7. El poder de Elena Kensington

 Sofía, observando el caos emocional que reinaba entre los tres, decidió interponerse y pedirles que dejaran de pelear.

—Basta—, grito Sofía mientras intentaba calmar a Lysander quien seguía llorando en sus brazos —Dejen de pelear una vez por todas y concentrémonos en lo que realmente nos importa: encontrar a la madre de este niño—.

Sofía, sin abandonar el cuidado del bebé, se dirigió hacia su estante lleno de pociones mágicas. A pesar de los sentimientos confusos y las palabras enconadas que habían pasado entre ella, Cedric y Elena, no olvidó por un momento la urgencia de la situación en la que se encontraban.

Entre sus artesanos de vidrio, Sofía sacó tres pociones diferentes, cada una con su propósito específico.

Con las pociones listas, Sofía volvió a sentarse en la mesa junto a los demás.

 Sofía tomó un breve instante para acariciar a Lysander, que seguía llorando con tristeza en sus brazos, y le murmuró.

—Te entiendo, mi pequeño, no te gusta estar con tu padre, pero por ahora trata de soportar—.

Con un gesto solemne, Sofía levantó la mano hacia Lysander y con cuidado sacó uno de sus finísimos pelitos rojizos que se encontraban en el cabello rizado del bebé. Cedric tomo a su hijo entre sus brazos.

Sofía, una vez más en frente de Cedric y Elena, les explicó que crearía una poción especial que les mostraría las imágenes tanto de los posibles padres como de la misteriosa madre del niño. —Tu serás quien aparezca en las imágenes, Cedric—, dijo Sofía, su voz llena de esperanza y optimismo, —por una vez presta atención en tu vida para reconocer a la madre de Lysander—

Cedric quiso decir que no había olvidado ninguna mujer con quién había estado, pero no pudo hacerlo, no con la mirada de Elena.

Sofía entró en el laboratorio improvisado que había instalado para estas ocasiones, un gran caldero colgaba del techo y en una mesa de piedra, Sofía comenzó a mezclar los ingredientes mágicos necesarios para la poción.

Después de llenar el caldero con una mezcla color crema, Sofía agregó diferentes materiales, algunos extraídos del bosque, otros obtenidos de la ciudad y algunos que provenían de su propia bodega. Finalmente, levantó el cabello de Lysander y lo lanzó al caldero, mientras murmuraba una breve oración en latín, —Para que los verdaderos conocan a sus descendientes—.

Cuando la poción se había mezclado completamente, Sofía la retiró del fuego y con un gesto ceremonial, dejó caer el líquido mágico en un recipiente transparente colocado sobre una mesa de vidrio. Los tres estaban silenciosos mientras esperaban ver la imagen que aparecería debajo de su mirada.

 Con un violento eatallido, la antigua casa de Sofía comenzó a temblar y rápidamente se desmoronó, derribándose mitad de su construcción y dejando caer todo lo que estaba adentro en el caótico entorno. La poción que Sofía había preparado para el viaje quedó destruida junto con la mesa de vidrio donde se encontraba.

Elena, sin tardar un instante, usó su magia y creó una burbuja protectora alrededor de los tres, aislándolos del caótico entorno que se les desprendía en torno. Los escombros, piedras y varios objetos voladores empezaban a girar dentro de la burbuja, pero no lograron entrar o lastimar a ninguno de los tres compañeros.

Sofía, sorprendida por lo que acababa de suceder, gritó indignada:

—¡Son unos malditos!—.

Los magos negros, claramente identificables en el caótico espacio por sus vestimentas oscuras y misteriosa energía en su alrededor, observaban con interés a los tres dentro de la burbuja de protección.

Cedric, no mostrando demasiado asombro por el ataque, se sentó para concentrarse mentalmente, preparándose para enfrentarse a los magos negros.

 Elena gritó para ser oída por encima de la confusión:

—La magia del agua los protegerá, yo iré a deshacerme de ellos—.

Cedric, preocupado por su familia y la seguridad de Lysander, no pudo ocultar su deseo de esperar a los refuerzos:

—Espéra, Elena. No te arriesgues, los magos de seguridad deberían llegar—.

Sin embargo, la mujer decidida no desistía.

 —No esperaré, les mostraré lo que pasa cuando se meten conmigo—, contestó Elena, en su acento característico. Con una sencilla orden, ella comenzó a caminar hacia afuera de la barrera formada por el agua. Al tocar la delicada burbuja protectora, la misma empezó a elevarse lentamente, levantando a Cedric y Sofía con ella, alejándolos de la furiosa batalla.

Mientras tanto, Elena quedó atrás en la escena, enfrentándose a los magos negros sin ningún tipo de protección.

 Elena gritaba con toda su fuerza y determinación, desplegando una nueva onda de agua que empezó a envolver a sus oponentes, quienes comenzaron a retirarse confundidos ante la valentía y determinación de la mujer.

—Maldita sea, no la dejaré sola— dijo Cedric, avanzando hacia Sofía y dejando a Lysander entre sus brazos

 Sofía, preocupada por su destino y el de su compañero, exclamó:

—Solo morirás. No puedo permitírte arriesgarte—. A pesar de su desesperación, Cedric no se detendría. Con la determinación que caracterizaba a los guerreros, tomó un profundo suspiro y empezó a moverse hacia la barrera transparente que los rodeaba, formada por agua y luz.

Mientras tanto, Elena mantenía la línea del frente contra los magos negros, pero al notar el movimiento de Cedric, sus ojos se enfocaron en él, observándolo con preocupación. Sin embargo, no pudo evitar una sonrisa lúcida cuando vio cómo el joven tocaba la superficie de agua para intentar escapar:

—Vaya que eres una idiota—, pensó Cedric, al verla empezar a levantarse la burbuja que los rodeaba.

En un movimiento súbito y poderoso, la burbuja comenzó a flotar hacia arriba, llevando a Cedric, Sofía y Lysander lejos de la violenta batalla. En cuestión de segundos, las tres figuras se alejaban cada vez más de la ciudad.

 Cedric, Sofía y Lysander encontraron refugio en lo que parecía ser la segura Academia de Magos. Con sorpresa, la transparente cúpula se rompió al tocar el suelo, revelando a un grupo de magos que avanzaban hacia ellos con preocupación y curiosidad.

Cedric, no pudiendo reprimir su ansia por actuar, comenzó a narrar las últimas horas en la voz más apremiante posible:

—Elena está sola, tenemos que ir a ayudar...—. Sin embargo, antes que pudiera continuar, un encantamiento inesperado lo atrapó en el aire y le impidió moverse, dejándolo con la sensación de inutilidad.

Observando su situación, notó como Freya se acercaba para inspeccionarlo.

 —Un inútil que solo iría a estorbar la batalla— dijo Freya con una sonrisa amarga, —Vive para tu hijo. No te preocupes por nosotros—.

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