Scarlet Blood
Era un día normal en aquella gran ciudad. El sol brillaba en el cielo azul, iluminando los edificios y las calles. La gente iba y venía, apresurada, con sus propias preocupaciones y ocupaciones. Un grupo de adolescentes salía de la secundaria, caminando rumbo a sus respectivas casas.
Aquellos amigos iban charlando y bromeando sobre las cosas que les habían pasado esa semana. Se llevaban muy bien y compartían muchas aficiones. Por fin era viernes y todos tenían planes para salir a tomar un helado al día siguiente, pero el destino les tenía preparada una sorpresa.
Como siempre, tomaron un pequeño atajo a través de un callejón, pero algo les resultó extraño allí. Estaba más oscuro de lo normal y muy silencioso. No se veía ni un alma ni se oía ningún ruido. Los chicos sintieron un escalofrío, pero decidieron seguir su camino, ignorando su intuición. Aceleraron el paso para atravesar aquel largo y ancho pasaje, pero algo al final de este les llamó la atención.
Una pequeña luz que flotaba a lo lejos se fue acercando poco a poco, o eso parecía, ya que se hacía cada vez más grande y empezó a crear un remolino de aire.
– ¿Qué es eso? – preguntó Kara, una chica rubia de cabello no muy largo, alta y extrovertida. Siempre tenía una sonrisa en los labios.
– No lo sé… ¿Será un holograma? – respondió Levi, un chico de cabello castaño, alto y divertido. Era el bromista del grupo y siempre tenía una ocurrencia para hacer reír a los demás.
– No lo hagas… – le advirtió Alexander, un chico bastante serio e introvertido según sus amigos. Pero también alguien que se preocupaba por ellos, el más maduro del grupo por así decirlo. Este era el más alto entre ellos, de cabello negro y delgado. Era el cerebro del grupo y siempre tenía una respuesta para todo.
– Vamos… ¿Qué te puede hacer un simple holograma, Alex? – intervino la segunda chica del grupo. Rubí, una chica muy alegre para la paciencia de Alexander, pero a quien quería como su mejor amiga. También tenía un sentido de la aventura increíble, queriendo siempre investigar y adentrarse en lo desconocido. Respecto a su apariencia, lucía un hermoso y largo cabello rojizo, era alta y delgada, hermosa ante los ojos de cualquier chico. Era el corazón del grupo y siempre tenía una palabra de ánimo para los demás.
Mientras ambos amigos discutían si era peligroso o no acercarse al supuesto holograma, Kara y Levi ya estaban a solo unos pasos de este. El castaño acercó su mano tratando de tocar aquella luz, pero al hacerlo esta aumentó su tamaño, asustando a los dos jóvenes que quedaban detrás. Se acercaron rápidamente a sus amigos.
– ¿Qué demonios hicieron? – preguntó el pelinegro con voz severa. – Les dije que no lo tocaran.
De repente, una fuerte corriente de aire arrastró a los cuatro jóvenes hacia la luz, que ahora era mucho más grande.
– ¿Qué… qué sucede? – preguntó muy asustada la rubia mientras era arrastrada hacia la luz. – No puedo moverme…
Todos eran atraídos hacia el remolino de luz hasta que solo estuvieron a centímetros. De repente, una luz aún más brillante los cegó por unos segundos, provocando que todos cerraran sus ojos.
Luego de unos minutos todos empezaron a ver mejor y más claro, aunque algo había cambiado.
Se encontraban aún en el callejón, pero la luz extraña de antes ya no estaba. En cambio, ahora el lugar parecía distinto… el cielo era más oscuro, tirando a un color rojizo. El aire era más pesado y todo fuera de aquel callejón parecía estar desolado. Parecía un mundo sin vida…
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