El alma atormentada del niño no había podido trascender, por la preocupación latente que tenía con su padre. Algo que de verdad tocó la fibra de Rose, ya que era la segunda persona que le hacía sentir algo en su apagado corazón. Siendo una reencarnada, sabía que, si un niño fallecido, que de por sí tenía pase directo para trascender, sin tener que pasar por el limbo, se quedaba en el mundo de los vivos, era porque tenía pendientes por cumplir.
—Lo siento, si hubiera llegado una hora antes hubiera podido salvarte la vida—expresó extendiéndole la mano al alma del niño—pero juro ayudar a tu papi, así que, ¿Te gustaría ayudarme a ayudarlo, campeón?
"Pero solo soy un fantasma"
Rose, sonriendo, negó con la cabeza. Haciendo que este la siguiera, llegaron al primer piso, donde Donatello se encontraba golpeando a su sobrino mientras su esposa llamaba a la policía. Sin embargo, tomando un abre cartas cercano, Rose lo lanzó como si fuera una daga, de modo que terminaría destruyendo el teléfono.
"¡Papi!"
La voz de Noah lo detuvo; sin embargo, no la escuchó de manera normal, por el contrario, pareciera que este le estuviera hablando en su mente. Al darse cuenta, se levantó del piso y se giró, notando que su pequeño hijo se encontraba al lado de Rose.
—¡Cabecita de fresa!—expresó mientras lo abrazaba.
Al principio no notó nada raro; sin embargo, al tener contacto con su hijo, un frío helado propio de los muertos lo paralizó. Su corazón sabía que algo pasaba, pero se negó a pensar en nada más. En tanto que Noah, al ser llamado por el sobre nombre de cariño que su padre le había dado, se rio tanto que dejó de llorar.
—¡Noah! ¡Aléjate de él!—gritó Lía.
No obstante, mientras auxiliaba a su sobrino, esta se quedó en seco ante la presencia tan dominante de Rose, quien se colocó frente a ellos y pisó el rostro de su amante, provocando que su nariz, ya rota por Don, se rompiera aún más. Con seriedad, viendo la mesa llena de papeles con polvo blanco y el sofá apestando a sudor, se colocó en el otro sofá e hizo que ambos la miraran.
—¿Creen ustedes en la vida después de la muerte?—preguntó con frialdad—¿Saben que aquellos que asesinan a niños no tienen la oportunidad de una nueva vida?
—¡¿Cómo que asesinar?! ¡Yo solo le di aceite a...—se detuvo al estar a punto de confesar lo que hizo—¡Noah... Noah sigue vivo!
—Puedo entender que tengas un problema con tu esposo—siguió Rose—pero una cosa es eso y otra es usar a tu hijo, provocándole la muerte, ¿Qué te hizo un pequeño de dos años? ¡Bueno! ¡Ni hablar! ¡Ya ellos se encargarán!
Tanto Lía como el sobrino de Don sucumbieron ante una fuerza maligna, la cual emergió de la chimenea que en ese momento se encontraba apagada. Creyendo que eran shadowborns, estaban seguros de morir; sin embargo, en realidad se trataban de dos daemonios que vinieron directo del infierno para marcar sus frentes.
—¡Duele!—expresó el sobrino de Don tocándose la frente.
—¡¿Qué nos hiciste, perra?!—gritó Lía a Rose.
—Más en específico fue la ley del Karma—respondió con frialdad—no solo pagarán en vida lo que hicieron, sino que cuando mueran tendrán un lugar seguro en el mismo infierno. No podrán, ni siquiera rogándole a su dios, poder entrar en el ciclo de reencarnación.
Después de eso, los miembros anticrisis de la orden intervinieron para controlar la situación, ya que fue la demandan de Rose para auxiliarlos. No solo pudieron hacer que los abogados levantaran la orden de restricción, sino que colocaron bajo arresto tanto a Lía como a su amante.
Tras dos días en que el cuerpo de Noah estuvo en la morgue, una orden del juez logró que su padre obtuviera el cuerpo para darle santa sepultura; sin embargo, Donatello estaba tan destrozado que ni siquiera podía creer que su hijo hubiera muerto, aun cuando estaba frente a su ataúd.
Luego de un día de iniciar con los ritos funerarios, encontrándose él solo mientras velaba por el cuerpo de Noah, sus lágrimas comenzaron a caer con tanta fuerza que parecían quemarse. Su hijo era lo único bueno que le quedaba en vida, no solo su humanidad se le fue arrebatada cuando Rose lo convirtió, sino que su corazón fue destruido con todo lo que su esposa hizo.
—¿Para qué vivir si no te tengo, cabecita de fresa?—dijo besando la frente de su hijo.
Si bien los convertidos como él tenían longevidad, no eran inmortales, por lo que podía morir. Así que, aprovechando que la iglesia se encontraba a lo alto de un barranco que daba al mar, y que la noche estaba siendo azotada por una fuerte lluvia, decidió tirarse al abismo, esperando acabar con todo de una vez por todas.
Justo cuando iba a tirarse, sintió como alguien tiró del cuello de su camisa y le dio un golpe en el rostro, dejándolo inconsciente. Rose, al llegar y ver lo que este estaba por hacer, sintió un extraño sentimiento de premura y con "cuidado" lo detuvo; sin embargo, no midió su fuerza.
—Creo que me pasé—dijo mientras tomaba el cuerpo de Don y lo llevaba dentro de la iglesia.
Una vez lo dejó acostado en uno de los bancos, cerró la puerta de la iglesia para estar con más calma, sin embargo, Don tenía tan oscuro el lugar que se hacía difícil moverse. Lo único que pudo usar de guía eran las velas alrededor del ataúd de Noah.
Suspirando, con toda la ropa mojada, se acercó al podio y pudo ver, bajo el cristal, el cuerpo de Noah quien ya estaba con los labios completamente morados. Desde que conoció a Don y a su hijo, una tormenta de raras sensaciones azotaron su cerrado corazón, algo que era molestoso hasta cierto punto porque estaba acostumbrada a no sentir, por lo que el no entender lo que pasaba la desesperaba.
—¿Por qué me duele?—preguntó mientras masajeaba a donde estaba su corazón—¿Estás allí, cierto?
Pasaron varios segundos para ella obtener respuesta a su pregunta, y tras varios truenos, donde varias ventanas temblaron por el estruendo, fue que al fin respondieron.
"Lo estoy"
Fueron las palabras que escuchó en su mente, provenientes del dios que la hizo reencarnar, de la divinidad que la mandó a ese mundo con el fin de cumplir su misión, aun cuando ella se había negado a hacerlo.
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