¿En Serio, Este Es?

Los años 90 fueron una de las épocas más productivas musicalmente. Aún sonaban éxitos de los 80 y de todo género musical. Las emisoras radiales se convirtieron en un boom. En las casas, en las tiendas, en los buses repletos de gente, la música a todo volumen mitigaba los apretones y alguno que otro roce inoportuno.

La moda también había cambiado, los pantalones acampanados y los tacones de plataforma dieron paso a pantalones agujereados y bombachos, la gente empezó a usar zapatillas en vez de tacones.

Los piercings y los tatuajes estaban siendo muy frecuentemente en Norteamérica y en los países del primer mundo, pero en el Perú todavía no y menos para los adolescentes.

—Hooo ooo hooo, hooo oo ho, hooo ooo hoo, de reif taff— tarareaba Julián con un inglés mal pronunciado, una canción de la band boy estadounidense New Kids on The Block, que estaba muy de moda en esos años.

Y ya sin importarle mucho los comentarios de sus nuevos compañeros de salón, tuvo la necesidad de ir al baño.

Fue entonces cuando hizo su aparición el otro protagonista de esta historia. Entrando al salón todo desgarbado, relajado y sonriente, mirando a todos lados y descubriendo si estaba en el salón correcto.

Inmediatamente lo reconocieron.

—Oye Garcés, Garcés, allí estabas, ven, ven— lo llamaron los chicos que hasta hace unos momentos lo confundieron con Julián, o mejor dicho que habían confundido a Julián con él.

Leonardo avanzó y no se percató de la presencia de Julián, pero Julián sí y lo observó pasar.

—¿Este es el maldito Garcés? ¿Como me pudieron confundir con este tipo?— se preguntó horrorizado Julián.

—Pero si este imbécil no tiene ni una pizca de parecido a mí, es recontra feo. Encima viene con la chompa puesta, ¿acaso no se da cuenta del tremendo sol que hay? ¿O es que en su planeta los marcianos andan abrigados?

Y Julián reía como un loquito en su mente mientras se le ocurrían toda clase de bromas sarcásticas.

Entonces la atención estaba puesta está vez en el famoso Garcés o el "maldito Garcés" como lo había renombrado Julián. Y siguiéndolo con la mirada pero disimulando lo más que pudo, hasta que Leonardo se reunió con sus amigos.

Y ni bien llegó al grupo de chicos se convirtió en el centro de atención y el alma de la fiesta. Su sonrisa contagiaba a todos y el aula se llenó de alegría.

Uno de sus amigos lo saludó y le preguntó: ¿Oye Garcés el primer día y ya llegando tarde? No cambias siempre igual.

—Ese Garcés y eso que vives cerca a la escuela— dijo otro de los chicos.

Lo que ellos no sabían es que Leonardo se demoró porque se quedó jugando Mario Bros en una galería al costado del colegio. El vicio por los videojuegos se le había pegado fuertemente ese año.

—Nada— dijo Leonardo— me he mudado a otro distrito y como no conozco muy bien la ruta, pues me confundí de bus. Pensé que ya no me iban a dejar entrar en el "cole".

Mientras hablaba sus amigos aprovecharon para comentarle del nuevo chico del colegio y los incidentes anteriores, le mencionaron también el parecido físico entre ambos y los sucesos que ocurrieron en la confusión.

Leonardo (de quien ya mencionamos anteriormente era muy observador) dio un pequeño giro de cabeza hacia la dirección de Julián y rápidamente volvió a la conversación con sus amigos.

Nada extraño hubo, ningún momento de tensión, ni más palabras, ni más miradas, solo risas y bromas.

En ese instante entró al aula el coordinador del colegio. Saludando y dando especificaciones básicas les mencionó que se iban a retirar temprano por ese primer día, así que todos felices cogieron sus cosas y se apresuraron en salir.

Julián quien nunca fue amante de las multitudes esperó a que todos salieran, sus "amigos" ocasionales que pasaron riéndose y que provocó más cólera en él pero se contuvo.

Y al final saliendo detrás de todos apareció "el maldito Garcés" que pasando muy cerca a Julián, ahora sí lo observó detenidamente. Fue la escena inesperada del momento.

Julián sintió la presencia visual y también clavó su mirada en los ojos de Leonardo.

Ambos mirándose fijamente. Sin palabras, ni gesticulaciones.

Hasta que el temperamento de Julián rompió el silencio.

—¿Algún problema amigo?— le dijo.

—No, y no somos amigos— respondió Leonardo y se marchó.

—Maldito Garcés, la próxima vez que me respondas así te haré comer mi puño y sin aderezo—

Y Julián salió detrás de él...

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