El dolor

Leland.

—¿500 años? Increíble, yo estoy en mis 20 apenas.

Sonreía mientras miraba el cielo. Él estaba indignado y feliz a la vez. Sus pensamientos son muy caóticos. Entonces me tocó mencionar lo que me sucedería. Suspiré con dolor al recordar esta mañana cuando Min se despidió de mí con un hermoso beso. Me confesó sus verdaderos sentimientos y eso significaba su muerte rápida. Me dijo que no se arrepentía de amarme.

Yo no podía hacer nada para salvarlo, esa era una ley que debía cumplir. Estaba de brazos cruzados, estaba matándome en vida. No pude evitar que una lágrima rodara por mi mejilla, la cual sequé con rapidez.

—Yo aprecio a ese profesor porque él fue el único que creyó en mí cuando nadie más lo hizo. Mira —dijo, sabía que continuaría hablando—. Sé que no te importa lo que me ha pasado, pero te lo resumo rápidamente: es un asco mi vida. Yo lloraba para sacar mis frustraciones. Los humanos somos diferentes a ustedes.

Él piensa que los vampiros no tenemos sentimientos. Qué tonto.

—Lo sé. Es tu vida. En fin, no te gastes en alguien que creyó en ti solamente para abusar después.

Sabía lo que pensaba de mí, pero no tengo ganas de explicarle que piensa mal. Mi madre murió hace muchos años y mi padre siempre estuvo muy frío conmigo. Nunca tuve amor y cuando lo sentí de la única persona que me ama de verdad, morirá.

—Me voy, debo despedirme de alguien.

—Espera, no te vayas —dijo y se acercó a mí—. No sé cómo te llamas, pero déjame decirte que no olvides que aún hay esperanza.

—¿Esperanza? Eso no existe.

Justo después de decir eso, se puso de puntittas y me dio un beso en la mejilla, enseguida se fue corriendo del lugar para dejarme a solas. Sonreí por su acto desinteresado, de verdad es lindo. Debo alejarme de él antes de que le hagan daño como a Min.

Castillo Sinclair.

Llegué a casa y solamente abracé a Min, le pedí perdón por todo. Sabíamos que esto pasaría y no le daba miedo, estaba listo para pagar por su pecado.

—Lo lamento, Min.

—Yo no —respondió con firmeza—. No lamento haberme enamorado de uno de los futuros sabios y futuro rey. No me importa lo que me suceda.

Me ayudó a ponerme mi traje ceremonial para su muerte, mientras yo no paraba de llorar. Me besó con ternura las mejillas teñidas de rosa y no pude evitar abrazarlo con ansiedad. Necesitaba más tiempo con él y posiblemente era mejor huir de este maldito mundo; sin embargo, sentí un fuerte golpe que me hizo caer inconsciente.

—Así no verás mi horrenda muerte, mi niño. Ahora cuídate, porque estarás solo a partir de ahora. No olvides que te amaré por toda la eternidad.

…

Al abrir mis ojos, bajé corriendo al salón principal, lugar en donde castigaban a los sentenciados… Y lo contemplé con horror.

Su cuerpo.

—Min, no Min…

No es justo. ¿Por qué debían hacer esto? Mis lágrimas fluyen libremente por mi rostro, sin importar quien me viera; no obstante, uno de los demonios que mataron a Min, se acercó para intentar sacarme de aquí, pues debían llevarse el cuerpo para cremarlo. Bajo ningún motivo lo dejé. Luché contra todos hasta destrozar sus cuerpos completamente y dejando el suelo manchado de sangre. Al final me quedé a solas con el amor de mi vida, y lloré amargamente.

—¡Perdóname! ¡Min, te prometo jamás amaré a nadie más!

Nathan.

Corrí justo a ninguna parte, solo quería huir de él, y como sabía que no me seguiría, me detuve y comencé a andar tranquilamente.

Hablaba de lacras, cuando él fue quién abusó de mí, me mordió y bebió mi sangre como si fuera un jugo de naranja. Menuda tontería. Gruñí y fui directamente al salón. Supongo que debo rechazar la oferta.

En cuanto entré en el salón, todos comenzaron a murmurar cosas. Rodé los ojos, claramente hablaban de mí.

—Oh, no se preocupen. Solo entraré y fingiré que no escuché nada.

Mientras iba hacia mi asiento, escuché la risa de Jenna. Creo que la tranquilidad no está en mi camino.

—¿Saben qué? Creo que deberíamos encerrarnos en las oficinas de los profesores para ganar puntos.

La vida no me piensa dejar en paz. Todas sus amigas estallaron en risas, incluso algunos chicos que ni se llevan bien con ella.

—Cállate, Jenna. No digas esas cosas —dijo Harley.

—Así es, cállate, Jenna —dijo David, quién creo que es su novio—. ¿No ves que es joto y le gustan las salchichas?

Odio haber salido del closet abiertamente. Cuando dije que me gustan los hombres, muchos pusieron cara de asco, otros se sorprendieron y unos sonrieron. Pocos después estuvieron detrás de mí, pero solo por experimentar, no querían nada serio conmigo. Ellos no se metían conmigo como ahora. Supongo que fui el único estúpido que no sabía lo del profesor Kim, porque esas miradas no eran de respeto o admiración, sino de deseo. ¿Cómo no me di cuenta antes? Soy tan tonto. Cerré mis ojos y descansé mi cabeza sobre mis brazos.

Solamente serán unos semestres más y después entraré a una agencia de artistas.

Al día siguiente.

A pesar de maldecir mi destino, tuve que volver a la universidad, hoy es un nuevo día, espero que sea mejor que el anterior.

Después de correr como gallina sin cabeza, llegué a tiempo; sin embargo, noté que ya todos estaban dentro, incluso el profesor Lee. A ver si no le fueron con el chisme a este profesor, jamás tuve problemas con él, todo lo contrario. Creo saber la razón por la que nos llevamos tan bien. Siendo asiáticos, hemos sufrido de discriminación por muchas maneras. Su vida tampoco fue fácil, incluso ha sido peor. Antes, las personas de aquí no eran tan buenos con los extranjeros.

Procedí a sentarme en mi lugar sin mirar a nadie en específico y al menos tuve algo de suerte cuando el profesor no me dijo nada.

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