06 Ana Castilho

"Lara golpeó la puerta. La había llamado para que me hiciera compañía estos días, hasta que Víctor regresara de su viaje. Necesito relajarme un poco y tener a alguien con quien hablar, y ella es la persona indicada para escucharme. Estuvimos hablando sobre el caso que me ha estado afectando estos días, hasta que Lara me hizo una pregunta curiosa:

— Entonces, Ana, ¿sabes quién es tu nuevo vecino? — confieso que ni siquiera sabía que alguien había ocupado el apartamento de al lado, ha estado cerrado por mucho tiempo.

— No tengo ni idea, este apartamento ha estado cerrado durante meses, desde que Cristina se separó de su esposo y él casi la mata. — expliqué.

Cristina era una buena vecina y amiga, simplemente tuvo la mala suerte de conocer a un hombre en la discoteca y, sin conocerlo bien, se mudó con él. Un día, su exnovio golpeó la puerta del apartamento y hubo una pelea terrible solo porque él se puso celoso de que ella hubiera encontrado a alguien más. Cuando él se fue, el actual la golpeó tan fuerte que casi la mata, y fui yo quien llamó a la policía. No iba a quedarme aquí escuchando sus gritos de auxilio sin hacer nada. Desde entonces, él fue arrestado y ella se fue por miedo a que saliera de la cárcel algún día y la persiguiera.

Lara y yo empezamos a organizar las cosas en casa, mientras ella me contaba que cuando subió, un hombre muy guapo y diferente entró al apartamento acompañado del administrador. Lara también mencionó que el administrador parecía dispuesto a lamer el suelo por donde pisa el nuevo vecino, le preguntó si quería cambiar el color del apartamento, cómo lo quería, si se sentía cómodo. Debo admitir que me dio curiosidad saber quién era. Debe ser alguien muy importante para que el señor administrador lo haya ubicado allí, en lo alto.

Mientras Lara lavaba algunos platos en el fregadero, organicé la poca basura que tenía en casa en una bolsa y salí del apartamento para sacarla. Caminé unos pasos y choqué accidentalmente con una especie de roca humana. Estaba en la luna, pensando en este nuevo vecino que extrañamente despertó mi curiosidad.

— ¡Tú! — dije sintiendo sus manos sujetándome por la cintura, evitando que cayera al suelo. Extrañamente, siento algo diferente en mi cuerpo al sentir su contacto. Lascovic me suelta.

— Sí, soy yo, Enrique Lascovic en carne y hueso. — responde calmadamente, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón.

— ¿Me estás siguiendo? — pregunté sin poder creerlo.

— Dame esa bolsa de basura, no deberías estar cargando peso, Ana. — dice tomando la bolsa de mis manos, mientras ignora mi pregunta.

Al ignorar completamente mi pregunta recién hecha, deduzco que sí, me está siguiendo. No puede ser una coincidencia que se mude aquí, justo donde vivo. Ahora estoy completamente en aprietos, cargando un bebé de otro hombre, y como si eso no fuera suficiente, el padre ahora vive cerca de mi apartamento.

— Es mejor que no me estés persiguiendo. — protesté.

Me permití volver sobre mis pasos hacia mi apartamento, pero Enrique me hizo regresar. Casi me sentía mareada por el almuerzo que había comido y ahora tengo que oler el delicioso perfume de ese hombre, por el buen aroma, reconocí que era "Malbec", un perfume conocido por todos como el perfume de un hombre que no es de fiar. Si me equivoco, corrígeme.

— ¿Cómo estás, Ana? — ahora sus ojos negros están en mí, esperando que le responda.

¿Qué está pensando este hombre? Ni siquiera lo conozco bien y ya está con tanta confianza.

— ¿Qué cuesta responder? — Enrique suelta el aliento que tenía contenido. — Mira, Ana, solo te estoy preguntando cómo estás, no te voy a arrancar un pedazo, créeme.

— Está bien, perdona, Enrique. — dije pasando las manos por mi pelo. — No estoy nada bien, si eso es lo que quieres saber. — confesé.

— ¿Sientes náuseas? — preguntó.

Su preocupación es evidente y no quería admitir que se ve muy guapo cuando está preocupado. Incluso pienso que hasta llorando este hombre es un dios griego. Alejé mis pensamientos, no puedo pensar así de un desconocido y, además, soy una mujer casada.

— Sí, siento muchas náuseas, mucho sueño y cuando como algo que deseo, siempre lo devuelvo. — respondí.

— Es normal durante el embarazo, pero ven conmigo, te daré una infusión y te sentirás mejor. — invitó abriendo la puerta de su nuevo apartamento. Entré, echando un vistazo a todo, mientras Enrique llamaba a un hombre con traje y un auricular, supongo que es un guardaespaldas. El hombre tomó la bolsa de basura de las manos de Enrique y se fue. Enrique entró al apartamento y cerró la puerta. — Siéntate por favor, iré a buscar el té. — fue a la cocina. — Aquí tienes. — me entregó la taza con el té y se sentó a mi lado en el cómodo sofá.

— Mira, señor Lascovic, no pienses que somos amigos, porque no lo somos. — aclaré tomando un sorbo del té.

— Llámame solo Enrique, por favor. — pidió él. — Mira, Ana, no quiero que tengas una impresión equivocada de mí. Si no quieres mi amistad, está bien, es tu decisión, pero el ofrecimiento sigue en pie.

— Ya me voy, tu novia debe estar a punto de llegar y no quiero causar más problemas. — me puse de pie, dejando la taza vacía en la mesa de centro.

— No tengo novia, así que no te preocupes por eso. — él también se levantó. — Terminamos, y es mucho mejor así. — confesó.

Mi corazón latió fuertemente por esa confesión, ahora estoy en el apartamento de un soltero, debo salir de aquí lo más rápido posible.

— Lo siento mucho, de verdad. — dije sinceramente. — Gracias por el té, me siento mejor ahora. — dije saliendo ya.

Entré en mi apartamento y Lara estaba preocupada por mi demora. Le conté lo que pasó y quién es mi nuevo vecino, y ahora no deja de decirme que es cosa del destino. Demasiado destino por aquí y por allá, ya me está cansando."

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