DOS

...Unas clases después... ...

A la hora del receso, había varias chicas que intentaban acercarse a mí y de verdad que eran amables. Parecían interesadas en unirse a la chica nueva, pero yo no estaba tan interesada en responder sus entrevistas. Más que nada porque el receso es corto y yo tenía mucha hambre. ¡Ya sabes!

Mil veces prefería poder alimentarme a estar respondiendo preguntas superficiales.

Fui a la cooperativa escolar y compré una torta de milanesa.

—¿Eres nueva? No te he visto antes —me preguntó una de las señoras que atendía.

—Si, hoy es mi primer día en esta escuela.

—¡Pues un gusto en conocerte! Yo soy Micaela, pero todos los chicos me dicen doña Mica.

Ella parecía ser una mujer agradable.

—Un gusto en conocerla doña Mica. Yo me llamo Keyla.

—¡Qué bonito nombre! Seguro te lo pusieron por lo bonita que estás. Esos ojos mija… tienes una mirada muy chula.

Sonreí con un poco de rubor en las mejillas.

—¡Que va! Gracias por sus halagos, pero ni que yo fuera la belleza de la escuela.

—Yo creo que si lo eres. ¡Es más! Toma, por ser tu primer día te regalaré los dulces que quieras. ¡Anda! Agarra todos los que quieras.

Y fue así que trabe una buena relación con la señora de la cooperativa. Agarre dos pulparindos y solo me conforme con eso.

—¡Gracias! Ya me voy porque aún no como y el receso está por terminar.

—Si mija, está bien. ¡Buen provecho! Encantada de conocerte.

—¡Gracias doña Mica! El gusto es mío.

Mientras caminaba hacia una de las mesas de la tienda escolar, vi como Germán y sus compañeros jugaban basquetbol de forma intensa. El balón se movía rápidamente y ellos sudaban mucho a causa del calor del sol. ¡Un montón de chamacas estaban bien desvividas por ellos!

Encontré un lugar disponible para desayunar debajo de la sombra de un árbol, recargué mis codos contra la cubierta de la mesa, desenvolví la torta y di un bocado. ¡Sabía tan bien!

Entonces, sucedió.

—¡Hey! ¡Que tonto! —exclamó alguien desde la cancha.

— Armin, mejor no comas cerca de la cancha. Por eso te pasan esos accidentes.

—¡Que bobo se ve!

¿Accidente? Si ese par de mocosos habían hecho sus movimientos de forma muy intencional. Sus risas eran el resultado de ser bravucones y los jugadores más asquerosos que podías ver en este lugar. ¿Qué podías esperar de unas figuras prehispánicas como ellos dos? Si en las primeras culturas también había traidores como la Malinche.

Como en todas las culturas, siempre hay villanos y la cultura mexicana no es la excepción.

Fue ahí cuando descubrí que algo no andaba bien en esta escena. Todos miraban y decían cosas. Se burlaban del chico en el suelo y este, a su vez, parecía estar demasiado avergonzado. ¿Qué sentiría en ese momento? ¿Por qué nadie tenía consideración de él?

—¿Estas bien? —le pregunté extendiendo mi mano hacia él.

El chico alzó la vista a mí y parecía dudar de este gesto.

—¿Acaso importa? —sonaba a resentimiento.

—Si no importaras, ¿por qué crees que te estoy preguntando? —hice que mis cejas se curvaran de forma curiosa.

Sus ojos abandonaron mi contacto visual, los segundos pasaron, el balón estaba a un lado de nosotros y varios ojos estaban enfocados en la escena.

—¡Guapa! Pásanos el balón —pidió el bravucón.

No les di mi atención. Mi mano seguía extendida hacia el chico en el suelo y al ver que no tomaba una decisión, no dude en agacharme un poco para poder tomar su mano. ¡Tire de él! Se sorprendió por mi movimiento.

—¿Por qué me ayudas?

—¿Debería no ayudarte?

—Pues sí, la neta es que todos saben que soy la burla de esta escuela. ¡No entiendo porque intentas ser amable conmigo!

Su respuesta me sorprendió mucho.

—¿La burla?

—Siempre me están molestando y…

—¡El balón, guapa! —repitió el jugador de básquetbol.

Suavemente me giré a mirarle, era el mismo chico de esta mañana, un amigo de Germán. ¡Que fastidio!

Me limite a hacerle ojitos y le sonreí de forma cordial.

—No sé de qué me hablas guapo, creo que tú mismo deberías venir a recogerlo. ¡También tienes manos!

Se quedó con la boca abierta. Le di la espalda. Armin estaba acomodándose en el pasto. Había restos de comida regados cerca de nosotros y su camisa tenía una mancha de salsa.

—¿Prefieres estar en el suelo?

No respondió tampoco, parecía estar sorprendido por mi actuación. El viento sopló de forma suave y no pensaba hacer caso de su resentimiento.

—Yo…

—De acuerdo, me sentaré a tu lado. ¿Te molesta que te haga compañía?

Sus ojos parecían brillar con el sol, faltaban diez minutos para que el receso terminara. Las miradas comenzaban a abandonar nuestros movimientos y me sentí bien al hablar con él.

—¿Por qué dices que eres la burla de toda la escuela?

El jugador tuvo que abandonar la cancha para ir a buscar el balón que claramente estaba detrás de nosotros. ¡Obvio que no le iba a dar el balón! Era todo un groserote.

—¿Acaso eres nueva?

—Sí. Es mi primer día en esta escuela.

—Eso explica el porqué de tu amabilidad. ¡No sabes nada sobre mí!

—¡Está chido! ¿No?

—¿El no saber sobre mí?

—Ajá. Así puedo conocerte y hasta podríamos…

Pero algo no andaba bien, este chico tenía algo; un pasado que tal vez le robaba la oportunidad de tener más seguridad emocional.

—¡Gracias por intentar ser buena onda conmigo! Pero...no creo que sea buena idea. Prefiero estar solo la mayor parte del tiempo y, además, una chica como tú hace mal tercio con alguien como yo.

Le regale una mirada curiosa.

—¿Como que mal tercio? Presiento que estas muy acostumbrado a menospreciarte. ¿Me equivoco?

—¡No tiene caso nada de esto!

—¿Entonces porque vienes a la escuela? Digo, si no te gusta nada de esto que te pasa, ¿para qué venir? A eso es a lo que yo no le veo caso

—¿Tú por qué vienes? —contraataco con otra pregunta.

Sonreí, conocía la respuesta.

—¡Pues porque este lugar se me hace chido!

—¿Por qué estaría chida la escuela?

—¿Cómo que por qué? ¡Es obvio!

—Para mí no es muy obvio.

—En mi caso, yo nunca había venido a un telebachillerato y creo que esta experiencia es genial. Papá estudio en esta escuela y bueno, ahora estoy aquí. La verdad es que a mi si me gusta la escuela.

Algo en su mirada me hizo pensar en los posibles pensamientos de este chico. ¡Era obvio que algo negativo rondaba en su alma! ¿Que era eso?

—¿Por qué eres amable conmigo?

—Pues porque como ya te dije, soy la chica nueva y quiero ser amable contigo.

—Pero…

No le di oportunidad de responderme.

—Además ya lo decidí. ¡Seremos buenos amigos!

—¿Amigos?

—¡Claro! Por lo que veo, eres un chico solitario y por eso es que los demás te molestan.

—No. Bueno. ¿Qué sabes de mí?

—La neta no sé nada sobre ti, pero como que me causas curiosidad. Como si necesitara conocerte. ¡Entonces quiero saberlo todo de ti! ¿Como ves?

Sus cejas se arquearon. Mi intensidad era evidente.

—¿Tanta necesidad?

—Creo que eres un buen tipo. Y sabes que, el receso está por terminar y yo no he terminado de almorzar mi torta de milanesa. ¡Anda! Sentémonos en la mesa a desayunar.

—Bueno. ¿Segura que estás bien de la…?

No le di tiempo de terminar de hablar y tiré de su mano para poder ponernos de pie.

—¿El hablar contigo me convierte en una loca?

—Pues…

Era evidente que este chico lo veía todo de forma negativa.

—Mi nombre es Keyla y espero llevarme bien contigo Armin.

Nuestras manos seguían unidas. Ese fue nuestro intercambio de saludos.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Lo escuche cuando ese patán te lanzo el balón.

—¡Ah!

—¿Quieres la mitad de mi torta?

—Pero…

—¿O prefieres que te dé un pulparindo?

—¿Tienes pulparindos?

—Si, doña Mica me regalo dos por ser la chica nueva.

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