¿Cómo puede ser Lui tan descarado? Es como si de verdad creyera en él. Su osadía no tiene fin. Me mira sonriendo y me lanza un beso antes de dirigirse hacia su oficina.
Me quedo contemplándolo, preguntándome cuándo Lui madurará y encontrará a una mujer que realmente le guste.
Vuelvo a mis quehaceres. Olvidándome por completo del asunto Lui. Me mantengo aquí por horas, hasta que mi teléfono vibra indicando un mensaje. Lo tomo y veo que es Ángela diciéndome que ya es hora de almorzar. Estaba tan centrada en mis tareas que no vi pasar el tiempo.
Acto seguido, le mando un mensaje a Lui. Le digo que voy en camino a casa para almorzar. Él lo lee y me envía otro.
Descarado como siempre. Me pide que almorcemos juntos. Y en el mismo mensaje envía una serie de corazones y caritas de enamorado. ¡Puf! Lui es a menudo un fastidio. Ignoro su mensaje y me levanto para prepararme e ir a mi casa a almorzar con mi pequeña, junto a Ángela y Marta, la niñera de mi hija.
En cuanto llego al ascensor, las puertas se abren y me sobresalto con la figura que está adentro. El hombre que se reunió con Lui ayer. El mismo que se acercó a mi escritorio para hablar conmigo.
Solo no puedo afirmar si él es el empresario Henrique Guzmán o su amigo Samuel, ya que no le pregunté su nombre.
Él ya sale del ascensor, mirándome con aquella misma sonrisa que presencié ayer.
— ¡Hola, señorita Sofía! Qué gusto verla otra vez.
— ¡Buenos días! Señor... No sabía que Lui tenía una reunión ahora.
— De hecho, no se trata de una reunión. Solo es una conversación entre amigos... pero, por favor, basta de 'señor', llámeme por mi nombre.
Ahora sí que estoy en aprietos. ¿Cómo lo llamo por su nombre si realmente no sé cuál de los dos es? ¿Le pregunto? No sé si tengo el valor. Él me mira y, por la expresión de su cara, creo que percibe que no sé su nombre.
— ¿No sabe mi nombre, señorita Sofía? Eso sí que es novedoso para mí.
Bueno, creo que ahora tengo una pista. Por su manera de hablar, supongo que él es el jefe.
— ¡Claro que sé! Usted es Henrique Guzmán.
Lo digo con seguridad, aunque sin la total certeza. Pero la expresión sonriente que él me dirige me confirma que he acertado.
— ¡Qué bien! Por un momento pensé que no sabía mi nombre. Pero insisto, nada de 'señor', llámeme simplemente Henrique.
— Claro, Señor Henrique. Quiero decir, Henrique.
Le devuelvo la sonrisa y él me sonríe de vuelta... Por Dios, ¿qué problema tengo? La sonrisa de este hombre es magnífica. ¿Cómo puede alguien así ser gay?
Me saca de mis pensamientos la vibración de mi teléfono. Él me mira de un modo diferente, con una apariencia de preocupación. No, debe ser mi imaginación.
— Disculpe, es mi prima. Tengo que irme, me está esperando para almorzar.
Ahora estoy segura de que estoy viendo cosas que no son. Su expresión preocupada cambia al oírme hablar. Ahora está sonriendo, y hasta parece extraño.
Ignoro eso y entro al ascensor, ya lista para pulsar el botón del primer piso. Pero él me llama antes de que me decida, lo que me hace girar para verlo.
— ¿Aceptaría almorzar conmigo un día de estos?
Espera, ¿él me invitó a almorzar? ¿En serio? Pero, ¿no se supone que es gay? ¿O será que los rumores sobre él están equivocados?
Bueno, eso no me importa. Porque...
— ¡Ah! Lo siento, Henrique. Pero tendré que rechazar su invitación. No lo tome a mal. Parece ser una buena persona. Pero no suelo relacionarme con los accionistas de mi jefe.
¿Por qué me duele declinar su invitación? Siempre lo hago con los hombres que muestran interés en mí. Pero, tal vez, porque él parece diferente a los demás y, al ver su expresión cambiar a una de decepción, me siento vulnerable.
Aun así, no cambiaré mi decisión. Tengo un único propósito en mi vida: mi hija.
— Qué pena. Pero, ¿y si lo que quisiera con usted fuese solo amistad? ¿Todavía rechazaría mi invitación?
¿En serio? ¿Quiere mi amistad? Bueno, eso cambia algunas cosas, pero sigue siendo extraño.
— Bueno, podríamos ver con el tiempo, Henrique.
Presiono el botón y el ascensor comienza a cerrar sus puertas. Me quedo allí mirándolo, y él me devuelve la mirada con una sonrisa. Hasta que ya no lo puedo ver más.
Envío un mensaje a Ángela, diciéndole que estoy en camino. Pronto la encuentro en el primer piso y juntas nos dirigimos a casa.
Ya en casa, busco a María. La encuentro en la alfombra mullida del salón, rodeada de juguetes. Tan pronto como nota mi presencia, suelta el pequeño oso y se arrastra hacia mí. Me inclino y la alzo en mis brazos. Me besa y siento su dientecillo rozando mi mejilla. Es increíble.
— ¿Extrañabas a mamá, mi niña? ¡Mamá extrañaba tanto a su muñequita!
La sostengo en mis brazos y ella me mira con curiosidad. Balbucea algunos sonidos y me hace sonreír con sus ruiditos. Ángela se acerca a continuación, toma a María de mis brazos y la cubre de besos. María empieza a reír a carcajadas, lo que me hace reír junto a ella.
Nuestro almuerzo transcurre como siempre. María sentada a mi lado en su sillita, Ángela y Marta alrededor.
Después de dejar que María coma sola y haga un gran desorden con la comida, manchándose más de lo que come, la niñera la toma para limpiarla. Mientras tanto, Ángela y yo nos ocupamos de recoger nuestro propio desorden en la cocina. Y en medio de varios temas de conversación, termino compartiendo con Ángela el asunto de Henrique.
— ¿En serio? ¿Ese dios griego quiere ser tu amigo? Sofía, ¡creo que ahí hay algo!
— ¡No hay nada! ¿Olvidaste los comentarios? La gente especula que es gay.
— La gente especula muchas cosas sobre los demás. Y no solo sobre si es gay, también hay rumores de que estuvo enamorado de una mujer, pero la perdió, y dicen que la busca hasta hoy.
— ¿En serio?
— ¿Ves a lo que me refiero? Como no saben nada de su vida, la gente empieza a crear sus propias suposiciones.
— Pues, buen provecho para ellos. Además, no me interesa.
— ¿En serio, Sofía? ¿Hasta cuándo vas a seguir huyendo de las relaciones?
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