Sokolov

Manuel

Maldición, ¿cómo carajos habían conseguido su número? Solo había usado el celular de trabajo para contactarse con los Sokolov y, Jeison, imposible, ese hombre no cede ante nada. Mierda. La personalidad de Jeison era tan dura como sus palabras, todavía no podía entender cómo seguía vivo con mi personalidad. Definitivamente, tenía a Dios de mi lado.

Tomé mi vaso de cerveza y me lo acabé de una vez. Cuando salía del trabajo quería olvidarme de todo, incluso de imbéciles homofóbicos que se follaban a los gais. Pero no, esos mafiosos habían conseguido mi número y habían arruinado mi noche de paz. Ver a Jeison amenazar a Fisher, un político tan conocido como si nada, me hizo dudar en la mierda que ese psicópata se estaba metiendo. No importa cuanto miedo le tengan a Jeison, Robert, su padre, definitivamente no dejaría pasar eso.

La fabricación de estupefacientes era un negocio secundario y había engrandecido la economía de Jeison, pero para mantenerse así, se necesitaba tener apoyo político para evitar futuros problemas. Fisher, era viejo en la política y tenía muchos contactos, si tomaba reprimendas con Jeison definitivamente habría problemas. Era mejor contactar a los abogados de inmediato. Con los Grey nunca se sabía lo siguiente que iba a pasar y, específicamente con Jeison Grey, nunca se sabía quién era el siguiente que quería matar.

Jeison no me había permitido estar en el cuarto con Fisher, pero me había imaginado qué era lo que había pasado allí cuando vi a Fisher sangrando.

— ¿Estás solo cariño? – preguntó un muchacho. Se veía joven, tendría unos 25 años. Su piel era pálida, casi tan pálida como los hermanos Sokolov. Reprimí mis pensamientos y desvié mi atención al chico que se había acercado.

–Sí claro, aunque algo me dice que muy pronto no lo estaré. – respondí sonriendo. Quería que supiera que lo estaba coqueteando.

El muchacho sonrió también.

—¿Quieres hacer los honores y llevarme a una habitación? – propuso mientras se recostaba al mesón y sacaba a relucir su redondo trasero.

Me gustaban los hombres directos. Él buscaba a alguien con quien tener sexo y yo buscaba distraer mi mente del futuro drama familiar que se acercaba. El chico era bonito y afeminado, su blusa apretaba, se miraba sexy en él. Sí, definitivamente haría los honores. Me levanté de la silla sin desviar la mirada de los ojos del chico, lo tomé del brazo y cuando iba a responder. Una voz gruesa con acento brusco interrumpió.

–Él ya está ocupado– dijo. Me volteé, era el maldito Pavel. El chico ya se había ido, mucho antes de que tratara de explicar la situación.

–¿Qué haces aquí? Tu cara de demonio ha espantado a un ángel – dije empujando su brazo.

–Si hubieras leído mi mensaje, lo sabrías. – respondió mientras reía.

-¿Qué?, no, no me digas, ¿te gustó follar con un gay? – pregunté mientras acercaba mi rostro a él.

Sabía que eso le molestaba. La distancia era mínima, incluso podríamos besarnos. El bar era gay, a nadie le importaría. Sokolov gruñó. Sabía que ese tipo de hombre no aceptaría ser gay y, no iba a meterme con un tipo que no aceptaba sus propios sentimientos. Había pasado por mucha mierda en mi vida para seguir siendo ofendido.

Pavel me tomó del brazo y salimos del bar, luego, con un empujón, entré en el auto.

–¿A dónde vamos? ¿Estoy siendo secuestrado? ¿Debería llamar a la policía? – pregunté con ironía.

–Yevgeny nos está esperando en el apartamento– fue inevitable reírme. Malditos locos, ¡Dios! algún día me iría a vivir a las montañas.

–Entonces, realmente no pueden vivir sin el trasero de un gay– dije montándome en sus piernas. Escuche el vidrio que separaba al conductor de los pasajeros. Había intimidad ahora.

Pavel llevó sus manos hasta mi trasero y habló en ruso. Él sabía que no podía entender nada.

– Eto vyzyvayet zavisimost –

–Lo que sea que hayas dicho – besé a Pavel y me froté en su entrepierna. Si iba a ser arrastrado con estos psicópatas, era mejor empezar desde ahora.

*Yevgeny*

*Pavel*

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