no llegaba. Le preguntaba constantemente a Stiv, pero él siempre respondía lo mismo: “El Sr. está ocupado, vendrá cuando pueda hacerlo”. Yo asentía y volvía a la habitación. Ahora comía en el comedor, ya estaba mejor y me sentía más saludable; los mareos casi habían desaparecido, al igual que el dolor en mis muñecas. Después de experimentar los síntomas previos al celo, estaba seguro de que en algunas semanas o menos, tendría el próximo. El celo omega duraba de dos a tres días sin un alfa y, aunque era difícil pasarlos solo, era mucho mejor. No creía que el Dr. quisiera pasar un celo conmigo; seguramente ni sabría qué era eso, ya que en su mundo solo existían hombres y mujeres y no tenían un sexo secundario. Eso lo había aprendido de los libros de biología que había estado leyendo.
La única compañía que tenía por ahora en casa era Esparta y Dom, y los libros que habían llegado. Stiv los iba a ordenar, pero yo me ofrecí para hacerlo. Eran muchos libros y quería mirarlos detalladamente. Mientras tanto, Stiv se llevó los libros que antes estaban en el escritorio del Dr. Eran novelas de fantasía y romance, aunque había uno en específico que sobresalía entre todos los demás: “Cómo tener sexo entre hombres”. Mi rostro se sonrojó al leer el título. Lo abrí y había muchas figuras bastante ilustrativas en posiciones un tanto vergonzosas. Imaginé que el Dr., con toda la fuerza que tenía, podía alzarme como si fuera una pluma; mi cara se calentó y sentí que el calor se extendía por todo mi cuerpo.
Mi entrepierna se endureció al imaginar al doctor alzándome en sus brazos e imitando la posición del libro. Alcé el gran camisón y toqué mi pene, comencé a frotarlo una y otra vez. Aunque el placer era satisfactorio, no era suficiente cuando mi agujero estaba empapado al imaginar al Dr. en él. Dejé el libro y, acomodándome, con mi otra mano empecé a jugar con mi agujero. Lo froté al ritmo que a mi pene y en unos segundos había llegado a mi placer máximo. Me corrí en las sábanas del doctor. Necesitaba limpiarlas. Si él se enteraba de lo que había hecho, no estaba seguro de cómo iba a reaccionar.
Me levanté y fui al baño a limpiarme, tomé una ducha y allí no pude evitar volver a hacerlo. Después de bañarme, me puse una bata de baño. Recogí el camisón que llevaba puesto y levanté las sábanas. No sabía dónde estaría el cuarto de lavado exactamente, pero podía llegar; lo había visto cerca de la habitación que llevaba al patio, en el primer piso. Bajé por las escaleras del patio y una de las puertas llevaba a la cocina; miré la otra y había una habitación con sábanas y demás, pero no había lavadoras ni nada. Entré y pasé la siguiente puerta; era una habitación pequeña, pero allí se encontraba la lavadora. Ingresé a las sábanas y les eché jabón. Había aromatizantes, pero las sábanas nunca le olían; seguramente al Dr. no le gustaba. Decidí no echarle aromatizante. Las puse a lavar y luego tomé una de las sábanas que se encontraban allí y subí a la habitación. Arreglé la cama y, como si nada hubiera pasado, me recosté en ella.
¿Pero qué locura había hecho utilizando la imagen de la persona que me ayudaba? Tomé la almohada y la apreté contra mi cara. Después de calmarme, cerré los ojos. La agitación me estaba causando sueño y después de tantos días de dormir después del almuerzo, seguramente era una terrible costumbre que estaba adquiriendo. Si todo lo bueno que me estaba pasando se acababa, ¿cómo iba a dejar este hábito?
…
Me desperté con la almohada en mis brazos. Miré la ventana y ya estaba oscureciendo. Por Dios, ¿cuánto tiempo había dormido? Me levanté de inmediato y lo primero que vi fue al Dr. sentado en la silla de su escritorio. Su rostro era serio, sin expresión alguna.
–¿Dr.? – lo llamé.
–¿Cómo estuviste estos días? Dime todo lo que hiciste – dijo mientras se levantaba y se acercaba a la cama.
–Ah, yo… bueno… yo, leí mucho y también jugué con Esparta y Dom – respondí. No podía mencionarle todas las cosas malas que había hecho; podría molestarse y luego sería castigado.
–¿Nada más que quieras decir? – preguntó. Parecía que la habitación se había oscurecido aún más, sus ojos brillaron por un segundo y tocó mi mejilla.
–Eh, no…– aseguré.
–Muy bien…– El Dr. pasó su dedo por mi nariz y luego se levantó de la cama y encendió la luz. Cerré los ojos y puse mi mano en mi cara esperando que se adaptaran. El Dr. rodeó la cama y tomó el libro que estaba al otro lado.
–Dr., ¿tenía mucho tiempo esperando? – pregunté.
–Solo unas horas– dijo observando el libro.
–Me hubiera despertado, ¿fue incómodo para usted? – volví a preguntar, esta vez preocupado. ¿Acaso el Dr. se había quedado ahí sentado mientras me observaba?
–No lo fue, es placentero observar lo que me gusta – dijo. Mi cara se sonrojó y bajé la cabeza. ¿Qué significaba lo que había dicho? Cuando la subí para hacerle otra pregunta, él miraba el libro con el ceño fruncido–
–¿Está bien, Dr.? – pregunté.
–¿De dónde conseguiste este libro? – cerró el libro y me mostró la portada. Era el que estaba leyendo y tenía ilustraciones muy demostrativas.
–Ah, bueno… ese llegó con los otros – señalé el escritorio.
–Manuel…– pronunció en voz baja.
El Dr. colocó el libro en el escritorio.
–Bajemos a cenar si te sientes mejor– me levanté de la cama enseguida cuando el Dr. pronunció aquellas palabras, no quería hacerlo esperar.
–¿Has comido bien? – preguntó mientras me colocaba su bata de baño, era tan grande para mí que llegaba al piso. –Manuel estará abajo, no querrás que te vea así, ¿verdad? –
–Oh, entiendo. Sí, he comido todo lo que Stiv me da– dije. El Dr. acarició mi cabeza y luego me tomó de la mano. Mi corazón se aceleró, esto era una acción muy romántica, ¿verdad? No cualquiera se tomaba de la mano. Mis mejillas se calentaron y sonreí instintivamente.
Bajamos las escaleras y nos dirigimos al comedor. La cena ya estaba servida y Manuel estaba allí.
–Hola, conejito. ¿Ya sanaron tus heridas? –preguntó.
–Sí, estoy mejor ahora– dije.
–¿Por qué lo llamas conejito? – preguntó el Dr. mientras miraba fijamente a Manuel.
–Vamos, tú lo llamas así…– El Dr. no respondió y siguió mirando a Manuel directamente.
–Bien, maldición, no lo llamaré más así. – lo aceptó resignado.
El Dr. parecía un alfa y actuaba como uno, pero no lo era. No tenía la genética de alfa. Sí así fuera, se daría cuenta de las feromonas que salían de mí cada vez que él se acercaba o me miraba. Para un omega en su temporada de celo era muy difícil controlar sus feromonas, el cuerpo actuaba tan primitivamente en busca de un alfa que lo pudiera embarazar. Los Inhibidores controlaban eso, pero ahora ya no los tenía. Tenía miedo de hacer algo vergonzoso frente al Dr..
–¿Aún no tienes ropa? – Preguntó Manuel señalando la bata.
Antes de poder responder, el Dr. habló.
–Quiero ir personalmente con él–
–Mmm, pero es injusto que deba llevar eso siempre. – Manuel frunció el ceño y aunque sentía que me defendía, no quería que ocurrieran problemas entre el Dr. y Manuel.
–Oh, no, yo uso la ropa del Dr. – dije.
Manuel abrió la boca y me miró sorprendido, luego cambió su expresión al Dr.
–Está bien, es muy cómoda– agregué.
–Oh, bueno, esto es bastante interesante– respondió al final.
–Tan expresivo– dijo el Dr. dando su primer bocado. Yo empecé a comer después de él.
El Dr. pinchó un pedazo de su carne y me la ofreció, yo la acepté y agradecí.
–Yo… ¿Puedo ofrecerle algo? – pregunté. El Dr. asintió mientras masticaba.
Corté un pedazo de mi tortilla de huevo y lo coloqué en su plato. El sentimiento de alegría me invadió al ver que él comía lo que yo le había dado.
–¿A mí nadie me dará de comer? – preguntó Manuel haciendo pucheros. Incluso un hombre como él podía hacer caras tan lindas.
–Sí, permítame darle algo– dije mientras sonreía aún por haberle ofrecido algo al Dr.
Corté un pedazo de queso y lo dejé en su plato, tuve que levantarme un poco ya que él estaba al otro lado de la mesa.
Miré al Dr. y este se encontraba viendo directamente a Manuel como un animal salvaje mira a quien ingresa en su territorio sin permiso. No hubo ningún tipo de objeción aparte de su mirada y el ambiente pesado que se había generado. Pero parecía que solo yo lo sentía, porque Manuel actuaba como si nada.
Cuando todos terminamos de comer, el primero en levantarse fue el Dr.
–Manuel, si no quieres que te mate, sal ahora mismo– Manuel se quedó boquiabierto, al igual que yo. El Dr. estaba enojado, pero no mostraba ninguna expresión en su rostro.
–John, sube. – dijo mientras subía las escaleras.
Recogí los cubiertos y los acomodé en el plato rápidamente, después aceleré el paso para alcanzar al Dr. Podía sentir lo molesto que estaba, pero, ¿qué había hecho mal?
*Por aquí encontramos a Manuel. También su imágen es sacada de IA*
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Comments
Elizabeth Moreno
eres miy guapo manuel
2024-07-05
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