¡Yo soy la reina!

Había pasado una semana desde el incidente y Diana vio muy claramente el rostro de Ashlan en la habitación esa noche.

Y, desde entonces, Ashlan parece haber evitado encontrarse con Diana. El hombre ya no era visible y parecía haber desaparecido como si hubiera sido tragado por la tierra ante Diana.

No sé adónde fue, pero Diana era bastante consciente de que Ashlan simplemente no quería verla.

Ningún problema. A Diana realmente no le importaba mucho. De hecho, de esta manera, tuvo más libertad para aprender varias cosas y también intentó que los nobles vieran y reconocieran su existencia como Reina en su reino.

-¿Está empezando a sentirse cómodo durmiendo en mi casa, Su Majestad?- preguntó Knightel caballero Bennett cuando Ashlan acababa de llegar y se arrojó sobre su cama.

Sí, durante una semana "fuera" de su propia habitación, Ashlan se quedó en casa del caballero Bennet.

Ashlan se rió entre dientes con molestia. Le arrojó una almohada al caballero guardián que es su primo.

-Este sigue siendo mi territorio palaciego. Tengo derecho a dormir donde quiera- refunfuñó irritado.

El caballero Bennet se rió mientras recogía la almohada que estaba en el suelo después de golpearse el brazo antes.

Podría haberlo evitado, pero no sentía que tuviera que hacerlo. Después de todo, no importa cuántas almohadas golpees, definitivamente no sentirá dolor.

-¿No tienes intención de ver a la Reina y tener una buena conversación con ella sobre este asunto?- Preguntó el caballero Bennett con cuidado.

-No hay nada que discutir- respondió Ashlan con los ojos cerrados, usando su brazo derecho como almohada para su cabeza mientras su mano izquierda descansaba sobre su estómago.

-Pero la Reina podría hablar sobre el estado de tu rostro con otras personas. ¿No estás preocupado?- Los ojos de Ashlan se abrieron de par en par de nuevo.

El hombre respiró hondo y luego se levantó para enderezar la espalda.

-Mataré a esa mujer si se atreve a abrir la boca y hablar de mi cara- gruñó Ashlan con los puños cerrados.

-¿Tienes corazón para matar a la mujer que te gusta?- Ashlan miró a su primo.

Ese par de ojos parecían cuestionar las palabras del Caballero Bennett hace un momento.

-Sé la verdadera razón por la que querías casarte con la Reina en ese momento- Haz una pausa antes de continuar.

-Es por sus ojos- El caballero Bennet señaló el par de ojos grises de su primo.

-¿Qué ves en mis ojos, Rick?- El caballero Bennett sonrió significativamente.

-El deseó de amar y ser amado.

-¡Tsh, no seas estúpido! ¡No hay amor en el diccionario de mi vida, Rick!- Ashlan miró hacia otro lado.

En la medida de lo posible, se convenció a sí mismo de que la suposición de su primo era completamente errónea.

-¿Qué hay de malo en enamorarse, Su Majestad? No es pecado en absoluto. Usted también tiene derecho a hacerlo- La respiración de Ashlan se volvió cada vez más irregular.

Volvió cada vez más su rostro en otra dirección para evitar la mirada del Caballero Bennet. Sus manos se apretaron con fuerza. Evidencia innegable de ansiedad.

-¡Tú mismo sabes que estoy destinado a no tener a nadie a mi lado, Rick!- Ashlan susurró.

-Pero todavía tienes la oportunidad de cambiar ese destino- respondió el caballero Bennett.

Ashlan miró hacia abajo. Sus finos labios se curvaron en una sonrisa llena de dolor. Su par de persianas comenzaron a condensarse.

Un momento después, se atrevió a levantar la cabeza para enfrentar a la mirada del Caballero Bennett.

-Pero, ¿qué pasa si en el proceso de cambiar el destino me siento perdido otra vez, Rick?- El caballero Bennett guardó silencio.

Comprendió el profundo trauma que sentía Ashlan. Sobre lo malo que fue el pasado y lo amarga que fue la forma en que tuvo que perder.

......................

-¡Mulanie, pídele a alguien que envíe esta invitación a varios funcionarios reales de alto rango y nobles influyentes de este país!- Diana ordenó a Mulanie.

La chica a la que le dieron la orden todavía se quedó congelada en su lugar mientras prestaba atención a los nombres escritos en la carta.

Su cara parecía como si no pudiera creer la acción que la Reina acababa de pedirle que hiciera.

-¿Por qué sigues en silencio?- Regañó Diana, quien no vio ningún movimiento por parte de Mulanie.

-L-lo siento, Su Majestad. ¿Realmente los va a invitar?- preguntó Mulanie dubitativa.

Diana asintió.

-Por supuesto. ¿Realmente parece que mi cara está bromeando, Lani?

-P-pero...

-¡No importa!- Diana levantó las palmas de las manos.

-¡Sólo haz lo que te digo sin hacer demasiadas preguntas!- dijo con firmeza.

Le guste o no, Mulanie asintió y cumplió las órdenes de la señora. De hecho, este era su deber, aunque en realidad tenía algunas dudas sobre las acciones tomadas por la Reina.

-Si puedo preguntar, ¿por qué los invitó aquí, Su Majestad?- preguntó Mulanie que ya no podía contener su curiosidad.

Esta pregunta surgió después de que cumplió las órdenes de Diana y regresó a la habitación donde la chica de cabello castaño parecía estar leyendo y estudiando seriamente varios documentos reales descuidados.

-¡Lo descubrirás más tarde, Lani!- Esa fue la única respuesta de Diana.

La Reina prefirió centrarse en las viejas hojas de papel que cubrían su escritorio. Tiene mucho que aprender si quiere sobrevivir y ganar reconocimiento.

Al día siguiente, finalmente llegaron al palacio varias personas invitadas por Diana.

La niña sintió su corazón latir aceleradamente por la repentina sensación de nerviosismo que la atacó.

Solo vinieron 3 personas de las 20 personas que invitó. Sin embargo, aun así, Diana se mostró bastante agradecida y al menos feliz porque todavía había personas que realmente no la ignoraban.

Armada de coraje y una sonrisa forzada, Diana dio la bienvenida a sus tres invitados y les pidió que se sentaran a la mesa del comedor.

A propósito, hoy volvió a entrar a la cocina para cocinar y ganarse el corazón de los funcionarios reales. Sin embargo, parece que no todo va bien porque los tres solo han mostrado caras planas y miradas de desaprobación hacia Diana.

-¡Dígame, Su Majestad! ¿Cuál es su propósito al llamarnos aquí?- Duke Verdi abrió el tema principal después de colocar cuidadosamente sus cubiertos a un lado del plato.

El hombre de 46 años miró fríamente a Diana, quien inmediatamente se atragantó cuando le hicieron la repentina pregunta.

-Tos...- Diana tosió y Mulanie con entusiasmo le dio un trago de agua.

Las tres personas no reaccionaron. Todavía están esperando que Diana dé una respuesta. Diana respiró hondo y empezó a enderezar la espalda.

Aunque sus rodillas ahora se sentían muy débiles, hizo lo mejor que pudo para disimular su nerviosismo con el poco coraje que aún le quedaba.

-¡Quiero que me enseñen sobre los deberes de una reina en el mundo de la política real!- respondió en tono tranquilo.

Los tres nobles se miraron. Asintiendo con la cabeza para asegurarse de que lo que escucharon no estaba mal.

-¿Desea intervenir en los asuntos reales, Su Majestad?- Esta vez, fue el duque barón Lant quien preguntó. Su mirada parecía tan desdeñosa hacia Diana.

-¿Y qué? ¿Pasa algo?- El duque Lant se rió.

El hombre que se desempeñaba como ministro a cargo de las rutas comerciales mostraba cada vez más una mirada condescendiente.

-¿Es apropiado que un noble de alto rango se ría tan fuerte delante de su reina?- Diana golpeó la mesa mientras exclamaba en voz alta.

Al instante, la risa del barón Lant cesó. Mientras tanto, otros dos nobles no quedaron menos sorprendidos al ver la firmeza de la Reina.

-No sé qué rumores se están difundiendo sobre mí por ahí. Sin embargo, mi posición en este Reino sigue siendo la de una Reina legalmente válida.

¡Independientemente de dónde vengo, sigo siendo la primera dama a la que deben respetar!

Los tres nobles intercambiaron miradas. Por supuesto, no podían creer lo que vieron hoy.

La Reina, de quien se decía que era tan débil, en realidad estaba capaz de hacer que los tres parezcan presas frente a una depredadora.

-¡Perdone nuestro descaro, Su Majestad!- Von Habsburg, líder de la familia Habsburgo y ministro de Defensa del Estado, representó a sus amigos al disculparse.

-Duque Habsburgo, ¿por qué debería disculparse?¿No crees que mi posición es baja todo este tiempo?- preguntó Diana en voz baja.

Un par de ojos miraban fijamente a Von Habsburg, quien mostraba cada vez más una expresión desagradable.

-No ha entendido bien, Alteza- niega el duque de Habsburgo.

Diana cruzó los brazos frente a su pecho. La luz verdosa pareció brillar por un momento mientras ella mostraba cada vez más coraje.

-¡Entonces explícamelo! ¿Dónde está el malentendido?-

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