La noticia del héroe enviado por la diosa ya había sido enviado se corrió de inmediato en cuanto Riza fue notificada. El reino tenía esperando más de 2 meses esperando que respuesta de la diosa, ya que la desgracia estaba tocando a su puerta.
—El demonio se acerca y la diosa prefirió enviarlo lejos de nosotros— El rey Farfan se encontraba molesto por su decisión
—La diosa sabe lo que hace, el héroe debe recorrer el largo camino que lo volverá alguien digno de enfrentarlo— Riza respondió sin miramientos, tampoco tomó en cuenta la mala cara que Henry le estaba haciendo.
—Hablarle de esa forma a su Majestad es incorrecto— La madre de Henry, la reina Hera reprendió de forma sutil a Riza, pues no quería que los sirvientes tuvieran algo de que hablar en los pasillos.
—Disculpe su alteza, no era mi intención— Las palabras poco sinceras de Riza fueron un insulto peor, pero ambos decidieron pasarlo por alto.
Tenían que soportarla pues fue la pareja escogida para su hijo por la misma diosa, esta vez, la santa sería reina, la primera vez en 500 años de historia...Sin embargo, ella nació en una granja a las afueras de la capital, entre sus pobres padres y animales de quienes fue arrebatada luego de que la noticia de su nacimiento se dio a conocer.
La santa nace con el cabello rojo sangre, la piel blanca y ojos oscuros como el universo mismo, esas eran las características que le fueron dadas al nacer el por qué del rechazo de la familia imperial y los nobles del lugar, a excepción de los ciudadanos comunes quienes celebraron la aparición de la santa entre ellos.
Pero tenía muchas preguntas, pues los ojos de ambos reyes se obscurecieron en cuanto fue nombrada y reconocida por la diosa. Tampoco conoció a la santa anterior y nadie le daba explicaciones de qué había pasado con ella.
Estar en el palacio era igual a estar en la cárcel. Solo esperaba que el héroe apareciera y acompañarlo en su aventura como debía de ser.
—Lo que hiciste fue muy imprudente de tu parte— Henry estaba recargado en el marco de la puerta de su habitación, Riza lo miró con cuidado. Henry tenía el físico que le gustaba, sus cabellos de un café claro y sus ojos azules e intensos eran propios de un joven que estaba destinado a ser atractivo, tal vez más allá de eso.
Pero a ojos de Riza era estúpido e ingenuo, alguien que se dejaba manipular de forma fácil, un hijo de papi en pocas palabras. No tenía opinión propia.
—Deberías estar más preocupado por tus deberes que por mí— Siguió cepillando su cabello, mientras miraba su imagen en el espejo, detrás de ella, Henry se acercó.
—Lo hago, pero también me preocupas tú, no quiero estar en malos términos con mi futura reina, pero tampoco permitiré que le faltas el respeto a mis padres— Su mirada se volvió severa, ella deseaba que sus ojos se mantuvieran así aunque no hacía ella.
—Tus subordinados te respetarán más si también los miras de esa forma— Le regalo una sonrisa con burla sincera, esperando que entendiera a donde quería llegar.
—Lo seré cuando llegue el momento, ahora mismo puedo tomármelo con calma— Suspiró y se dirigió de nuevo a la puerta
—Yo quiero casarme con un verdadero rey— Lo miró atrás vez del espejo, Henry solo la miró sin expresión y se fue.
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