Hasta Volverte A Ver

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1. Pasado- El gran demonio llamado Sākuru.

Hace muchos años, cuando los yōkais deambulaban por la tierra, sin reparo alguno, una trágica historia de amor y guerra se llevó a cabo entre un demonio y una humana.

El nombre de ese temible yōkai era Sākuru. El poderoso demonio vivió los primeros años de su vida aborreciendo a los humanos, incluso alimentándose de ellos.

En su mente solo tenía una meta y era convertirse en el más poderoso de todos los tiempos y así demostrar ante la tumba de su padre, el gran Inguru, que él era el más fuerte y digno. Por otro lado, había un gran dilema en la mente de Sākuru, pues su progenitor era su más grande ejemplo, pero a su vez, el gran recordatorio de que lo que los humanos llaman “amor” es una gran debilidad. Pues el gran Inguru había cavado su tumba por el amor de una humana. Una princesa de nombre desconocido, ya que nadie quería ser recordado por tener como princesa a la amante de un demonio.

Un día, mientras Sākuru buscaba unas piedras que le ayudarían a cumplir con uno de sus cometidos, escuchó el llanto de un bebé. Era un lugar desolado, pues se había terminado una guerra, ¿cómo era posible que la cría de un humano estuviera ahí?

Cómo sea, él ignoró el lloriqueo y se dispuso a irse, sin embargo, algo en su interior lo hizo regresar. Eso no era propio de él.

—¿Por qué volvemos al lugar de la guerra? —quiso saber su fiel sirviente Ham. Un demonio de estatura baja y aspecto muy parecido al de un sapo.

Sākuru observó de lejos al pequeño bebé, olfateó un poco más y así se dio cuenta de que esa cría era hembra. La niña comenzaba a adquirir un tono morado en los labios. Tal vez, había estado llorando mucho y su vida comenzaba a apagarse.

El demonio reflexionó, algo dentro de él lo hizo sentir compasión por esa criatura. Tal vez, era la pureza que emanaba de ella, pues a comparación de los humanos adultos, los bebés, no tenían ni una pizca de esa gran maldad que caracterizaba a los de su especie.

—Ham carga a la cría —ordenó Sākuru con voz aterradora a su sirviente.

El pequeño demonio hizo una mueca de asco, pero obedeció. Así que tomó a la niña y la sostuvo en brazos. El pestilente aroma que desprendía la cría, hizo que su nariz se arrugara.

—Señor Sākuru, por el oeste está el pueblo más cercano. Aunque por el aroma que suelta esta cosa, podría jurar que ya está muerta.

—Súbete a mi espalda —ordenó Sākuru, antes de comenzar a transformarse en un perro gigante.

En poco tiempo, Sākuru transportó a su sirviente y a la niña, a la aldea más cercano. Ham corrió con la niña en brazos y la puso justo afuera de una cabaña del pueblo e hizo mucho ruido para que los humanos salieran y se encontraran con la bebé.

A los pocos minutos una anciana fue a ver porque había tanto alboroto.

—¡Oh! Pero si es un bebé, mira nada más cómo estás. —La anciana miró con mucha ternura a la niña—. Tu llanto es tan débil, esperemos que no sea demasiado tarde para ti.

La mujer ingresó a su casa con la bebé en brazos. Algo en el interior de Sākuru lo hizo quedarse y observar de lejos.

¿Será que la niña humana podrá sobrevivir? El demonio miró al cielo. «Lo que pase con esa criatura, no es mi asunto» pensó.

Después de un rato se fue del lugar.

...

Un día, entre batallas, conquistas, guerras, y demás, recordó a la pequeña criatura humana, y se encendió su curiosidad, así que fue a visitar a la anciana. Bastó con aspirar el aroma del lugar para saber que la bebé estaba con vida. Sākuru se fue de allí, creyendo que ya no volvería más a esa aldea y que la esencia tan pura que emanaba esa cría, desaparecería en unos años.

Por su parte, la anciana le dio un nombre a la infanta: Erin. Erin era muy pequeña, y a pesar de ahora estar bien alimentada, su llanto seguía siendo débil. Aun así, era la bebé más hermosas que Kae había visto y que decir de sus ojos tan vivaces, le recordaba a las adorables y pequeñas palomas, sin duda con esa tierna mirada derretía el corazón de quién la viera.

...

Cinco años más tarde… La pequeña bebé se volvió una niña alegre y juguetona. Pese a la pobreza del pueblo, la anciana siempre procuraba solventar las necesidades básicas de la niña.

Cuando Erin cumplió once años, Kae enfermó gravemente, no pudo seguir más y murió. La adolescente mostró una gran fortaleza en esos momentos, ella sabía que la anciana no era su verdadera abuela, pero siempre estaría infinitamente agradecida con ella. Una de las familias más respetables de la aldea se hizo cargó de Erin, con la promesa de que en un futuro se convertiría en la esposa de su hijo menor.

Años más tarde, la perversión había sobrepasado la tierra, y muchos demonios tomaron a las mujeres humanas como sus amantes, procreando así niños, mitad demonios. Ocasionando caos por doquier.

Erin ya había pasado de ser una bebé indefensa a una valiente joven. Pues había aprendido a usar la espada, y aunque era de estatura baja, tenía mayor resistencia que muchos jóvenes del lugar y una belleza sin igual.

Su cabello castaño, largo hasta la cadera, sus grandes ojos marrones, su piel morena clara, pero sobre todo, su gran deseo de ayudar al prójimo, pues si algo le había enseñado su abuela Kae, era que lo único que te llevas de este mundo es la satisfacción de hacer un bien por los demás, eso es más que suficiente.

Todos en el pueblo la tenían en alta estima, y para nadie de allí era un secreto que en año y medio, tendría la edad suficiente para poder casarse con Kohaku Taijiya, el hijo menor de los exterminadores de demonios.

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Catalina Aguilar

Catalina Aguilar

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2023-02-12

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