Capítulo 17

Después de que Melvin sintiera que la tristeza de Julia ya no era tan pesada y se había calmado un poco, Melvin inmediatamente interrumpió su abrazo. Luego, las dos manos de Melvin tomaron las mejillas de su hermana menor y le secaron las lágrimas.

"Ya no llores más, mi dulce hermanita... Tus ojos se hincharán. Tu belleza ya no se verá porque estará cubierta por esos ojos hinchados, jejeje...", dijo Melvin para consolar a su hermana.

Al escuchar la broma de su primo hermano, Julia se rio entre dientes y se secó las lágrimas. Julia estaba agradecida ese día, porque su corazón se había sentido repentinamente aliviado al sacar lo que le preocupaba.

"Lo siento, hermano, soy una llorona... Gracias también por escuchar mis quejas... y olvida lo que dije. Lo que es seguro es que ya me siento aliviada por haber contado la tristeza de mi corazón durante todo este tiempo", dijo Julia a su hermano mientras seguía secándose las lágrimas y los mocos... ¡Qué asco! Al escuchar las palabras de su prima, Melvin se rió entre dientes.

"No eres una llorona. De hecho, mi hermanita, la más dulce, es la mujer más fuerte del mundo. También te admiro, normalmente los jóvenes de hoy en día, si no están supervisados por sus padres, a menudo caen en el mundo oscuro y hacen lo que quieren. Pero no tú, querida... Eres especial... y estoy muy orgulloso de tener una hermana como tú. No estés triste nunca más, ¿de acuerdo?... Ahora voy a vivir aquí. Y también tengo trabajo aquí. Así que pase lo que pase, ya sabes que la primera persona a la que debes llamar es a tu hermano mayor, ¡el más guapo...!", dijo Melvin, jactándose ante su hermana. También intentó consolar y distraer la tristeza de Julia.

Un poco de información sobre Melvin. Si Melvin eligió estudiar y vivir en el extranjero después de entrar en la escuela secundaria, fue sólo por una razón: no quería tener nada que ver con la extensa familia Kusuma. Además, su abuelo seguía adoctrinando a sus nietos para que fueran inteligentes y geniales.

"De acuerdo, hermano, muchas gracias...", dijo Julia a su primo. Por el momento, Julia se sentía feliz porque, a pesar de sus días anteriores, había un momento en el que se encontraba con un día como este.

Melvin sonrió a su hermana y la abrazó de nuevo para tranquilizarla, tras lo cual rompió inmediatamente el abrazo.

"Basta de tristezas. Oh sí, vinimos aquí para jugar y divertirnos... vamos a la noche de fiesta", dijo Melvin de nuevo a su hermana, quien asintió con la cabeza. Enseguida se pusieron en marcha y recorrieron la feria, probando todas las atracciones y algunas de las delicias culinarias que allí se ofrecían.

Mientras tanto, en el restaurante Pelangi, se reunía la extensa familia Kusuma. Su reunión estuvo adornada con risas y bromas de la familia.

"¿Cómo estáis hoy, hijos míos...? Papá espera que todos estéis bien. Y para vosotros, nietos míos, sucesores de la familia Kusuma... El abuelo está muy orgulloso de vosotros, porque todos habéis nacido como niños maravillosos", dijo el anciano Kusuma. Observó uno a uno los rostros de sus nietos con expresión alegre y sonriente. Hasta que finalmente sus ojos se posaron en la silla vacía que estaba junto a Raka.

"Hm... ¿Dónde está tu hermano Melvin, Raka...? ¿Por qué su silla sigue vacía...? Y..." Su mirada se dirigió a los padres de Melvin. Allí estaban Antonio y su esposa, así como sus otros tres hijos. Así que el Sr. Antonio tenía un total de 4 hijos. Los hermanos de Melvin eran: Arvin Raharja Kusuma, Aliando Axelle Kusuma y el menor, Abimanyu Kusuma.

"¿Antonio, dónde está Melvin?", preguntó el anciano Kusuma a su hijo. Miró al padre de su nieto con expresión intimidante. Al patriarca de la familia Kusuma no le gustaba que ninguno de los miembros de su familia desobedeciera sus reglas.

Antonio era el segundo hijo de la familia Kusuma. Se casó con su mujer, que era mestiza, y trajo al mundo a 4 hijos. Antonio, que recibió esa mirada de su padre, no se inmutó en absoluto. En cambio, tomó un sorbo de café y lo volvió a dejar.

"Padre, no hace falta que busques a Melvin. Está buscando su propia diversión. Además, Melvin ya no es un niño. Así que déjalo en paz, padre...", dijo el Sr. Antonio con tranquilidad, haciendo que la cara del Sr. Baskoro se ensombreciera.

Aunque el Sr. Antonio educó a sus hijos con firmeza y disciplina, no sería tan tonto como para obligarlos a hacer algo que no quisieran.

Porque eran ellos mismos los que iban a vivir sus vidas. Como padres, sólo podían supervisarlos, animarlos y motivarlos desde atrás.

"Tsk... Siempre eres igual... Al menos haz que Melvin se quede un rato y asista a nuestra reunión familiar. ¿No te avergüenzas de ver a tus hermanos ver a sus hijos venir y obedecer en esta reunión familiar?", se quejó el patriarca Kusuma. Miró a su segundo hijo con expresión de desaprobación e ira. Sólo su segundo hijo se atrevía a llevarle la contraria. Al oír las palabras de su padre, Antonio frunció los labios.

"Padre, no necesitas decir eso ni enseñarme. Si realmente todos los niños están obligados a venir a esta reunión, ¿por qué no permites que Julia esté aquí? Julia también es tu nieta", dijo Antonio con tranquilidad.

También dirigió una mirada penetrante a su hermano menor, Sanjaya Kusuma. Nunca, en ninguna reunión familiar, había hablado de su hija. El Sr. Baskoro, al oír a Antonio mencionar a Julia, enmudeció de repente. Pero de repente se retractó.

"Tsk... No tienes que enseñarme eso. Julia y Melvin son personas diferentes. Además, Melvin es más necesario que Julia... Así que en cuanto a Julia, no importa que no esté involucrada en esta reunión familiar", dijo el Sr. Baskoro con determinación. El Sr. Antonio apretó los puños. No le gustaba que su padre hiciera diferencias entre sus nietos. Era como si él fuera el padre biológico de Julia.

"Padre, es fácil decirlo. Sin considerar los sentimientos de los demás. Sí, aunque su familia biológica no se sienta culpable", dijo el Sr. Antonio defendiendo a Julia mientras lanzaba una indirecta a Sanjaya.

Mientras tanto, la Sra. Sanjaya, al oír las palabras de su suegro y de su cuñado, sintió de repente un nudo en el corazón. Ya habían descuidado a su hija durante años, y ahora se enfrentaba a la realidad de que su hija no era realmente necesaria en la familia Kusuma. No sólo la Sra. Sanjaya se sentía angustiada, sino también la familia de Antonio y el propio Sanjaya, como persona que había traído a ese niño al mundo, también se sentían angustiados.