CAPITULO 05

Perla se levanta del sofá, toma a su hijo de la mano y lo pone detrás de ella, queriendo protegerlo, como si eso sirviera de algo; ella le grita. - Maldita, te maldigo a ti y a tu descendencia, vas a pagar por lo que le hiciste a mi familia; nunca te lo voy a perdonar, por tu culpa mi hermosa familia se acabó.

La mujer la tomó del brazo y con una voz amenazante le dijo. - ¿tú crees que a mí me gusta esto? es lógico que no, eres mi mejor amiga y GADIEL es un buen hombre, pero primero tenía que pensar en mi familia, en mi hijo; Perla, la verdad no me arrepiento, por qué con la vida de tu hijo voy a salvar la desgracia del mío, ahora sé buena y entregarlo por voluntad, para que no te pase nada a ti.

Perla soltó una carcajada de desesperación, de desilusión, hasta sonó irónica, en ese momento le dice sarcásticamente. - amiga, que linda eres, siempre preocupándote por mí; pero yo tengo una mejor idea, que tal si le damos a tu hijo, así salvó mi vida y mi hijo se queda conmigo.

Yo ya perdí a mi esposo, es justo que tú pierdas a tu hijo, todo por ese amor que me tiene como una gran amiga, dime ¿Te gusta mi idea?

La mujer trata de darle una boleta a Perla, ella toma su mano y la abajo con una brusquedad que la hace tambalear; Perla empuña su mano y con toda su fuerza le da un fuerte golpe en la cara, tan bien se lo dió que logró fracturar su nariz.

Ella cae al suelo, solo se escucharon sus gritos del dolor que le causó; Perla mira que el esposo de su amiga, iba abrir la puerta, ella toma la mano de su hijo y corre por la cocina, ahí estaba otra puerta para salir de la casa.

Salen de la casa corriendo, perla se fue quedando atrás, desesperada le grita. - JEAN, corre sin mirar atrás, ponte a salvó, no me esperes, solo vete.

JEAN trató de hacerle caso a su madre y corría, pero en ese momento escuchó que varias armas se disparaban; él se para en seco y voltea solo para mirar como su madre caía al suelo.

JEAN no pudo seguir corriendo, se regresó a ver qué le pasaba a su madre, al llegar a su lado mira que su espalda sangraba; él la voltea a como pudo, ella aún estaba viva, levanta su mano y acaricia sus  rostro de su hijo, limpia sus lágrimas.

Perla tomó sus últimas fuerzas y con una voz débil le dijo. - JEAN, no llores, no puedes mostrar debilidad ante esta gente y a nadie puedes mostrarle tu debilidad; hijo vive, se fuerte, no mires al paso, siempre mira hacía adelante y siempre recuerda que tu padre y yo te amamos.

JEAN mira como la mano de su madre cae al suelo, esa duela señal de que ella había muerto; él secó sus últimas lágrimas, haciendo caso a lo que su madre le dijo, se levanta, para ver a un lado de él a los 4 hombre que eran los que estaban ahí por él.

Él se dejó ir sobre ellos, tirando golpes y patadas, pero cada que se acercaba a uno lo aventaba con fuerza haciéndolo caer al suelo; pero eso no le importo, se siguió levantando quería matarlos a golpes, quería hacer pagar la muerte de su madre.

Los cuatro hombres se escuchaban reír, burlándose de él, por lo que quería hacer, para no ellos sus esfuerzos de luchas eran divertidos, era divertido verlo así.

JEAN no salió del suelo, hasta que después de tantos intentos voltea a verlos; uno de los hombres lo miró directo a los ojos y no le gusto lo que ese pequeño niño, flaco, sin chiste le hizo sentir.

El hombre miró una mirada penetrante, llena de odio, de frialdad, esos ojos negros realmente t nia un negro intenso, tan intenso qu parecia que caía en un oyó profundo de oscuridad; no soporto su mirada, la risa se le fue y con su mano temblorosa le da una fuerte bofetada, para que dejara de verlo.

Él estaba temblando, ese pequeño niño lo había hecho temblar de miedo y no entendía por qué, en ese momento  otro de los hombres con voz burlona le dice. - que malo eres, para que lo golpeas, ni que fuera capaz de matarte, ese niño es más débil que un bebé, así le dieras un arma sería incapaz de usarla.

Todos soltaron la carcajada con las palabras que dijo, menos el que lo miró directo a los ojos, ese hombre estaba temblando de miedo, pero no podía mostrárselo a nadie y menos al niño; el hombre molesto dió media vuelta y con una voz insegura dijo. - tomen al niño, hay que entregarlos y salir de aquí, yo no quiero seguir más en este maldito lugar y menos haciendo este tipo de trabajo.

Los tres hombres lo miraron algo extraño y todos se pusieron serios, uno de ellos tomó a JEAN, el golpe lo había dejado inconsciente, subieron a las camionetas y rápido se pusieron en marcha.

Uno de los hombres se subió con el que golpeó a JEAN, iban en el camino, cuando le dice. -¿Qué pasó?, fue extraño que golpearas al niño y no lo dije delante de los demás, pero creo que te mire temblar.

Se hizo un silencio y después de un momento le contestó. - ese niño deberíamos matarlo, no creo que sea bueno dejarlo vivo, tengo un muy mal presentimiento y mi instinto me dice que debemos matarlo.

Yo cuando estuve en el ejército, me toco ver algo extraño, mi comandante era algo especial, creía en el mal y en el bien, en el destino, en las maldiciones divinas; pero lo raro fue cuando llegamos a un enfrentamiento cuando terminamos, nos encontramos con una niña, que era casi igual que este niño, quería luchar, hasta nos atacó con una navaja.

Todos nos empezamos a reír, menos el comandante que la sostenía del cuello la había levantado en el aire, hasta dejarla frente a él, sus miradas se cruzaron y después de unos minutos, el comandante empezó a temblar, la aventó al suelo, sacó su arma y tiro toda una descarga de su arma directo en su rostro.

Todos dejamos de reír, nos sorprendimos por lo que hizo, era una simple niña, que no podía lastimarme, para todos fue algo cruel, innecesario; pero cuando le preguntamos por qué lo hizo él dijo:

Para ya no mirar esa mirada tan diabólica y penetrante que sus ojos destellaban, esa niña me hizo ver mi muerte, esa niña había pactado con la muerte y cuando creciera, seguro lo iba a buscar, los iba a matar uno a uno.

al final nos dijo, recuerda la historia de Hitler, el oficial que lo miro de niño, que dijo que al ver su mirada fue extraña, que eso casi lo hacía matarlo, pero al final dijo es un niño, lo dejó vivo y tuvimos la segunda guerra mundial.

Yo en ese momento tiré a loco a mi comandante, pero hoy creo que entendí sus palabras al ver la mirada de este niño, creo que mire mi muerte y creo que ya estoy alucinando, así que lo dejo y me largo de aquí.

El hombre que le pregunto se quedó callado, al principio pensó que bromeaba, pero al ver sus manos en el volante, miro que iba temblando, realmente tenía miedo; el resto del camino se fueron en silencio, pensando en JEAN, tratando de sacarse esa idea loca.

Duraron todo la madrugá y el día de camino, el hombre no quiso parar en ningún lado a descansar o comer, solo quería entregar al niño, alejarse de ese lugar, olvidarse de lo que pasó ahí; eran las 9 pm cuando llegaron a una enorme hacienda, que estaba a dos días de la ciudad de Londres, estaba escondida, metida entre un enorme bosque.

Tres hombres de la hacienda los recibieron, JEAN seguía luchando con ellos y si logró hacerse de una navaja que uno de ellos traía en la cintura, logra cortarle la cara al hombre que lo golpeó.

Le hizo una cortada de lado a lado, eso lo enfureció y le dió un fuerte golpe en la cara que lo tiró al suelo inconsciente; el hombre sacó su arma para matarlo, pero el hacendado llegó en ese momento y lo detuvo, con una voz fuerte  le dice. - si lo matas, no te pago y ordenó que los maten, el niño es mío, yo me encargaré de domesticarlo.

El hombre temblaba mientras sostenía su arma, mira a JEAN en el suelo inconsciente y su mente le gritaba, matarlo, termina con él, antes que te mate; uno de los hombres que iba con él lo detuvo, lo hizo guardar el arma, tomaron el dinero y salieron de ahí, tanto que esa misma noche tomaron un avión para salir del país y nunca volver.

El hacendado ordenó a su gente que tomarán al niño y lo llevaran con los otros; los hombres lo tomaron y lo llevaron a una enorme bodega, lo tiraron en el suelo, en medio de la bodega.

JEAN tardó en despertar, cuando abrió sus ojos se sintió dolorido de la cara, hasta sentía un sabor metálico en su boca, al mover su lengua sintió dolor en el labio inferior; por un momento se iba a distraer con el dolor que sentía, pero rápido recordó lo que había pasado se levanta alterado, mira a su alrededor para ver dónde estaba y cuál fue su sorpresa, estaba encerrado, pero no estaba solo ahora había muchos niños, eran tantos para él, que no los podía contar sólo así, todos lo miraban, estaban alejados pegados a la pared.

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