La comida insípida de un hospital es lo primero que odiaría recibir después de estar en supuesto coma tanto tiempo, por un momento pensó que Avalor, Riza y aquella diosa no era real, solo un producto de su memoria dañada tras aquel intento de asesinato que lo desangró hasta casi morir.
Sin embargo, la pulsera seguía en su mano, no entendía como lo había seguido hasta este punto, pero no había duda de que era real. Eso no hizo más que llenarlo de rabia impotente pues significa que ella estaba esperándolo, de pie, con la frente en alto, con el orgullo intacto sabiendo que el hombre que amaba regresaría.
Significaba tanto para el que puso la comida a un lado, sin haber dado un solo bocado y salió de la habitación, que al ser de un grado bastante alto al nivel de la nobleza nadie lo vigilaba para darle su privacidad como el segundo hijo del dueño de una empresa importante.
Por alguna razón afuera del hospital se escuchaba un gran escándalo, pero eso le dio la oportunidad de subir al techo sin que nadie lo viera, escabulléndose con los pies descalzos y el cuerpo desnudo cubierto por una fina bata, era evidente que el frío viento de la noche le helaría la sangre.
Era liberador, el par de días que estuvo hospitalizado con la consciencia restablecida fueron un infierno, ser tratado como un inútil era costumbre antes de ir a Avalor, pero ya que su coraje y destreza habían sido puestas a prueba, ahora lo consideraba humillante.
Camino por el frío pavimento del lugar, que también era un helipuerto, tanta excentricidad alteraba su estómago, ya no quería nada de eso, no quería volver a ser la oveja negra de la familia en la que nació. Quería ver a Rize, quería sentirla de nuevo entre sus brazos, sin notarlo, cerró los ojos sin dejar de caminar, la imagen de su mujer era claro, el momento en el que la conoció pasó por su mente, su paso se aceleró, el asfalto pasaba rápidamente debajo de sus pies y finalmente se detuvo a la orilla del edificio.
El viento soplaba alzando su bata, dejando su carne aún más expuesta, era liberador hasta cierto punto.
Debajo de él, el director en jefe del hospital ofrecía una entrevista, hablando sobre el estado de salud del joven hijo Northon que había estado en coma por tres años. Un diagnóstico favorable y un par de preguntas más... Alguien lo notó soltando un chillido y señalando hacia el techo. Todos miraron la asombrosa escena, de aquel hombre sostenido solo por la punta de sus pies abría los brazos como un acto liberador y amenazante, dando a entender que se lanzaría en cualquier momento.
Las cámaras apuntaron de inmediato a su dirección y una transmisión en vivo sobre el intento de suicidio estaba en todos los canales de televisión. Nadie entendía como ese hombre había llegado hasta ahí, los oficiales a cargo de cuidar el lugar de la entrevista subieron de inmediato en un intento de llegar antes de que se lanzará.
Varios hombres subiendo las últimas escaleras de emergencia llegaron a su oído, sonrió, pues para cuando abrieran la puerta él ya estaría de vuelta con Rize, cuya imagen se grabó dentro de sus párpados y su perfume se había aferrado a su nariz.
—¡¡¡¡NO!!!— Gritó el primer hombre que abrió la puerta, siendo recibido por la brillante sonrisa del joven Darren, quien alzó su mano y en señal de adiós, se aventó del precipicio. Gritos se escuchaban, pero para él era como si el tiempo se hubiera detenido en la joven imagen de Rize, hace tres años...
¿Tres años? Al tocar la pulsera su primer recuerdo en Avalor apareció. El impacto de su cuerpo inerte contra el pavimento fue un fuerte tronar de huesos, pues si volvería a su otra vida, se aseguraría de que ya no hubiera otra a la cual regresar.
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