Investigando

En la noche, Bianca llama a su Madrina, le comenta sus sospechas:

-Madrina, creo que mi padre no es sincero con mamá-

- Cosita, sí tienes sospechas, es porque algo no anda bien. Entonces, ¿Por qué no sales de dudas y lo sigues a escondidas?- taimada, contesta la Bruja, quien conoce la verdad de las infidelidades de aquel falso hombre.

-¿Crees que estaría bien sí hago eso?- pregunta con dudas Bianca.

-Querida ¿Piensas que estaría bien no saber la verdad? ¿Y sí ese hombre engaña a Eliodora?- contesta con otra pregunta, haciendola reflexionar.

-Madrina, tienes razón, voy a seguirlo cuando salga de casa- decidida a encontrar evidencia de las mentiras del padre.

Al día siguiente, cuando el padre salió apresurado de casa, bajo el pretexto de una reunión de negicios, Bianca siguió de lejos su carruaje, en su caballo. ¿Cuál fue su sorpresa cuando lo ve entrar a un restaurante?. Bianca, sigilosa se acerca, y en una mesa que da hacia la calle, observa a su padre muy sonreido y feliz, sentado con una mujer y dos niñas, cercanas a su edad, pero fue peor cuando escuchó que lo llamaban: "padre", al parecer celebraban el cumpleaños de una de las niñas.

Bianca, se sorprendió tanto que retrocedió e hizo ruido con una silla, llevaba puesta su Caperucita roja, así que no pasó desapercibida, huyendo rápidamente de ese sitio.

-Creo, que mi hija Bianca, nos vio. Voy a estar en problemas con Eliodora- comenta Ruperto.

-Corazoncito, es mejor así, ya es tiempo de que vivas siempre con nosotras, somos tu verdadera familia y no esa campesina y su mugrosa hija- contesta Tremaine, sin ocultar el desprecio por Eliodora y Bianca.

-Ella tiene el control de la tienda, y si la abandono, legalmente no tendría por qué darme el dinero de la tienda- comenta preocupado Ruperto, tan solo por el cochino dinero.

-Sí ese es el problema, yo tengo la solución, con una mordida de las manzanas "aderezadas" de mi huerta personal, podemos eliminar ese estorbo, y recuperar tu negocio por completo- con una sonrisa siniestra, propone Tremaine. Ya tenía ganas desde hace muchos años de eliminar a Eliodora, y había hecho algunos mejunjes venenosos en espera de la mejor ocasión, y esta, ya se estaba presentando.

-¡No, no puedo hacer eso!, Bianca sufriría mucho, además ¿Quién administrará la tienda? - pregunta preocupado, no quiere asesinar a Eliodora, después de todo, la tienda es un buen negocio, gracias a la constante y diligente dedicación de Eliodora. Él sabe, que Tremaine y sus hijas solo sirven para gastar el dinero, pero tampoco puede dejarlas, amaba a Tremaine, era en definitivas cuentas, mucho mejor que Eliodora en la cama. Ya que evidentemente, Tremaine tenía más experiencias previas, y eso era lo que menos le importaba a Ruperto, y aunque probablemente, ni siquiera Griselda y Druzilla eran sus verdaderas hijas... Mientras no lo supiera, seguiría pensando que ellas son sangre de su sangre.

Por otra parte, Bianca llega corriendo a su casa y le cuenta a su madre lo que vio y escuchó:

-¡Mamá, mamá, mi papá tiene a otra familia y tiene a dos hijas, estaban en un restaurante!- Pero, por supuesto, la madre, no le creyó.

-Estás viendo cosas que no son, él dijo que iría a una reunión de negocios, seguro escuchaste mal, y lo viste con la señora de los negocios, con quien iba a reunirse. Mejor ve a bañarte y luego baja para almorzar- le da un beso en la frente.

Si tan solo en aquel momento, Eliodora hubiese escuchado a su hija, no tendría el trágico final que se le avecinaba... ¡Pues, quien va a caer no ve el hoyo!

Lo que Eliodora desconocía, era que el Karma le había llegado, su esposo había convertido en amante a Tremaine, su antigua prometida, quien si era una gran Villana HdP, pues no tenía un pelo de tonta,  también con argucias, se embarazó y no una, sino dos veces, probablemente, de algunos de sus amantes, porque el idiota de Ruperto, era estéril. Ella tuvo 2 hijas: Griselda y Druzilla, eran muy malcriadas por su madre, vivían entre grandes lujos, gastando a manos llenas el dinero, que producía en la tienda con arduo trabajo, la pobre Eliodora. Mientras Eliodora y Bianca, siendo su esposa e hija legales, vivían de forma humilde, siempre al límite, Ruperto apenas les dejaba dinero para lo básico, el resto se lo entregaba a Tremaine, quien si gastaba sin limitaciones.

Él llevaba una doble vida, con dos familias, beneficiando a la amante, como siempre sucede en estos casos. En esa época no existía el divorcio; sin embargo, bien sea por su hermosura o por el encanto dado por las Hadas, Ruperto no podía dejar de amar a la dulce Bianca, la niña encantada, nunca se atrevió a dejarlas, además, claro está, por sus intereses económicos en el floreciente negocio del almacén. Siempre mentía para ausentarse, diciendo que se iría de viaje "por negocios"... Casi nunca estaba en casa con Eliodora, solamente la utilizaba, ella sabía administrar bien el almacén, y eso era lo que en el fondo, más le importaba al libertino hombre.

Por otra parte, Eliodora, solamente se preocupaba por no ser descubierta:

-Bianca, recuerda que no debes usar tus habilidades para comunicarte con los animales, nadie debe enterarse, porque si lo hacen, te alejarán de tus padres, para ser vendida como esclava y serás maltratada, tu padre jamás debe saberlo- continuaba una y otra vez, amenazándola Eliodora, para asustarla, quien se había percatado que cuando la niña cumplió 8 años, había despertado el Don de comunicarse con los animales. Eliodora estaba muy consciente, de que esos dones, no los tenía ningún plebeyo.

Entendiendo sin lugar a dudas, que Bianca era de familia noble, además de la cadena con el emblema de oro de la familia real de Amatista, que llevaba en su cuello, el día que fue raptada y que Eliodora, había enterrado a los pies del gran árbol de baobabs en el Bosque Encantado, cuando se percató de que en su cuello colgaba un dije con el escudo real de Amatista con el nombre de "Aurora". Pero, ya el mal estaba hecho y no pensaba, ni por asomo, dar un paso hacia atrás en continuar con sus planes egoístas.

Todos los recuerdos, de lo sucedido en el pasado, golpeaban la culpable mente de Eliodora.

En la hora de la cena de forma despreocupada, Ruperto miente descaradamente, mientras se lleva un bocado de su jugosa carne a su boca:

-Bianca, te vi en las afuera del restaurante, donde se llevaba a cabo el almuerzo de negocios, con Doña Gertrudis y sus dos hijas, pero te fuiste tan rápido, antes de que te las pudiera presentar- comenta, después de que Eliodora le dijo, que su hija lo había visto en el restaurante con una mujer y dos niñas; era el momento para hacerla quedar mal con su madre, y al mismo tiempo advertirle, con una mirada asesina, que no debía meterse en sus asuntos.

-Lo siento, fui a hacer una entrega de hilos de tejer para Doña Cleotilde, estaba apurada- aunque ofrece una falsa sonrisa, suspira pensando, en las desvergonzadas mentiras de su padre y en la tonta de su madre que continuaba ciega, creyéndole solamente a él, y las palabras sinceras de su hija, sencillamente las desestima. Pero, algún día se dará cuenta ella misma de la cruel realidad, pero para ese entonces, ¡será demasiado tarde!

A la mañana siguiente, Eliodora, se entera por el leñador del bosque (quien le solicitaba algo de tiempo, para pagar sus deudas, con el almacén), de que su madre, Perséfones, había enfermado, ella seguía viviendo en la cabaña del Bosque Encantado, por lo cual, debía enviar a Caperucita con una canasta de alimentos y medicamentos para su abuelita. Ruperto, como siempre, no estaba con ellas, así que tenía que quedarse atendiendo el negocio del almacén.

-Bianca, mi niña, no debes hablar con extraños, ve por el sendero señalado en el Bosque- le dice Eliodora mientras le colocaba aquella caperuza roja, sujetándola en el cuello con un lacito, y ponía la canasta en sus manos.

Eliodora no podía ir, porque se encargaba de la tienda que su marido, abrió, para mantenerla ocupada, de esa manera no sospechara de sus infidelidades, y además ganar dinero con las mercancias, que traía de otros reinos; como ya antes, les había explicado.

Ahora, Caperucita Roja se disponía a cruzar solita, el Bosque Encantado...

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