...En casa, a la hora de la comida... ...
—¿Cómo te fue en la escuela? —preguntó papá.
Estábamos sentados alrededor de la mesa, comíamos adobo con arroz blanco y eran las cuatro treinta de la tarde. Era una buena hora del día.
—Yo diría que me fue súper bien. ¡Me gusto esa escuela! Es un poco diferente porque literalmente estás viendo videos casi todo el tiempo, pero pues de eso se trata. Por eso es un telebachiller.
—¿Hiciste nuevas amigas? —preguntó mamá.
El abuelo estaba sentado a la derecha de papá. Sus manos sostenían firmemente la cuchara y removía el arroz en el interior de su plato.
—¿Entraste a la escuela hija? —mi querido viejito me miro por algunos segundos.
—Si abuelito. Hoy fue mi primer día en la escuela y me siento feliz.
—¡Me da gusto por ti hija!
—¡Gracias abuelito!
Una sonrisa en labios arrugados me hizo sonreír.
—Y bueno, sobre lo de hacer nuevas amigas, la verdad no. Hice un nuevo amigo —dije en respuesta a la pregunta de mi madre.
—¿Un amigo?
—Sí.
—¿Un chico? —Mamá parecía muy incrédula de lo que yo les estaba diciendo.
—¿Cómo se llama?
—Su nombre es Armin.
—¿Armin? Nunca había escuchado ese nombre —dijo papá.
—Pues yo tampoco. Pero hoy fue la primera vez que lo escuché. Este chico parece ser agradable. Un poco tímido, algo reservado y, bueno, los demás lo molestan.
—¿Molestarlo?
—Sí, ya saben, eso de acosar.
—¿Lo acosan?
—Podríamos decir que sí. Aunque bueno, hoy lo defendí de unos chamacos pasados de lanza.
—¿Lo defendiste?
—¡Sí! Es que no sé. Como que Armin me transmite algo genial y frágil a la vez.
Papá me miraba con detenimiento. Partió una tortilla y con un trozo cuchareo su guisado. Metió la comida a su boca.
—¿Cuántos años tiene ese chico?
—La verdad, aun no lo averiguo.
—¿Es de tu clase?
—Creo que es de tercer grado, ya les había dicho.
Note algo de sorpresa en el rostro de mamá.
—¿Un chico de tercer grado que no se puede defender? —Preguntó papá.
Su pregunta me puso a pensar en las posibilidades del carácter de mi nuevo amigo.
—Bueno, es que ahora creo que todos corremos peligro. O sea, ¿te acuerdas de lo que le paso a Oscar?
El abuelo se levantó de su silla. Nuestra conversación terminaría allí y mi plato de comida también. Mis padres se quedaron pensando en lo que le había pasado a mi querido hermano años atrás en la escuela primaria. ¿También lo molestaban?
—Quiero salir a caminar —pidió mi viejito.
Mis padres se miraron entre sí.
—¡Vamos abuelito! Yo te llevo. ¿Quieres ir a ver a las gallinas?
—No lo lleves al…
—¡Sí! Llévame a darles maíz —mi viejito tenía la mirada tierna.
—Carlos yo creo que… —mamá siempre solía preocuparse demasiado por las cosas que mi abuelito pedía.
—¡Esta bien! Que Keyla saque a pasear al abuelito. Solo un rato, eso le ayudara a tranquilizarse.
¿Sacar a pasear al abuelito?
—Bueno. Pero regresen pronto —advirtió mi madre.
Mi abuelito se puso de pie al instante, tome su mano derecha. Su piel era muy suave, arrugada y demasiado frágil. Caminamos hasta la salida, fuera de la casa el viento de la tarde fue lo primero en refrescarnos. Caminar sobre el pasto me hacía sentir demasiado bien y el cariño que yo sentía por mi abuelito era muy grande.
—¿Me llevarás a ver las gallinas?
—Si abuelito. Te llevaré a ver a las gallinas.
—¡Gracias hija! Llevo varios días queriendo ir al gallinero.
Sonreí.
Nuestras manos estaban entrelazadas y me parecía muy íntima la sensación de poder demostrarle mi cariño.
—¿Abuelito?
—¿Qué pasó?
—¿Por qué te gusta venir a ver a las gallinas? Siempre estas algo inquieto por poder venir a verlas.
Una sonrisa apareció en su rostro, sus labios se curvaron de forma bonita y quise poder saber más sobre sus sentimientos.
—Las gallinas me recuerdan a tu abuela y a todos esos años en los que estábamos jóvenes. ¡Ella siempre está allí! Me espera todos los días para recoger los huevos y yo a veces no puedo salir a ayudarle. ¡Soy un ingrato!
¿Ella estaba allí?
—No te preocupes abuelito. Ella entiende la razón por la que tú no puedes ayudarle. ¡Tranquilo! Ella te quiere mucho.
¿Y cuál era la razón de todo esto?
Llegamos al gallinero, dejé a mi abuelito mirando a través de la malla del corral y fui a buscar algo de maíz quebrado. Al regresar a su lado, noté que estaba demasiado feliz y decía cosas.
—¿Dónde te escondes bonita? ¿No me quieres ver? ¡Te extraño mucho!
Escucharlo decir esas cosas me partía el corazón. Era como si el presente le jugara muy chueco y de forma muy cruel.
—Abuelito.
Su sonrisa me causo nostalgia.
—Regresaste hija. ¿Trajiste el maíz?
—Sí. ¡Aquí está! Mire, vamos a darles un poco a las gallinas.
Sus manos se introdujeron en la cubeta de maíz y aventamos algunos puños del cereal a las ponedoras. De pronto, mi viejito se quedó estático mirando hacia el infinito.
—Hija.
—¡Mande!
—¿Has visto a tu abuela? Parece que esta vez no quiere verme. Seguro que se ha escondido de mí. ¿Crees que ella ya no me quiera?
¿Como se supone que se deben comprender los sentimientos de alguien que está enfermo? ¿Enfermo? ¡Pues sí! Mi viejito no estaba bien. Hay cosas que no puedo cambiar y creo que la vida sería muy diferente si las enfermedades no existieran
¿Y si la vejez tampoco existiera?
—¡Mi abuelita te ama mucho! Solo que ella ya está durmiendo a esta hora.
—¿No vino a ver a las gallinas?
—Hoy no pudo venir abuelito, se quedó dormida. Ella se sentía muy cansada.
—¿Está durmiendo?
—Sí, ella está descansando.
—¡Crees que yo podría ir a dormir con ella!
—A lo mejor si podría ir, pero ella se despertaría y dijo que se sentía muy cansada. ¡Mejor déjela dormir!
En su mirada había rastros de nostalgia, de amor y de fragilidad. Se acerco a mí, me tomo de la mano y sentí mi corazón encogerse ante aquella muestra de sus sentimientos.
—¿Cuándo despertará?
Deje escapar un suspiro, era obvio que no podía decirle que ella había muerto años atrás. ¡Él no se acordaba de ello! ¿Y que podía decir para no romperle el corazón?
—¡Pronto lo hará! Ella despertara pronto. ¡No se preocupe! Ella lo quiere mucho.
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Comments
Rocio Loayza Ruiz
WOW...que ternurita su abue 😍😊🫂❤️
2023-10-24
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