Capítulo 4 - La misión

Seraphina y Marius se pusieron unos trajes negros y se equiparon con unos auriculares y unos dispositivos USB. Estaban listos para la misión.

- Recuerden, tienen que ser rápidos y silenciosos. No pueden dejar rastro de sus presencia. - les dijo Agata, desde la furgoneta.

- Lo tenemos claro. - le respondió Seraphina, con confianza.

- Estamos en contacto. Buena suerte. - les deseó Agata, cortando la comunicación.

Seraphina y Marius salieron de la furgoneta y se dirigieron a la entrada de la sede de la Asociación. Era un edificio moderno y lujoso, con un letrero que decía "AV Corporation". Nadie sospecharía que allí se ocultaba la organización más poderosa y secreta de los vampiros.

¿Están listos? - les preguntó Alexis, por el auricular.

- Sí. - contestaron Seraphina y Marius, al unísono.

- Bien. Entonces empezamos. Zoe, desactiva las alarmas. - ordenó Alexis.

- Hecho. Pueden entrar. - confirmó Zoe.

Seraphina y Marius se acercaron a la puerta y la abrieron con una tarjeta magnética que les había proporcionado Max. Entraron en el vestíbulo y vieron a un guardia sentado en una mesa.

- Max, Leo, distrae al guardia. - pidió Alexis.

- Estamos en ello. - aseguró Max.

Max y Leo entraron en el vestíbulo, disfrazados de empleados de la empresa. Se acercaron al guardia y empezaron a hablarle con naturalidad.

- Hola, buenos días. Venimos a entregar unos documentos al señor Rodríguez. ¿Podría indicarnos su oficina? - le dijo Max, con una sonrisa falsa.

- Claro, claro. El señor Rodríguez está en el tercer piso, oficina 305. - le respondió el guardia, sin sospechar nada.

- Muchas gracias. ¿Le importa si dejamos nuestros abrigos aquí? Hace mucho calor. - le preguntó Leo, quitándose el abrigo y dejándolo sobre la mesa.

- No, no hay problema. Adelante. - le dijo el guardia, amablemente.

Max y Leo dejaron sus abrigos sobre la mesa y se dirigieron al ascensor. En el bolsillo de uno de los abrigos había una bomba de humo que se activaría en unos segundos.

- Seraphina, Marius, aprovechen la distracción. - les avisó Alexis.

Seraphina y Marius se deslizaron por detrás del guardia y se dirigieron a las escaleras de emergencia. Subieron hasta el quinto piso, donde estaba el centro de datos.

- Alexis, Zoe, necesitamos que nos abrán la puerta del centro de datos. - les solicitó Seraphina.

- Estamos en ello. - respondió Alexis.

Alexis y Zoe estaban en otra furgoneta, cerca del edificio. Tenían un ordenador portátil conectado a un dispositivo que interceptaba las señales de seguridad del edificio.

- Listo. La puerta está abierta. - anunció Zoe.

Seraphina y Marius llegaron a la puerta del centro de datos y la empujaron. Entraron en una sala llena de ordenadores y servidores que almacenaban toda la información de la Asociación.

- Bien, hemos llegado. Ahora solo tenemos que introducir el virus informático y borrar todo. - dijo Seraphina, sacando el USB que contenía el virus.

- Espera un momento. Hay algo que no me cuadra. - dijo Marius, mirando a su alrededor.

- ¿Qué pasa? - le preguntó Seraphina, extrañada.

- Esto es demasiado fácil. No hay ningún sistema de seguridad adicional, ni cámaras, ni sensores, ni nada. Es como si nos hubieran dejado entrar sin más. - observó Marius, con desconfianza.

- Tal vez sea porque hemos sido muy hábiles y hemos evitado todos los obstáculos. O tal vez porque Max nos ha dado información privilegiada sobre el edificio. - sugirió Seraphina, tratando de calmarlo.

- O tal vez porque todo esto es una trampa. - dijo Marius, con temor.

En ese momento, se oyó una explosión en el vestíbulo y una alarma empezó a sonar.

- ¡Mierda! ¡Nos han descubierto! ¡Tenemos que salir de aquí! - exclamó Seraphina, asustada.

- ¡No! ¡Tenemos que acabar con esto! ¡Introduce el virus! - le ordenó Marius, decidido.

Seraphina dudó un instante, pero luego hizo caso a Marius e introdujo el USB en uno de los ordenadores. El virus empezó a infectar todos los sistemas y a borrar toda la información.

- ¡Lo hemos conseguido! ¡Hemos borrado todo! - celebró Seraphina, aliviada.

- Ahora tenemos que escapar. ¿Dónde está la salida secreta? - preguntó Marius, nervioso.

- Max dijo que estaba detrás de ese armario. Hay que moverlo para acceder a ella. - recordó Seraphina, señalando un armario metálico que había en una esquina de la sala.

Seraphina y Marius se acercaron al armario y lo empujaron con fuerza. Detrás del armario había una puerta metálica con un letrero que decía "Salida de emergencia".

- Esta es nuestra salvación. Vamos. - dijo Seraphina, abriendo la puerta.

Seraphina y Marius entraron por la puerta y se encontraron con un pasillo oscuro y estrecho que conducía a una escalera de caracol.

- Bajen por las escaleras hasta el sótano. Allí hay una salida al exterior que da a un callejón trasero donde los esperará Luna con la furgoneta para recogeros. - les indicó Max, por el auricular.

Seraphina y Marius bajaron por las escaleras lo más rápido que pudieron, mientras oían los gritos y los disparos de los agentes de la Asociación que habían irrumpido en el centro de datos.

Llegaron al sótano y vieron una puerta metálica con un letrero que decía "Salida".

- Hemos llegado. Vamos a salir de esta pesadilla. - dijo Seraphina, esperanzada.

Seraphina abrió la puerta y salió al exterior con Marius detrás de ella.

Pero lo que vieron no fue lo que esperaban.

En lugar de ver a Luna con la furgoneta esperándolos en el callejón trasero, vieron a Luna apuntándoles con una pistola desde el otro lado del callejón junto con otros dos agentes de la Asociación vestidos de civil.

Luna tenía una sonrisa maliciosa en su rostro.

- Hola, queridos amigos rebeldes. Me temo que de haber caído en mi trampa.

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