Garelin Emrys se encontraba en el avión junto con el equipo de trabajo para seguir la investigación de la muerte de aquellas mujeres. Los policías de la localidad habían encontrado otro cadáver con las mismas marcas de tortura. La diferencia es que ahora ya era la segunda mujer con las mismas características físicas. La finalidad es encontrar al asesino antes de que se encuentren más jóvenes de 18 años.
Garelin visitaba todos los días a su familia y cada tercer día la casa de ayuda. Pero en este caso, hasta que no se resolviera los asesinatos, se lamentaba de no estar con su familia y más cuando su prima estaba a unas semanas de dar a luz. Así que tenía decidido resolver el caso en un día, pero jamás se imaginó que el caso se extendería a tres días.
"El ignoto ya tiene un estilo de víctima", dijo Evans, un agente compañero de Garelin.
"Y volvemos a lo mismo", dijo moviendo su cabeza y caminando de un lado a otro. "Ya les dije que sin varios ignotos, los ataques no son esporádicos o al azar. Tenemos que ubicar a mujeres de 18 años, de cabello negro, tez blanca, ojos de color y delgadas, porque una vez que no haya más mujeres con esas características", comentó parándose en seco y mirando a todos seriamente, "se irá a otro estado y seguirán con la matanza".
Todos lo miraron comprensivamente, pues sería más difícil estar de estado a estado tratando de encontrar no solo a un ignoto sino a varios, mientras las muertes de hijas, hermanas o hasta madres seguirán muriendo.
Garelin se había terminado de dar un baño rápido. Estaba desesperado porque ya tenía tres días y nada que solucionaba el caso. Eran narcisistas y psicópatas aquellos asesinos. Méndez, la encargada de sistemas, le había mandado las chicas con aquellas descripciones que había dicho con anterioridad. Necesitaba refrescarse y despejar su mente, y así lo hizo. Ya media hora caminando sin rumbo fijo hasta que escuchó unos gritos en una calle cerrada. Corrió rápidamente: "¡Policía de Chicago, suéltenla y aléjense o disparo!", gritó con voz autoritaria cortando cartucho de su pistola Glock 17C de "tercera generación". Los cinco hombres que tenían sometida a aquella chica llena de golpes y sangre voltearon a verlo.
"Hay humano, ¿crees que con tus armas nos vas a mandar al otro mundo?", dijo uno de los vampiros llamado Vincent, y todos los demás rieron. Soltaron a la chica que, aún con las pocas fuerzas que tenía, se arrastró detrás de una pequeña barda que sostenía unos botes de basura. "No lo repetiré otra vez, todos pónganse sobre el suelo con las manos atrás", ordenó. Cuando todos se ordenaron en una fila mirándolo de frente, sus ojos cambiaron a un color rojo y unos colmillos afilados, llenos de sangre de la chica, aparecieron. "Pero, ¿qué demonios son ustedes?", preguntó con voz entre miedo y sorpresa.
"Somos una creación única, nuestra madre es la hermosa Lilibeth, pero ya te hemos dicho mucho, humano", respondió Vincent. Cuando Vincent y los demás vampiros estaban por atacar a Garelin, a él se le iluminaron los ojos poniéndose en blanco. Dijo unas palabras y su arma brilló. Cuando Vincent, el vampiro más hábil y fuerte de aquel grupo, disparó, se desvaneció en llamas convirtiéndose en polvo. Los demás solo miraron con miedo y se desaparecieron. Él se acercó a la chica y marcó su teléfono, el número directo a la ambulancia. A los pocos minutos llegó la ambulancia con varias patrullas. Él estaba en shock, todavía no podía creer todo lo que vio y lo que hizo. Por primera vez en su vida, mintió y dijo que no vio nada porque estaban encapuchados. Dijo que le disparó a uno y por eso huyeron. Al verlo tan pálido y en ese estado, dedujeron que fue más fuerte de lo que pensaban. Él pidió ir a casa y mañana les diría todo, cosa que no le permitirán. Lo interrogaron e interrogaron hasta saber más datos de los asesinos, pero él siguió en el mismo guion como disco rayado hasta que se fue a su casa. Se bañó con agua helada, tomó una pastilla que se recetó para poder dormir cuando su madre murió y quedó profundamente dormido, pues lo que menos quería era pensar.
A la mañana siguiente, Garelin no quería ni abrir los ojos para no pensar en lo que hizo. "Hijos de Lilibeth, ¿alguna vez escuchó historias sobre la primera mujer que acompañó a Adán?", pensó. "Pero por Dios, eso eran solo historias, mitos y esas cosas. Y los vampiros por igual, solo conocía las historias creadas por famosos directores de películas y libros. Pero vampiros de la vida real, le era difícil de creer. Y luego estaba aquel vampiro que se desvaneció gracias a su arma que sacó una gran luz. Por Dios, ¿qué estaba pasando? ¿Se estaría volviendo loco?", se preguntaba acostado en su cama sin querer levantarse por primera vez. Así que decidió tomarse otras pastillas, pero su cuerpo a los 20 minutos no las quiso aceptar y se levantó corriendo a vomitarlas. Sentía que todo le daba vueltas, y cuando se acercó al lavabo para echarse agua en el rostro y se levantó a verse en el espejo, notó unos ojos color violeta mirar directo a sus ojos. No se veía el rostro de la persona, pero sí se veían esos ojos hermosos que reflejaban sinceridad, inocencia y fuerza. Estaba hipnotizado y como un tonto enamorado le mostró una hermosa sonrisa a esos ojos que veía a través del espejo. Pero después de aquellos minutos, se desaparecieron aquellos ojos violetas. "¿De quiénes son esos ojos hermosos?", se preguntó pensativo. En esos minutos, con todo lo que le había pasado, le dio ánimos de salir de la cama y dedicarse a investigar todo lo que había visto.
Habían pasado cuatro horas desde que estaba en la red investigando. Había encontrado infinidad de respuestas, pero ninguna le parecía real más que pura fantasía. Así que decidió visitar una dirección que localizó en internet, donde pensó que le darían respuestas.
Por otro lado, Lilibeth había sentido la muerte de su querido y amado Vincent, lo que la volvió loca por unos minutos. Necesitaba salir de ahí y seguir con el cometido que le había mandado a sus hijos: la tarea que ella no pudo terminar de eliminar a la hija de Lucifer.
— Madre, ¿estás ahí? —dijo Gaciel, el hijo preferido de Lilibeth y uno de los vampiros más poderosos que vive en Chicago.
— Aquí estoy, amado hijo —contestó Lilibeth, que caminaba de un lado a otro en aquella prisión—. ¿Has reunido la cantidad de mis hijos para que den su vida para sacarme de aquí?
— Sí, madre. En unas horas, nos prepararemos para vengar esto que te hizo Lucifer.
Lilibeth siguió planeando con su hijo su liberación. No sabía lo que le esperaba a ese demonio, pero le daría donde más le duele. Solo faltaba localizar a esa mujer. Ya habían pasado 18 años y nada. Fue gracias a Gaciel que vio a una niña de 8 años jugando con su madre en el parque. La sangre de la niña era muy llamativa, probablemente por ser una niña de apenas 8 años. Recordó: "Vamos, hija, no tengas miedo. Yo te agarro. Lánzate", le decía Elena a Airén, que terminó lanzándose a sus brazos. Y cuando por fin tuvo el valor de lanzarse, fueron atacadas por Gaciel. Airén cayó al suelo lastimándose un brazo. Gaciel iba directo a la pequeña Airén para lanzar su mordida y saborear esa dulce y pura sangre, pero Elena se interpuso y fue ella a quien mordió Gaciel.
— Maldita perra —decía Gaciel enojado.
— Déjanos, por favor —suplicaba Elena, mientras veía y escuchaba a su pequeña gritar y llorar. Después ella volteó a verla y le dijo—: "Mi niña, no llores. Mira mis ojos y nada más que mis ojos. Pase lo que pase, no voltees a ningún lado, ¿de acuerdo?" La niña hizo tal y como su madre le había enseñado y nunca dejó de mirar.
— Jajajaja, maldita humana insignificante. Aunque tu sangre es muy deliciosa, dijo lamiéndose los labios con la poca sangre que bebió cuando te mordió. Después de matarte, seguiré con tu hija, a la que tanto proteges. Y cuando ya estaba dispuesto a lanzarme sobre ella, la escuché decir:
— Namael, ángel de luz, guardián de mi pequeña, no la desampares. Escucha mi llamado, imploro, Elena mirando al cielo. Y después sentí la mordida de aquel vampiro. Cuando Gaciel terminó, la miró y vio esos ojos llenos de paz. No vio nada de miedo y su hija había desaparecido.
— ¿Dónde está tu bastarda humana?
— Cuando Lucifer sepa lo que has hecho, estoy seguro de que morirás de la peor manera, dijo Elena con una sonrisa y se desvaneció.
Gaciel caminaba de un lado a otro, molesto era poco, estaba colérico. ¿Qué sabía esa mujer de Lucifer? ¿Acaso era la esposa e hija perdida? Sí, eran ellas, se dijo. Sin pensarlo, le dio de su sangre a Elena para convertirla en vampiro y así dominarla y hacerle decir todo lo que sabía. Pero no contaba con la llegada de ese ser de luz.
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Comments
hermosa "🍵"
que linda amiga, tus siempre apoyando mis proyectos comentando para darme ánimos, gracias
2023-05-07
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Maria Hernandez
me encanta 😁😁😁
2023-05-07
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