Cambios

Desde qué mi madre llegó a casa, las cosas comenzaron a cambiar. Algunas para bien, y otras para mal.

Principalmente, los chicos estaban felices de tener una nueva mirada amorosa bajo el mismo techo. Una aliada contra la mala vibra que parecía instalarse cada vez más en casa.

Por el otro lado, yo me sentí un poco aliviada por su presencia. Las madres tenemos ese superpoder de apoyar a nuestros hijos aunque no estemos de acuerdo con sus decisiones. Mamá era mamá. Una caricia tibia y una sonrisa en los momentos más desoladores. Era fuerza y optimismo en medio de mi desaliento.

Junto a ella comencé a buscar elementos para la llegada de mi hija. Empezamos a barajar nombres, y fue quien finalmente propuso el primer nombre definitivo: Mili. Milagros. Mi milagro.

Lentamente, fui recuperando un poco de mi identidad perdida, las ganas de hacer las cosas bien, de buscar la forma de sobreponerme a la tormenta que habitaba mi interior. Mientras compraba batas y pantalón pantaloncitos, fui abriendo un diálogo interior con mi bebé. Trataba de calmar sus movimientos bruscos, contándole que la esperábamos con ansias. Le expresaba todo mi amor y le pedía perdón por mis angustias, que yo podía sentir como se filtraban hacia ella en parte. Empecé a ponerle música y cantarle, para que conociera a través de esas melodías desentonadas mi voz y mi devoción por ella.

Cuanto más me volcaba a preparar la llegada de Mili y procurarle todas las comodidades, más cuco se volvía su padre. Desarrolló celos de su hija no nata. Reclamaba para sí mismo el tiempo que yo dedicaba a coser y pintar para ella. Empezó a proponer salidas nocturnas, a solas, reuniones con amigos y socios, pedía mi ayuda u opinión en temas de trabajo, que nunca antes había tenido en cuenta. En resumen, trató de volcar hacia él ese afecto y dedicación que veía que yo iba gestando solo para con mi hija.

Yo no lo excluí, fue el quién se aisló. Yo quería una familia, y él quería ser el centro del universo familiar. Nada podía existir a su alrededor en armonía, si no estaba a su entero servicio. Cada día tenía nuevas exigencias y reclamos. Le molestaba mi cansancio y le molestaba si me sentía bien y lo aprovechaba en hacer cosas que no fueran para él.

Tan egoístas fueron sus actos, que mi naturaleza bondadosa se iba marchitando sin vuelta atrás. Nadie quiere brindarse a una persona que te ningunea día a día. Fue así como las tensiones en casa fueron alcanzando proporciones épicas, y también fue así como el cuco comenzó a mostrar su verdadera naturaleza.

¿¿Pensaron que ya habíamos descubierto al verdadero cuco? ¡NO! Recién comenzaba a aparecer la punta de su garra.

Un día, por la tarde, mi hijastro mayor no regresó en horario normal del colegio. El más pequeño llegó a casa y me aviso que su hermano se había quedado con sus compañeros en la plaza del barrio.

A pesar de ser una situación muy habitual en un muchachito casi adolescente, me preocupo de que no avisara de sus intenciones, y así se lo hice saber cuando regresó. Le expliqué que no tenía nada que ver con controlarlo, si no, que era más bien para estar tranquila sobre su paradero y poderlo justificar ante su padre de ser necesario. Pude notar en él, una actitud inquieta y huidiza. Lo justifiqué en mi mente, con la idea de que quizás estaba pendiente de alguna chica de su edad. O que quería un poco de libertad para alternar con sus compañeros fuera de clases. Intenté no pensar nada negativo, y centrarme en lo que comúnmente atraviesa cada jovencito a esa edad.

Unos días más tarde, Julián (mi hijastro mayor) me pidió permiso para regresar un poco más tarde del colegio. Quería quedarse un rato con sus amigos en la plaza. Me pareció bien, le recomendé que no demorase mucho y que se portara bien, para que lo volviera a dejar ir la próxima vez. No quiso llevar a su hermano menor con él (lo que me pareció lógico, si alguna chica le gustaba) así que me tocó sobornar a Cesar con un plan de galletas caseras dulces para la merienda.

Esta situación se fue repitiendo en varias ocasiones, a veces Julián cumplía con el horario, a veces estiraba un poco la hora de llegada. Comenzó a escuchar reproches de su padre y recomendaciones mías y de mi mamá, a quien siempre llamó abuela. Recibía los retos o castigos sin rechistar, con la mirada agachada y en silencio. También se distanció de su hermano, con quien mantenía una relación muy cercana hasta ese momento. Empezó a buscar la soledad y evitar las salidas familiares. En pocas palabras, parecía que estaba creciendo.

Conservaba los hábitos de ayudar a ordenar y mantener limpias sus cosas, sin rebeliones ni malos gestos. Todo eso me llevaba a pensar que era un adolescente normal, y bastante sano, a decir verdad, pero los problemas no tienden a disminuir en familias ensambladas, tienden a aumentar de manera drástica...

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Comments

MALÚ 2834

MALÚ 2834

Hay que ver,,,algunos hombres como cambian después del matrimonio,,,eso lo hacen los que no tienen una personalidad

2023-10-15

3

Ana Nuñez

Ana Nuñez

niño que le va a traer problemas

2023-09-03

6

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