Ana Castilho

Ya en mi apartamento, entré y noté que todo estaba organizado, pero no de la manera en que lo dejé. Tal vez Enrique entró aquí y lo organizó todo mientras yo dormía. Mis muebles, que antes estaban cubiertos de polvo, ahora estaban completamente limpios. No puedo acercarme al polvo, ya que mi rinitis se desencadena de inmediato.

Caminé hacia mi armario y vi que estaba abastecido con todo. Me sentí avergonzada por eso, no quería que Enrique notara que necesitaba de todo. Mi nevera también estaba llena de delicias. Dejé escapar una sonrisa tonta, tomé un trozo de chocolate y me senté en el sofá mientras lo comía tranquilamente.

Abrí mi portátil, revisando todas las fotos antiguas que tengo. Entre ellas, hay algunas mías y de Víctor, las mismas que estaban en los cuadros de la pared. Caminé hasta allí, las quité todas y tiré las fotos nuestras a la basura. Las lágrimas comenzaron a caer cuando recordé nuestra boda y lo felices que éramos.

Puse mis manos en mi barriga crecida, recordando el sueño que tanto deseaba cumplir. Gané algo y perdí otra cosa, por un error que no cometí. Sin embargo, esta situación sirvió para abrir los ojos, tanto para mí como para Víctor. Él me estaba engañando desde hace mucho tiempo, y yo no lo sabía. Eso explica por qué llegaba tan tarde de la empresa, mientras decía que estaba trabajando.

Sin embargo, me siento feliz de tener un bebé en mi vida, en mi vientre. No puedo esperar para tenerlo en mis brazos, mimarlo mucho, llenarlo de besos y cuidados. Aunque haya llegado de una manera equivocada dentro de mí, soy la madre y eso no puedo negarlo. Le daré amor, cariño y mucha protección.

En mis conversaciones con Enrique, él me dijo que uno de sus hombres siguió a Víctor y descubrió que me estaba engañando con su exnovia, Ana Castro. Confieso que me sentí herida, por mí y por él. Enrique está tratando de averiguar cómo se conocieron los dos y dónde.

Mañana iré a la clínica junto con Enrique para saber cómo está nuestro bebé. También queremos descubrir el sexo para empezar a comprar todas las ropitas y muebles.

— Mi amor, mamá te quiere mucho — le hablé al pequeño ser dentro de mi vientre, y obtuve pataditas como respuesta a mis caricias. — ¿Te gustó el chocolate? Tu papá lo compró, es un hombre muy cariñoso, pero no podemos tener nada — dije, mirando a un punto fijo frente a mí.

Todo esto es nuevo para mí. Es un mundo nuevo, un nuevo descubrimiento. Desde que supe que estaba embarazada, nunca antes había acariciado mi barriga, y mucho menos hablado con esta criaturita que crece dentro de mí, día tras día.

Tan pronto como terminé de organizar los pequeños cuadros, que ahora estaban sin fotos, regresé al sofá. Volví a mirar mi portátil, borré todas las fotos de allí también. Dejé solo las mías y las de mi familia y amigas.

Mi padre ya no está entre nosotros. Murió cuando yo tenía solo 2 años, en un accidente de coche junto con mi madre. Nunca superé ese terrible dolor. Les encantaría conocer a mi bebé si estuvieran aquí.

Pasé prácticamente 1 hora sentada en el sofá, limpiando muchos recuerdos dolorosos. Solo me levanté después de escuchar a personas discutiendo en el pasillo. Fui a ver quiénes estaban peleando. Vi que se trataba de Enrique y Ana. Estaban discutiendo.

Caminé hacia ellos, y cuando ella me vio, se calló.

— Ana, no deberías haber salido de tu apartamento — dijo Enrique mirándome.

— No debería, pero vi que había una discusión y mi curiosidad es mucho mayor que mi deseo de quedarme dentro del apartamento — dije mirando a la mujer frente a mí.

— Entonces, ¿tú eres la que mi ex está acostándose ahora? Qué patético. ¿Quisiste vengarte porque agarré a tu marido? — dijo ella, sacándome de quicio. Sé que no debo enfadarme por el bien de mi bebé, pero no pude quedarme quieta.

— Te quedaste con él y todavía te enorgulleces de haber puesto cuernos a este hombre maravilloso — provocé. — Pues déjame decirte algo, Ana, perdiste a un hombre. Lo cambiaste por un mujeriego que es de tu calaña — besé a Enrique solo para provocarla y como parte del espectáculo, Enrique pasó sus manos por mi cintura. — Espero que nunca más vuelvas aquí para molestar a mi hombre — Enrique y yo entramos y cerramos la puerta en su cara, mientras ella quedaba ladrando como una perra.

Después de muchos escándalos por su parte, finalmente se fue. Observé a Enrique tumbado en el sofá, mirando el techo pintado de blanco. Sus pensamientos estaban muy lejos.

— ¿Qué te dijo Ana, Enrique? — pregunté curiosa.

— No quiero hablar de ella, Ana. Prefiero que no sepas, ahórrame ese dolor — dijo él.

— No quiero dejarlo pasar, cuéntamelo, quiero apoyarte — me senté a su lado.

— Te lo contaré, solo porque si no me libero de esta carga, no sé si podré dormir esta noche.

— Entonces, ábrete conmigo. Cuando lo necesité, tú estuviste a mi lado, Enrique — acaricié su rostro.

— Ana me dijo que la causa de los abortos espontáneos que siempre tuvo fue culpa de ella misma. Tomó medicamentos para abortar. No quería tener hijos, porque su cuerpo es demasiado hermoso como para dejar que un embarazo arruine su hermoso cuerpo de modelo — dijo con tristeza. — Pasé años de mi vida soñando con tener un heredero, y yo pensaba que ella tenía problemas de salud. Tanto que la ayudé. Todo el dinero que invertí en ella, lo gastó todo en ropa lujosa, y me mentía, diciendo que se lo regaló una amiga del trabajo. ¿Sabes lo que es confiar en alguien a quien amas y, de repente, toda esa confianza se convierte en odio? — sollozó. — Ella mató a mis hijos, Ana, esta maldita mató a mis hijos — sollozó.

Acolché a Enrique en mis brazos mientras lloraba, le hablé palabras para que se calmara. Me sentí estresada por lo que escuché. Hay mujeres que sueñan con tener un hijo y no pueden, y esta víbora lo hizo en tres embarazos. Maldita sea.

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