El odio hacia la vida

Nathan.

Salí del baño y me distraje por ahí. Me siento como un muerto viviente. Ya bebí un café de esos de las máquinas expendedoras y ni así puedo abrir bien los ojos. Por otro lado, podía ver cómo algunos alumnos y profesores caminaban presurosos por el evento, unos cuantos descansaban en sus asientos y miraban noticias en sus celulares. Yo no quería volver al salón y no sabía por qué, aunque me da curiosidad saber quien es el alumno nuevo, dijeron que viene desde Francia.

A veces siento que estoy más solo que nunca… Y pensé en terminar con mi vida. Nadie me extrañaría, mis padres me esperan en el cielo; sin embargo, ellos querían que cumpliera mis sueños. Si bien no recuerdo mucho de ellos, sé que deseaban. Y entonces, el recuerdo de la noche de pasión con ese vampiro volvió a mi memoria. Si ese vampiro me mataba, quizás era mi destino. Reflexioné en eso cuando me hizo suyo, pero al no hacerlo, seguro hay algo para mí por ahí o alguien que me dé una razón para continuar en esta vida.

Rápidamente, dejé de pensar cuando vi al profesor Kim saliendo de la sala de juntas.

—Acompáñame a mi oficina, Nathan. Te eligieron como el maestro de ceremonias.

No puedo creerlo, al fin sucedió lo que quería. ¿Es esta una señal?

—Vamos a mi oficina, te daré la hoja de presentación.

Estaba tan feliz que no podía responder. Entramos y él cerró la puerta. Estaba tan entusiasmado que no me di cuenta de que le colocó seguro, seguidamente me entregó la carpeta en donde estaban todos los grupos y artistas famosos que vendrían. Era increíble.

—¿Vendrán todos estos artistas?

—Así es —respondió con tranquilidad—. Son varios de ellos, seguro los has visto en programas de variedades.

—¡Los conozco a todos! —Grité de emoción.

—En este caso, será muy fácil presentarlos.

Dios mío. ¡No lo creo! Era una señal de verdad. Seguro todo estará bien en el evento y sé que todo mejora conforme pasan los días. Probablemente, Jenna va a revolcarse en el suelo cuando se entere de mi ascenso. Yo sonreía a la hoja y al maestro; sin embargo, su mirada no era como la mía.

—Sabes... Nathan.

El profesor Kim se levantó de su silla y me rodeó hasta quedar detrás de mí, sentí sus manos en mis hombros, seguido de una corriente eléctrica que me indicaba que algo anda mal. Me presionó los hombros, listo para hacerme daño.

—No es coincidencia que te eligieran.

—¿Cómo dice?

Giró mi silla para quedar frente a frente. Yo estaba en shock. El profesor me estaba mirando de una manera que…

—Todos los profesores expusieron a sus mejores alumnos, pero como mi palabra pesa más que la de ellos, les hablé muy bien de ti.

No puede ser.

—Estuvieron de acuerdo en que tú seas el maestro de ceremonias.

—¿Maestro? ¿Por qué? ¿Qué quiere decir?

—Quiero decir que… Me debes una.

Acercó su rostro al mío y contempló con deseo ardiente reflejado en sus ojos.

—Quiero algo a cambio de tanto favor.

Y en segundos, su boca estaba sobre la mía. Gemí, traté de alejarme, pero el profesor sujetó con firmeza mi nuca para devorarme con pasión. Traté de empujarlo, de verdad, pero su fuerza era increíble; no obstante, logré apartarlo y enseguida le di una cachetada. Solamente me tomó un segundo salir corriendo hacia cualquier lugar. Ni siquiera sé cómo le hice para abrir la puerta con seguro, pero llegué rápido al jardín de la universidad y agradecí que no había nadie.

Odiaba mi vida. Cuando pensé que estaba por cambiar se volvió una mierda. ¡Odio todo, odio a los profesores, odio esta escuela y odio mi vida!

No puedo creer que me diera una esperanza y al instante la destruyera. Detesto que no me respetara como alumno y sobre todo que me eligiera solamente porque le gusto. Ignoró todo talento, eso no puedo tolerarlo.

Sequé con furia mis lágrimas y abracé mis rodillas. Apenas reparé en mi alrededor, no me importa si alguien me ve. Aunque no podía ignorar la tranquilidad de este lugar, el aire soplaba y los árboles cantaban una hermosa melodía que ojalá pudiera entender. Aunque, la imagen de su rostro apareció en mi mente. Ese vampiro pudo ser lo mejor en mi catastrófica vida.

—Vaya, la estás pasando mal.

Escuché una voz conocida que pensé que era de alguno de mis compañeros. Pero. No puede ser. Alcé mi rostro hacia el árbol que me da sombra y ahí lo contemplé.

—Eres Nathan Pornsawan, ¿cierto?

Genial, la cereza en el pastel. ¿Qué? ¿Cómo sabe mi apellido? ¿Me violará aquí? Entonces, noté que sonreía, pero al instante cambió su semblante para estar furioso.

—Ya que puedes leer mi mente, ¿por qué no lo descifras tú mismo?

Traté de limpiar mis lágrimas para no verme tan deplorable, pero supongo que estoy tan hinchado que es imposible de ocultar.

—No te haré nada, y no estés a la defensiva. No tengo ganas de pelear.

En silencio vi cómo saltó de la rama y se acostó sobre el pasto debajo del árbol. Tragué saliva, es demasiado atractivo.

—Puedo matarlo si quieres.

Lo que dijo me agarró desprevenido.

—¿Cómo dices?

—A ese profesor. Puedo matarlo.

Resoplé entonces. A pesar de ser un imbécil, el Sr. Kim es mi profesor.

—No todo se resuelve así. Por cierto, ¿qué haces aquí?

Luce como un estudiante normal. ¿De verdad está aquí para estudiar?

—Huh.

Su gruñido me hizo erizar. De día puedo apreciar aún más su belleza, es desaliñado, tiene hojas y basura en su cabello, pero es muy lindo. Estaba esparcido elegantemente por el pasto, dándole un toque muy hermoso. Parece príncipe.

De pronto, recordé lo que hicimos anoche. No puedo creer que piense en eso ahora. Maldita sea. Él puede leer la mente y supondrá otra cosa. Mi mente trabaja a mil por hora, ahora ya estoy reflexionando en que entraré al salón de clases y veré a ese maldito profesor Kim, y odio respetarlo aún después de lo que me hizo.

—Entonces —dijo sin apartar su vista del cielo—. Aprecias a ese bastardo a pesar de que intentó abusar de ti.

Dios mío.

—Vaya. En mis 500 años de vida, nunca conocí a alguien como tú, capaz de sentir aprecio por una lacra de sociedad. Y por cierto, tienes pensamientos muy sucios. Sabes, no siento ganas de hacerte nada, quizás otro día. Veré una muerte más tarde y ocurrirá por mi culpa.

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