DIFERENCIAS

El sonido de las croquetas cayendo sobre el plato de mi mascota, causan que el minino ronronee restregándose a mis piernas. ¡Es muy cariñoso!

—Ahora tienes comida, agua, un plato digno, un techo y me tienes a mí —acaricié su cabecita mientras comía las croquetas—. Solo espero que Josué no me reclame nada acerca de tenerte aquí.

Después de reunirme con Jorge, le pedí a Germán que me hiciera el favor de llevarme a una tienda de comida para mascotas. ¡Porqué ahora tengo un hijo que cuidar!

—Y por cierto. ¿Donde vivías antes? ¿Cómo fue que llegaste hasta mi habitación? ¿Conocías este motel? ¿Por qué eres muy cariñoso conmigo? ¿Sabes que soy una mujerzuela? ¡Ay, como sea! De todos modos no me vas a responder, solo eres un animalito.

Me reí como niña chiquita.

—Y bueno, creo que debo darte un nuevo nombre. ¿Como de que tienes la cara? A ver, déjame pensar.

El gatito dirigió su mirada a mí por algunos segundos, después siguió comiendo.

—Te llamaré Monty. ¡Me gusta ese nombre! Serás Monty de ahora en adelante.

Mi celular comenzó a timbrar. Era Samuel.

—¿Hola?

¡Hasta apenas se estaba reportando!

—Jules. ¿Cómo estás?

—¡Estoy bien! ¿Y tú? ¿Cómo amaneciste?

—Necesito hablar contigo.

Se escuchaba un poco de ruido, algo así como una canción de fondo.

—Estamos hablando ahora mismo.

—No me refiero a hablar así. ¡En persona!

Supe que hoy no iba a poder descansar. ¡Ni modo! Mi cuerpo no iba a reposar este fin de semana.

—Está bien.

—Estoy afuera del motel. ¿Quieres ir a comer algo? Espero que no me odies.

Me reí tantito.

—No te odio, ya se me pasó el enojo. ¡Tranquilo! Salgo en diez minutos.

—¡Gracias!

Mi celular ya no tenía batería, así que decidí dejarlo cargando en el enchufe que estaba del lado izquierdo de mi cama. Afuera soplaba muy rico el viento, un hombre estaba llegando recién, conducía un auto de color rojo y él quedó impactado con el escote de mi pantalón sobre mi culo. ¡Gente caliente!

Sobre la avenida, el mismo auto en el que había viajado la noche anterior, estaba estacionado. Samuel posaba recargado en la puerta del copiloto y sonrió al verme. ¿Que pasaría con nosotros? ¿Seguíamos siendo jefe y empleada?

—Hola.

—Jules.

—Samuel.

Sus ojos se llenaron de brillo.

—¿Puedo abrirte la puerta? —Su mano estaba afianzada de la manija.

—Ya estás listo para abrirme. ¡Abre sin miedo! Es tu auto.

Le causé una sonrisa, abrió la puerta del auto y pude abordar.

—¡Que educado!

Se alejó, rodeó el frente del vehículo y subió para poder conducir. Encendió el motor, sonaba un poco de música y empezamos a avanzar.

—Perdóname por…

—Ya pasó.

—¿Estas molesta?

—¿Y qué caso tendría amanecer molesta? ¡Ya se me pasó el enojo! Solo me sentía avergonzada hasta antes de acostarme a dormir. ¡Hoy es un nuevo día!

El cielo estaba de color azul, muy despejado y con un panorama de la ciudad algo tranquilo.

—¿Como haces eso?

—¿Hacer que?

Sus manos estaban aferradas al volante, parecía estar muy concentrado en conducir bien.

—Eso de sentirte bien aunque te hice pasar un mal rato.

—No fue un mal rato, al menos me pagaste y eso lo compenso todo —reí ligeramente.

Llegamos al zócalo de Cholula, caminamos hasta los portales y nos sentamos para ocupar una de las mesas de un restaurante. ¡Había bastante gente comiendo y Samuel con mucha hambre!

—¿Solo vas a desayunar eso?

—Sí.

—¿No quieres pedir algo más?

A él le habían traído un plato de chilaquiles verdes. Yo solo pedí un trozo de pastel. ¡Ya sé! Muy diferentes.

—No, de verdad. Estoy bien así. Lo qué pasa es que ya había desayunado, ya son las dos de la tarde.

Él no sabía que su padre me había contactado antes.

—Bueno. Pues buen provecho entonces.

Asentí. Comenzamos a almorzar.

—Seguí tu consejo y obedecí —dijo de repente.

—¿Que consejo? —no entendí al instante.

—Hablé con mis padres, les dije la verdad sobre ayer.

—¿Cual fue su reacción?

—Quieren invitarte a cenar a su casa.

¡No me sorprendió! Su padre ya me había hecho la invitación oficialmente, así que, tuve que obligarme a fingir que estaba muy sorprendida. ¡Comencé a sacar mi lado canijo!

—¡¿De verdad?! Yo pensé qué quizá no querrían volver a verme, más que nada, por todo el espectáculo que hicimos ayer.

—¿Espectáculo?

—Ajá. Al final me hiciste quedar como la chica mala, la insensible, la rompecorazones. Y tú quedaste como el chico despreciado.

Bebí un poco de té.

—¡Perdona! La verdad es que no pensé mucho en todo lo que podría ocasionar.

—Descuida, soy una escort, estoy acostumbrada a que la gente siempre ande hablando mal de mí. ¡Eso me hace sentir como que soy importante!

Arrugó su entrecejo como señal de curiosidad.

—¿Te gusta que hablen de ti?

—No, pero te acostumbras. Entonces cuando alguien te critica o piensa cosas de ti, es como si te estuviera regalando de su tiempo y eso te vuelve una persona importante.

—¡Oh!

—Bueno, eso es lo que yo pienso.

—Interesante.

Dio un bocado a su comida, era mi momento para empezar.

—Oye. ¿De verdad tienes ganas de casarte?

Mi pregunta le causo sorpresa. Sus ojos se abrieron un poco más que antes y parecía que lo puse en aprietos.

—¿Por qué la pregunta?

—¡Es obvio! ¿Por que un hombre como tú le pediría matrimonio a una mujer como yo? Eso no estaba en lo que habíamos acordado. ¡El anillo se veía precioso!

Partí un poco de pastel con la cuchara y la metí en mi boca. ¡Delicioso pastel de piñón!

—Te pedí matrimonio porque eres mujer, una muy bella mujer.

—Tienes treinta años, ¿no?

—Treinta y dos.

—Yo tengo veinte. ¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo?

Se me quedó mirando como si intentara verificar las palabras, acciones y circunstancias que ambos teníamos en la vida.

—¿La diferencia de edad?

—Aparte de la diferencia de edad. ¿Que más puedes notar?

Comí más pastel, el chantillí estaba muy sabroso. ¡Elegí bien!

—¿Que tú eres mujer y yo soy un hombre?

Sonreí. ¿De verdad no era capaz de ver la diferencia de nuestras vidas? ¿Por qué no podía descifrar la realidad de nuestras jodidas vidas?

—Samuel, la diferencia es que tú ya estuviste casado con una mujer, te engañó y ahora estás intentando jugar conmigo. En mi caso, he estado con muchos hombres de diferentes edades, pero nunca, nunca he jugado con ninguno. He estado muchas veces en la cama contigo y siempre he tratado de ser lo que necesitas en esos momentos. ¡Te trato con dignidad! ¿Acaso no merezco lo mismo por parte tuya? ¿El simple hecho de alquilarme te da el derecho de jugar con tu familia, tus padres y conmigo? ¡Creo que aún no has madurado!

Bajé la mirada, bebí té y el silencio de Samuel me confirmó que había logrado tener éxito con lo que Jorge me había encargado.

—Yo, la verdad…

—¡Gracias por invitarme a almorzar contigo! Tengo que irme.

—Pero…

Me puse de pie, en mi plato había un poco de crema chantillí rosada, puse un poco en mis labios, caminé hasta Samuel y planté un beso en su mejilla. ¡Dejé una marca de chantillí!

—¡Cuídate mucho! Nos vemos en la cena de tus padres.

Y me fui.

Sentí que era el mejor momento para dejarlo ahí. Quería que él meditara sobre sus acciones y en cómo es que estaba llevando su vida. ¡Ojalá mi técnica diera frutos rápidamente! Samuel era encantador, pero de cierto modo, si era un poco canijo con la inmadurez.

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