¿Dónde estás?

Daniel sintió un ligero dolor de cabeza.

Se sintió un poco infeliz debido a que su imagen que recién había sido reinventada casi se viene abajo debido a la presencia de estos chicos que eran sus amigos, pero que les gustaba alardear que eran sus seguidores.

Daniel contuvo su aliento mientras miraba alrededor.

El comedor del instituto se encontraba lleno, por lo que había suficiente ruido como para que sus voces se ahogaran en medio de la multitud. Debido a que el asunto era algo urgente, no había tenido tiempo suficiente de ir a la cantina y pedir algo para comer. Además, no era como si él tuviera hambre.

Daniel miró a los tres chicos que se encontraban a su alrededor de manera severa.

Realmente, él no sabía cómo enfrentar a sus amigos. Después de todo, lo que él les iba a decir no era tan simple.

Sin embargo, Daniel decidió confiar en los más de diez años de amistad que existía entre aquel trío y él.

Por lo que, pensó que ellos al final lo entenderían y no se burlarían debido a lo absurda que era su decisión.

— ¡Jefe! ¿Realmente estuvo en la cárcel? Todo el mundo anda diciendo que te iban a mandar a una correccional juvenil — expreso Luigi con preocupación, sus ojos cafés parecían estar llenos de incertidumbre.

Era como si él pensará que el “Daniel” que estaba enfrente de él era solo una ilusión.

Fercho al escuchar lo que Luigi había dicho lanzó un bufido. — No ves que el jefe está aquí, eso de la correccional solo fue un rumor — luego miró a Daniel con sus ojos azulados como si esperaba que él aprobará lo que había dicho.

Daniel al escuchar los comentarios de sus amigos sintió que el dolor en su cabeza empeoraba.

De todas maneras, cómo se había extendido tan rápido el rumor de que estaba en prisión.

Incluso, ¿cómo fue que se creyó ese rumor?

— Nunca he ido a prisión o he estado en una delegación — dijo con la expresión sería como si tratara de hacerles ver qué él estaba siendo sincero al respecto — Tampoco planeó ir en el futuro. Yo, debo decirles algo importante — sentenció algo incómodo.

Cesar, el cual se había mantenido en silencio durante todo el intercambio, y que era el más intuitivo entre los cuatro, tuvo el presentimiento que iba a suceder algo serio.

— Mi padre me pidió que deje de crear problemas en el instituto o me mandaría a un internado militar — bajó la mirada antes de agregar. — Aunque al principio había decidido no hacerle caso, algo paso que me hizo cambiar de opinión. Por lo que, quiero enderezar mis caminos. Así que paren de llamarme “Jefe”. Y mejor dediquemos a estudiar.

Bueno, aunque la verdadera razón por la que había decidido dejar de comportarse como un chico malo, tenía nombre y apellido.

No era como si él pudiera decirlo.

Después de todo se sentía demasiado avergonzado como para hacerlo.

Y como el asunto del internado era real, decidió sacar provecho de eso, a pesar de que sabía que la amenaza de su padre no debía tomarla tan a pecho.

Después de todo, no era la primera vez que lo amenazaba con eso.

Luigi hizo un puchero mientras miraba a Daniel. — Has sufrido mucho, jefe — dijo con la expresión llorosa.

Él era alguien extremadamente sensible que podía empatizar rápidamente con los demás. Por lo que cuando escuchó que Daniel podía ser enviado a un internado militar, él mismo se imaginó en esa posición. Siendo esclavizado por un horario monótono y explotado durante terribles horas de entrenamiento.

Sí, eso era algo que no le deseaba a nadie.

Fercho negó con la cabeza al ver el dramatismo de Luigi antes de darle una palmada en la espalda a Daniel.

— Ahora entiendo de dónde vino el rumor de que estabas en prisión — señaló — Está bien, te ayudaré a no crear problemas — dijo mientras sacudía sus puños como si quisiera darles a entender que sabía lo que debía hacer para que los problemas no los persigan.

Bueno, ese era el tipo de personalidad que tenía. Fercho era el tipo de persona que creía que los puños lo podían resolver todo.

Por lo que, Daniel no pudo encontrar consuelo en sus palabras, es más, él se sintió incluso más preocupado de lo que ya estaba.

Él temía que Fercho le ocasionará muchos más problemas de los que ya tenía.

— Pero, jefe dejaremos que el perro calvo ese se quede con nuestro territorio — comentó Cesar con preocupación — Escuché que ha estado asaltando a los estudiantes y golpeándolos.

Daniel resopló ante esto.

¿Qué carajos?

Ni siquiera había pasado un día desde que se había extendido el rumor de que estaba en prisión y ya los ratones habían empezado a pasearse.

Además, no era como si se fuera a desentender de sus obligaciones como el matón de la escuela. Era solo que iba a hacer todo eso desde la oscuridad para que Clara no se diera cuenta de que él era ese Daniel del que todos hablaban y temían.

— Solo he decidido dejar de causar problemas en el instituto — proclamó Daniel — Eso no significa que no podré crearlos en las sombras. Aunque muchos nos tachen de problemáticos y matones. Nosotros sabemos en nuestro corazón que solo pateamos el trasero de quién se lo merece. Nunca nos metemos con los débiles, es más, los protegemos.

Luego de decir aquello se dirigió hacía la cantina para pedir algo para comer, su hambre había despertado por completo.

Mientras pedía lo que quería comer, no pudo evitar mirar hacia el comedor de manera discreta.

Daniel estaba tratando de encontrar a Clara, sin embargo, había demasiadas personas, lo que dificultaba su búsqueda.

Incluso cuando revisó por tercera vez el comedor, él no pudo encontrarla.

Por lo que llegó a la conclusión de que aquella chica de ojos claros no había venido al comedor.

— ¿Dónde estás? — susurró a nadie en particular.

Cesar, Luigi y Fercho al notar esto simplemente negaron con la cabeza antes de seguirlo.

— ¡Es arroz con carne apanada! — exclamó Luigi con júbilo.

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