Las amigas mayores no se detienen

Federico, prácticamente, se está despidiendo de Alma, cuando llega su madre con una sonrisa pícara y la conoce, sabe que algo la llevó hasta allí...

—Buenos días, niño mío— bromea Marisol.

—Hola, mamá. ¿Cómo estás?— saluda él con un beso en la mejilla.

—Bien, y ¿tú?— cuestiona viendo a la pelinegra, al lado de su hijo menor.

Sí, hay que decirlo; Alma por voluntad propia tardó un día más para retirarse de esa clínica, pero muy a su pesar, Federico no pudo estar mucho tiempo con ella gracias a que en Urgencias necesitaban de él y demoró varias horas, pero es lo que en un inicio quería ¿no?

—Má, ella es mi paciente Alma. Justamente, estaba diciéndole un par de cosas porque ya tiene su alta.— cuenta él.

—¡Ay, que trágico!— se lamenta en voz alta el no haber venido antes. –Un gusto conocerte, querida. Ojalá nos encontremos en otro momento.— dice tan sincera que no pudo disimular, cosa que su hijo se da cuenta.

—¡Mamá!— advierte él sabiendo lo que puede decir.

—No dije nada malo, Federico Belmonte—lo regaña y Alma ríe.

—Por favor, disculpa a mi madre— se dirige a su paciente y ella asiente sin entender el por qué debería disculparse –A veces puede ser indiscreta.

—Ella no ha dicho nada— la defiende Alma.

—Viste, niño. No he dicho nada y menos que sea malo— su madre le golpea el brazo y ambas ríen. –Aunque, si quieres podemos hablar del por qué no has ido a dormir a tu casa, pero veo tu motivo— menciona con un tono de burla reflejado no solo en sus palabras, sino también en sus ojos y brazos cruzados, mirando a la mujer presente.

—¡Mamá!— voltea los ojos— ¿Ves? Por eso mismo me estaba disculpando anticipadamente.

—Tranquilo— se ríe Alma— Ella es amorosa.

—No las has visto enojada –agrega como si su madre fuese el mismísimo demonio.

—Tu padre no dice lo mismo— se ataja Marisol.

—Él ni siquiera quiere llevarte la contra, así que no dirá nada— voltea los ojos y sonríe un poquito.

—Bueno. Yo debo irme –dice Alma con un dejo de tristeza porque no quiere alejarse de allí, ya que por desgracia, puede asegurar que ese lugar ha sido el mejor mientras estuvo. Incluso, mejor que en otros en los que ha estado, como por ejemplo, su propio hogar.

—¡Qué lástima, querida!— responde Marisol y saca su celular de la cartera que trae— Si no te molesta, me encantaría estar en comunicación contigo, poder conocernos y ser amigas, ya que estoy muy sola en mi vida.— miente como nunca lo había hecho, pero es algo que desconoce la santa "víctima" que acepta de inmediato.

Federico no puede creer lo que está escuchando, ya que es obvia la desfachatez que la señora está emitiendo.

Vive rodeada de mujeres, tienen un grupo solamente para meter chisme y ahora que lo piensa mejor, supone muy bien que ellas hayan estado hablando sobre su ausencia, además de que Isabella lo ha visto, así que no lo duda más. La visita de su madre no es mera casualidad, sino que ha sido impulsada por la curiosidad.

Y ¿saben qué? Viéndolo de la siguiente forma, no le parece mal, ya que ella puede lograr algunos encuentros con su hermosa paciente, por lo que no contradice lo que dice y recibe una sonrisa pícara de su madre, luego de guardar el aparato telefónico.

Aunque, él no lo sabe, pero no solo ella logrará lo que desea, ya que Olga consiguió algo de información en toda la noche que pasó recolectando lo pedido por Amanda, quién por algún motivo, necesita mantenerse en constante comunicación con la secretaria de su hijo. ¿Qué la impulsa a eso? No lo sabe, tal vez sea el destino queriéndole mostrar que es abuela y que esa mujer tiene a su nieto viviendo con ella, o es el querer ver a Amadeo feliz con una persona que valga la pena, como dicha secretaria.

Ahora, sí hay algo muy claro; Alma y Federico se verán más seguido de lo que ellos mismos creen.

—Tu auto está afuera, en el estacionamiento—comenta el doctor haciéndole saber que todo está listo para ella.

—¡Gracias, Federico!— responde con extrema suavidad, una que causa estragos en el cuerpo del ojiverde, ya que su nombre en esos carnosos labios, son casi una invitación a secuestrarla para otro tipo de cuidados que no tienen nada que ver con lo médico.

Marisol es más inteligente que ellos y puede notar la tensión sexual que se ha creado con simplemente dos palabras, pero eso es lo de menos; ahora mismo no les dará el gusto de que tengan un mínimo roce, sino que tendrán que esperar por el plan de las mujeres, ya que puede pasar de mera atracción física a un amor bonito, lo que le encantaría haber visto a Fátima y por quién hará el intento de que funcione.

La pelinegra sale del consultorio, aún con ganas de despedirse con un beso en la mejilla de Federico, pero por respeto a su madre, decide no comportarse como una atrevida.

—Ahora, sí. Dime la verdad— habla directamente a Marisol, mientras esta hace una carita inocente.— ¿A qué has venido?

—¿No puedo?— responde ella alzando una de sus cejas, sabiendo a lo que se refiere su hijo.

—Nunca vienes, es más, desde que tengo la clínica, me has visitado ¿qué? ¿diez veces?— responde irónico.

—Solamente quiero ser la mejor madre, más considerada contigo y eso…— se excusa con una gran mentira, ya que con todos es igual; les deja su independencia y privacidad, observándolos de lejos— Por eso te traje la comida— vuelve a mentir, pero es muy obvia esta vez.

—¿Ah, sí? – Se ríe él— ¿Y dónde está?— cuestiona al ver que solamente tiene su cartera.

—¡Qué olvidadiza!— ella se da cuenta de que tiene mucha razón y decide fingir amnesia, sumado a eso, golpea delicadamente su frente— Debe ser la edad, tal vez me esté para dar Alzheimer – abre los ojos sorprendida, aunque sigue mintiendo.

—Aja, claro. Qué casualidad, ¿no?— se ríe viendo que ella no dirá la verdad, así que jugará otra carta; ser directo— Mi hermana me vio con esa misma paciente y les contó a todas ustedes. Además, fuiste muy obvia cuando dijiste que estás sola en el mundo, cuando en realidad tienen un grupo dónde hay ¿qué? ¿Veinte integrantes? O más, ya perdí la cuenta.

—Bueno, sí. Es cierto— acepta ella sin preocuparse— Pero tú, mi querido hijo, no me llevaste la contra, así que no puedes fingir que no lo deseas. – se ríe sintiéndose ganadora porque la cara de su hijo es de pura bobera.

—Confieso que sí, deseo a esa mujer a mi lado y por eso, he conseguido su número telefónico, no solo para llenar sus datos, sino para mantenernos en comunicación.

—¿Tendrán una cita?— cuestiona ella emocionada— ¿Será mi nuera?

—Te adelantas a todo, mamá— voltea los ojos— Solo es por cuestión "médica" — sonríe con picardía.

—Eso me dice que es para conquistarla— menciona señalándolo con el dedo índice.

—No te estás equivocando.— afirma— Intentaré ser su hombre ideal.

—¡Qué bonito escucharte hablar de esa manera!— ella aprieta las mejillas de su hijo, mientras nota como le brillan sus ojitos— Sabes que mami siempre estará para ayudarte en lo que sea— le recuerda— Incluso si necesitas preparar su futura salida— finaliza riendo hasta contagiarlo.

—Lo sé, te amo, mamá— la abraza unos minutos y sonríe con su cara escondida en el cuello de dicha mujer que ha dado todo por la felicidad, tanto de él, como de sus hermanos; más que nada cuando ha tenido que controlar los celos de Brandon, gracias a que unos chefs le confesaron querer cortejar a sus únicas niñas.

Luego de ir juntos al restaurante de Isabella para almorzar; Marisol vuelve a su mansión con un chófer y decide escribirle a las mujeres del grupo para darles la buena noticia, aunque Olga también agrega lo que sabe de Alma, así que entre ambas van a hacer todo lo posible para que sea miembro de la familia.

Pero en cierto momento, la madre de Federico recibe un mensaje en privado de su mejor amiga, Amanda, dónde esta le pide que también quiere a Olga como miembro de la familia, muy cercana, no solo como amiga o empleada de su hijo menor, sino como nuera; así que, sin que nadie más sepa, han pensado posibles escenarios para que Amadeo sea acompañado de su secretaria.

Ejemplo de próxima eventualidad, la reunión familiar que inicia a la hora del almuerzo y termina con la cena. En fin, el día entero; pero deben ser creíbles en esa invitación, ya que conociendo a Olga, saben que se negará.

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