...Al día siguiente…...
—¿Y como te fue en tu último viaje? —Pregunté antes de dar un bocado de comida.
Estábamos en un restaurante cerca del centro de la ciudad.
—Estuvo bien. Fue algo tedioso no encontrar un buen hotel, pero, lo demás estuvo bien.
—¿Por donde dices que estuviste?
—Sonora.
—Ah. Nunca he ido por allá.
—Hace mucho calor.
—¿De verdad?
—Sí. Mejor no vayas. Hay otros lugares más bonitos.
—¿O sea que no te gustó por allá?
—Casi no.
—¿Cuál es tu lugar favorito?
Metí la cuchara en mi boca, la salsa verde estaba muy deliciosa y las enchiladas suizas eran magníficas.
—¡Tú!
—¿Yo? —Me tomó desprevenida.
—Me gusta estar en ti.
Sus labios se curvaron suavemente en una sonrisa llena de picardía y deseo.
—¿Te gusta estar adentro de mí?
—De forma literal, sí.
—Está bien. Yo, la neta no creo que mi vagina deba contar cómo las ciudades que has visitado. ¡Esto es diferente!
Mi forma de hablar irradiaba seguridad. Bebí un poco de agua de limón.
—¿Por qué no debería contar? En realidad, a mí me gusta sentir demasiado gusto por la forma en que me dejas estar en tu cuerpo. ¡Ese es mi lugar favorito!
No podía aguantar esto, me causo mucha gracia que Samuel estuviera de caliente a la hora de la comida.
—¡Lo sabía! Solo me necesitas para poder tener sexo. ¡Soy tu máquina de orgasmos!
No aparte mi vista de él.
—En realidad, eres más que eso.
—¿Que soy para ti?
—Una mujer bonita.
—¿Solo eso? —Negué con una carcajada.
El tiempo nos había hecho conocernos de forma superficial. En realidad, si nos conocíamos de meses atrás, pero, más allá del sexo, nuestras conversaciones eran simples cosas triviales y favores costosos.
—No. Pero me gustaría conocerte más.
Bebió un poco de agua, sus manos eran grandes, sostenía el vaso contra su boca.
—Opino lo mismo. Deberíamos conocernos más.
—¿Quieres hacer algo esta tarde?
Me hice la pensativa, como si fuera muy difícil poder decidir qué es lo que podríamos hacer.
—Me gustaría seguir platicando. Que tú preguntes sobre mí y yo pueda mostrarte más detalles que aún no conoces sobre mi vida.
Arrugó suavemente su entrecejo.
—¿Platicar?
—Sí.
—¿No quieres que te lleve de compras? ¿O ir al cine? ¿Ropa cara?
Sonreí. ¿Por qué algunos hombres piensan que todas las chicas queremos eso? ¡Si tan solo no fuésemos tan superficiales!
—No quiero nada de eso. Prefiero que tú me digas cosas que yo desconozco de ti. ¿Para que ir de compras? ¿De que me sirve todo eso, si al final seguimos siendo superficiales? Así no podremos seguir con todo esto de ser prometidos.
Se quedó meditando en mis palabras, como si nunca nadie le hubiese dicho algo así. ¿Cómo trataba a su antigua esposa? ¿Qué cosas solían platicar? ¡Eso nunca lo sabré!
—¡Está bien! Quieres que nos conozcamos más allá del sexo.
—¡Exacto! Es que pues, por razones obvias, creo que empezamos con el pie izquierdo. Nos adelantamos a pasarla en la cama y antes, no nos dio tiempo de poder conocernos. ¡No quiero que solo mi vagina sea tu lugar favorito! ¿Qué hay de mí cuerpo completo?
¡Eso había pasado! Muchas cosas habían quedado intocables, aquellas realidades de nuestras almas aún no se habían desnudado por completo y eso era un dilema. ¿Quien se casa con un hombre sin haberlo conocido antes? ¡Alguien caliente quizá! Una mujer vacía y sin ganas de obtener algo duradero.
—¡Está bien! Dejare que nos conozcamos.
Sonreí.
—Después de todo, somos prometidos.
Asintió.
—¿Quien comienza? ¿Tú o yo?
—Como sea, no hay problema.
—De acuerdo. Entonces, ¿tienes familia?
—No. Mis padres murieron hace ya algunos años y solo quede yo.
Se sorprendió mucho.
—¡Perdón! Yo no sabía, Jules, lo lamento. Di por hecho que…
Si mis padres no hubiesen muerto, ¿que vida tendría justo ahora?
—¡Descuida! Estas cosas pasan sin que podamos controlarlas. No me siento triste.
—¿Tú…?
—¿Y si me compras un helado?
—¿Quieres un helado?
Asentí.
—Dicen que los helados que venden en ese parque son buenísimos. ¿No se te antoja uno? —Señale un puesto de helados justo debajo de un árbol.
Samuel, un hombre fuerte, guapo y muy amable; estaba mirándome con cierta curiosidad, sonreí para él.
—Tiene años que no voy a un parque a comer helado. ¿Es normal?
—Creo que sí. Sueles estar muy ocupado que, seguramente se te olvidó lo que tienes que hacer para disfrutar de la vida.
—¿Como puedo disfrutar de la vida?
Caminamos hasta el parque, había poca gente porque hoy era lunes y los inicios de semana suelen ser tranquilos. Él eligió un barquillo de vainilla con chocolate y yo, quise uno de queso con zarzamora. ¡Delicioso!
Caminamos por el parque, al igual que Samuel, también tenía mucho tiempo que yo no salía a comer helado por un parque. ¡La vida nos estaba impidiendo disfrutar de lo bueno! Decidimos subir al quiosco,
—¿Sabe bueno? —Le pregunté.
—Sí. ¿Quieres probar?
Me sorprendió que me ofreciera de su helado.
—Bueno.
Acercó su barquillo hasta mi boca y di un lengüetazo. ¡Muy dulce! Deguste por algunos segundos.
—¿Te gustó?
—Está bueno. ¿Quieres probar el mío?
No fue necesario que respondiera, sin dudar, acerque mi helado hasta su boca. Se agachó ligeramente, vi su lengua, obtuvo un poco de mi sabor y esto era algo nuevo para los dos. Sonreí.
—¿Y bien? —Pregunté y moví mis cejas.
—Está más bueno que el que yo elegí.
—¡Solo un poco! Este sabor es mi favorito.
—¿Y si cambiamos?
—No creo. Si quieres te doy un poco más, pero, no puedo cambiar mi helado por el tuyo. ¡Prefiero este!
La escena y el lugar, me parecían ser los ideales para grabar una novela romántica.
—Está bien. Me voy a conformar con esto.
Asentí.
Desde allí arriba, el parque tenía otra vista. Como si pudieras percibir detalles que a simple vista no son notorios. ¿Es posible? Aquí me di cuenta de algo que necesitaba expresar, porque en realidad, si sentía esto y lo quería sacar.
—¡Me gustas! —Dije sin miedo.
—¿Tú…?
—Eres un buen hombre, guapo y con buenas cualidades.
Cause una sonrisa con rubor.
—¿De verdad?
—Sí. Lo digo enserio. Y también quiero decirte qué tal vez, aún no logras percibir qué hay cosas más importantes que el trabajo. Desde que te conozco siempre andas de viaje, lejos de casa y te desvelas mucho. ¿De verdad vale la pena? ¿Que es lo que estás perdiendo a cambio de ganar dinero?
—¿No te gusta que sea adinerado?
—El que seas adinerado te convierte en la cereza del pastel. Pero, la cereza no es nada si no hay pastel. ¡En realidad me da igual que tengas mucho dinero o poco!
Se sorprendió. ¡Este era el detalle principal! Aquello que la abuelita me había contado aquella noche.
—¿Por qué te da igual? Yo no creo que eso sea posible.
Sonreí, comí un poco de helado y lo dije.
—Porqué por culpa del dinero perdí a mi familia. Por un montón de dinero estoy dónde estoy. ¡Gracias al dinero que mi familia solía tener, la vida se me volvió más difícil!
Me convertí en prostituta.
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