La reina

El rostro de Diana se puso pálido al pensar en las palabras que Ashlan acababa de decir. Una vez más, ese miedo volvió a atormentarla. De repente, pareció perder fuerzas.

Le temblaban las rodillas, de modo que incluso ponerse de pie era muy difícil.

-¡¡Muchas gracias!! ¡¡Gracias!!- dijo la madre del niño mientras se arrodillaba frente a Diana que todavía estaba sentada pensativamente en el suelo.

El guardia que había estado blandiendo su espada ya estaba corriendo detrás de Ashlan, quien de repente espoleó rápidamente a su caballo.

Mientras tanto, solo quedaba el Caballero Bennett, el cochero que conducía el carruaje tirado por caballos y otros dos Caballeros que no eran menos valientes que el Caballero Bennett que estaban de guardia acompañando a Diana.

-¿Está bien su hijo?- Diana preguntó torpemente mientras intentaba retirar la mano que la mujer besaba repetidamente.

-Gracias a ti, mi hijo está bien. ¡De verdad! ¡¡Muchas gracias !!- dijo la mujer sinceramente con lágrimas en los ojos.

-¡No toques descuidadamente el cuerpo de Su Majestad la Reina de esa manera!- Gritó el Caballero Bennett, quien se bajó de su caballo.

Otros dos Caballeros también hicieron lo mismo, luego caminaron simultáneamente hacia Diana antes de arrodillarse ante su Reina.

-¿Se encuentra bien, Su Majestad?- preguntó el caballero Bennett. La mujer y la gente del pueblo que aún estaban reunidos quedaron atónitos cuando escucharon las palabras del apuesto caballero de ojos azules.

No tenían idea de que la apariencia de su Reina luciera tan perfecta. Sin mencionar que la primera impresión que tuvieron fue que la Reina era una persona amable.

-Estoy bien- respondió Diana, forzando una sonrisa.

-¡Ven, Su Majestad!- El caballero Bennett extendió su mano para ayudar a Diana a levantarse.

Un poco vacilante, la niña no pudo evitar aceptar la ayuda del cruel confidente del Emperador. Sentía las piernas como gelatina. Si tuviera que estar sola, Diana sabía que sería un poco complicado.

-¿Ella es nuestra Reina?

-Mira el color de sus ojos. ¡Son tan hermosos!

-¿No es sólo una prisionera de esta guerra?

-¡Pobrecita! Después de esto, definitivamente se convertirá en objeto de acoso por parte de los nobles. De hecho, parece que la Reina es una buena persona!

Se empezaron a escuchar susurros detrás de Diana. Varias cosas malas que su sentido del oído detectó se agregaron a la lista negra de la historia de su vida mientras vivía en el Reino Occidental.

Por supuesto, esto ya lo sabía por la novela. Sin embargo, experimentarlo uno mismo es ciertamente algo que todavía da la impresión de un poco de miedo y duda.

En la novela, Diana Emerald vive en el palacio del Reino Occidental sin el apoyo de nadie. Solo tiene un amigo que también actúa como un sirviente leal llamado Mulanie.

Ninguno de los nobles tenía intención de invitarla a socializar. Aunque su posición es de Reina, es sólo un símbolo.

Al final, permaneció aislado y se convirtió en objeto de burla por parte de los nobles del Reino del Este.

-¿Todos queréis ser castigados por no rendir homenaje a vuestra Reina?- gritó el caballero Bennett rompiendo el ruido de la gente del pueblo que estaba ocupada hablando de Diana.

De repente, la multitud inmediatamente guardó silencio. Ya nadie se atrevió a emitir ningún sonido cuando la boca del caballero Bennett comenzó a emitir amenazas.

-No sean presuntuosos al decir tonterías sobre la familia real. ¡Porque si aún se atreven, no dudaré en cortarte el cuello uno por uno!

Diana tragó saliva con dificultad. Escuchar de nuevo la palabra 'decapitar' despertó los temores más profundos de Diana.

Casi se desplomó de nuevo si el caballero Bennett no sujetaba rápidamente su cuerpo.

-¿Estás bien?

Diana intentó sonreír a pesar de que sus manos habían estado temblando durante mucho tiempo. No es que el caballero Bennett no supiera que Diana se encontraba actualmente en una condición muy asustada.

Sin embargo, prefirió fingir que no lo sabía para orgullo de Diana.

-¿Por qué sigues de pie? ¿Dónde está tu respeto por tu Reina?- gritó de nuevo el Caballero Bennett.

-¡Por favor acepte nuestros respetos, Su Majestad la Reina!- Todos los habitantes de la ciudad se arrodillaron juntos y colocaron sus manos derechas cruzadas frente a su pecho.

Diana asintió con una sonrisa. Sin embargo, después de esperar un rato, no había señales de que la gente del pueblo se levantaría de sus posiciones.

La chica de cabello castaño comenzó a verse confundida. Mientras tanto, los Caballeros habían lanzado un código mediante un movimiento de cabeza, pero Diana no parecía entenderlo.

-¿Eh qué?- susurró Diana, quien estaba completamente confundida por el código que lanzó el Caballero Bennett.

-¿No quieres aceptar sus saludos?- el caballero Bennett respondió en un susurro.

-¿Eh?- Diana estaba confundida. Se rascó la nuca, mientras le sonreía incómodo a Bennett.

-¿Qué tengo que hacer?

Si Bennett no hubiera sido entrenado para ocultar su sorpresa, tal vez a estas alturas ya habría estado boquiabierto ante la pregunta de Diana.

¿Cómo es posible que una Reina que proviene de una respetada familia real no sepa aceptar el respeto del pueblo?

-¿Caballero Bennett?- Llamo Diana.

El hombre de azul se aclaró la garganta por un momento. También susurró algo al oído de Diana que la mujer pareció escuchar.

-Ehemmm- Diana se aclaró la garganta mientras corrigía su posición de pie. Tenía la barbilla ligeramente levantada, sus manos entrelazadas con gracia sobre su estómago y su expresión facial era lo más elegante posible.

-¡Acepto su respeto!- dijo en voz alta. a lo que la gente del pueblo respondió inmediatamente poniéndose de nuevo en pie.

-¡Bien!- dijo Bennett a todos los residentes.

Después de que se pidió a la gente del pueblo que se dispersara, el caballero Bennett volvió a pedirle a Diana que subiera al carruaje tirado por caballos.

Sin embargo, la chica parecía reacia. Más precisamente, intentando ganar tiempo para no llegar rápidamente al palacio.

-¿No podemos salir a caminar primero para ver el mercado?- preguntó Diana, ocultando con la mayor naturalidad posible su ansiedad.

-Más tarde, Su Majestad. Primero debería descansar en el palacio- dijo el Caballero Bennett.

-Pero quiero ver la ciudad. ¿No está bien?- preguntó de nuevo con una expresión fingiendo estar triste.

Bennett dejó escapar un largo suspiro. La puerta del carruaje se abrió y dijo.

-¡No ponga excusas para retrasar el viaje, Su Majestad! Su Majestad el Emperador definitivamente se enojará mucho si descubre que llega tarde.

Diana se rió entre dientes con molestia. Miró al Caballero Bennett con una mirada de odio. Pisoteando con fuerza, se vio obligado a regresar al carruaje tirado por caballos.

-¿No hay una sola persona en este Reino que pueda hacer el bien? ¿Por qué sólo está lleno de gente cruel y arbitraria como ellos?- Diana gritó molesta, lo que por supuesto pudo ser escuchado por el caballero Bennett, quien estaba a punto de cerrar la puerta del carruaje nuevamente.

El hombre de 30 años con cabello rubio ondulado simplemente negó con la cabeza ante el comportamiento de la Reina en su Reino.

Francamente, Bennett sintió un sentimiento de asombro y admiración cuando vio la figura de Diana.

Para él, la Diana descrita por los espías que habían enviado y la Diana que ahora tenía ante él parecían personas diferentes. O podría ser que los espías dieran el informe equivocado.

¿Posible? Lo que está claro es que hay algo diferente en la personalidad de Diana.

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Mientras tanto, el emperador Ashlan, que ya había llegado al campo de entrenamiento de los Caballeros, rápidamente se bajó de su caballo.

Creó una bola mágica del tamaño de una pelota de tenis en la palma de su mano e inmediatamente apuntó al guardia que casi lastimo a Diana.

El guardia fue arrojado hacia atrás y golpeó al portador de la lanza, provocando que todo se dispersara. Los guardias y otros caballeros no se atrevieron a ayudar.

Sabían que su líder se encontraba actualmente en un estado de gran ira.

-¡Tenga piedad, Su Majestad!- le suplicó el guardia a Ashlan mientras el hombre de cabello plateado se acercaba a él.

-¡Recuerda! ¡Nunca más seas tan presuntuoso como para apuntar con tu espada a la Reina! ¿Entiendes?- Ashlan advirtió en tono frío.

-¡Entiendo, Su Majestad!

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