19 Ana Castilho

En el camino de regreso a casa, todo lo que Lara decía, tratando de entablar conversación con Enrique, solo obtenía respuestas monosilábicas como "hm", "sí", "está bien"... Aquello me estaba poniendo completamente irritada.

— Lara, ¿crees que Lorenzo se parecerá a mí? — pregunté, sintiéndome emocionada.

— No lo sé, por lo general los bebés varones tienden a parecerse más a sus padres. — dijo Lara. — Y tú, Enrique, ¿qué dices? — preguntó Lara.

— No lo sé, no tengo una opinión al respecto. — dijo él, ignorándonos por completo.

— Detente, Enrique, o juro que me bajo del coche y camino el resto del camino. — dije en tono amenazante.

Enrique permaneció en silencio durante todo el trayecto. Tan pronto como llegamos frente al hotel, salí del coche, cerrando la puerta con fuerza. Y aquí empezó, una vez más, otra de las muchas discusiones que hemos tenido.

— Ana, ¿por qué todo esto? En serio, ¿qué te ha pasado? — Enrique me siguió.

— ¿Qué? ¿Quieres que acepte tu dinero y finja que me gustó tu gesto? ¿Que me mantengas, solo para mostrar a todos que eres el padre de mi bebé?

Subí los escalones sintiendo toda la rabia que tenía. Enrique me siguió, parloteando, lo que solo me enfadó más. Tropecé en uno de los escalones, casi cayendo por las escaleras, pero Enrique me atrapó, quedando yo atrapada entre la pared y su cuerpo. Mi corazón palpitaba en mi pecho, mis piernas temblaban. Mi cuerpo respondía bien a su firme contacto.

— Ana, solo quiero que estés bien, que te mejores. Si salí de mi comodidad y fui hasta el hospital a llevarte, es porque me preocupo por ti, maldita sea. — dijo alejándose, se pasó las manos por el cabello, soltó un suspiro y me miró. — Estoy harto de que me pisotees, como si fuera una cucaracha. Todo tiene un límite, Ana, ahora ve a descansar y no vengas detrás de mí. — dijo, yendo hacia su apartamento, ni siquiera se molestó en mirar atrás.

Aquellas palabras resonaron en mi cabeza.

Fui tras él, a pesar de que me dijo que no fuera.

— Dejen de pelear, parecen dos niños. — dijo Lara deteniéndose en las escaleras.

— Enrique, ¿realmente quieres casarte conmigo? — ante mi pregunta, él se detuvo. Aún estaba de espaldas a mí, parecía que evitaba mirarme.

— No necesitamos tener esta conversación ahora, ve a descansar. — dijo sin mirarme.

— Respóndeme. — insistí.

Enrique se giró hacia mí y me miró.

— Ya no te quiero, Ana, no te preocupes por el matrimonio, ya desistí. — dijo, sentí cómo mi corazón latía fuerte en mi pecho, sentí miedo. — Mis sentimientos pueden ser traicioneros, pero tú no encajas con el tipo de mujer que quiero para toda mi vida. — dijo fríamente.

Una lágrima cayó de mis ojos y, por impulso, le di un bofetón en la cara. Él no dijo nada.

— ¿Qué quieres decir con todo esto? ¿Que te burlaste de mí, que me usaste y ahora soy desechable?

— No. Quiero decir que puedes estar tranquila con respecto a mantener al bebé lejos de mí, porque ya no me verás más, para luego tirármelo en cara que estoy cerca de ti, para demostrar a todos que soy el padre. — escupió las palabras hacia mí.

— En ningún momento te dije que te quiero lejos. — dije.

— No necesitas decirlo, tus acciones hablan por ti. — Enrique ironizó.

Mi vista se nubló, pero logré mantenerme de pie. No quería que Enrique me tocara de nuevo. Lara vino hacia mí y me invitó a descansar.

— Los dos necesitan madurez. — Lara dijo mirándonos. — Ella está embarazada, Enrique, ten más paciencia y no te rebajes tanto. — Lara me arrastró hacia el apartamento.

Estoy en el sofá acostada, después de haber tomado algunas vitaminas y merendar un zumo que Lara hizo. Además de escuchar todo lo que escuché de Enrique, ahora tengo que aguantar a Lara parloteando.

— No sé qué hacer con ustedes dos. Parecen niños mimados. — dijo caminando de un lado a otro, mareándome. — No te entiendo, ¿por qué estás cerca de él si no quieres que vea al niño?

— Él mismo dijo que no me preocupara, porque se irá. — dije viéndola mirarme. — ¿Estás de su lado en lugar de estar del lado de tu mejor amiga?

— No estoy del lado de nadie, los dos están equivocados. — Lara bufó. — Reconoce, Ana, que Enrique te ama. Si no fuera así, nunca se preocuparía por ti, solo se preocuparía por su hijo, que llevas dentro. — Lara habló sin respirar. Nunca la había visto así, tan enfadada.

Lágrimas cayeron de mis ojos. Ella se detuvo y se sentó a mi lado, abrazándome.

— Perdona si estoy siendo tan brusca. — Me apretó. — Si no te das cuenta de lo que estás haciendo, alejarás a Enrique de ti y todo este sentimiento que os rodea dejará de existir. Y tú, lo echarás de menos algún día, y será demasiado tarde. — dijo Lara. — Solo quiero lo mejor para ti.

— Espero que así sea. — dije.

Subí a la habitación para descansar. Pero no podía, las palabras que escuché de Enrique me hirieron. Duele en el pecho, saber que fui usada por él, incluso si dijo todo eso con rabia. Fue una herida que quedará en mí, no sé si sanará algún día, si cicatrizará si él me pide perdón. Sé que también pude haberlo herido con mis acciones y lo reconozco.

Si se va, como dijo que lo haría, lo sentiré de verdad. No quiero que se vaya, que me deje sola. Porque Lara tendrá que regresar a su ciudad, solo está aquí para pasar estos días conmigo.

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