EL FANTASMA AMARILLO

EL FANTASMA AMARILLO

I

Era extraño.

Él se sentía extraño.

Algo había pasado con su cuerpo y ahora lo sentía completamente diferente, era como si flotara, de una manera en que nunca antes se había sentido.

No recordaba nada, pero pesé a lo extraño que se sentía, no tenía dolor en ninguna parte, solo se sentía algo desorientado, pero nada más.

Se incorporo del piso, no teniendo idea de la manera o el motivo por el que había acabado ahí, pero eso no era todo lo extraño, sino que también se encontraba en medio de un bosque en medio de la noche, y lo peor de todo ocurrió cuando la luna se vio liberada de la cubierta que habían estado dándole las nubes y con ello, la luz logro llenar el lugar, permitiéndole a él contemplar sus alrededores, y por ende, fue plenamente concientes del cuerpo rodeado de sangre y mal oliente que yacía abandonado a tan solo un par de pasos de él.

Su grito de terror fue inevitable, aunque a su favor queda decir que fue un grito completamente masculino. Por inercia se arrojó aún más hacia atrás sobre sus manos, queriendo mantenerse completamente alejado del cadáver.

¿Qué demonios había ocurrido? ¿Por qué él no recordaba nada y de pronto estaba tirado en un bosque a media noche, con un cadáver a una corta distancia suya?

¿Acaso era verdad lo que su madre le había advertido sobre no ver tantos programas de asesinos y dementes o terminaría convertido en uno? ¿Ahora había asesinado a un pobre hombre y no lo recordaba? Si no era así, no había otra explicación entonces para que él estuviera sin ninguna herida.

Rápidamente, reviso su cuerpo con urgencia en caso de haber pasado algún golpe o cortadura por alto, pero no solo no encontró nada, sino que además se encontró con la sorpresa de verse completamente en amarillo.

No solo su ropa era de ese color, sino que también su piel era de un amarillo brillante y no del tipo de amarillo del que te ponías al enfermar, tampoco parecía ser alguna clase de pintura, era como si un artista de pronto decidiera que quería que sus obras tuvieran extraños colores, o como si alguien de pronto decidiera que quería que cada persona tuviera un color del arcoiris.

Lo odiaba.

El amarillo era por mucho, el color que más despreciaba, y todo empezó en clases de matemáticas en primaria, cuando la maestra decidió que era bueno que todos los alumnos forraran las libretas y libros de ese color.

Desde entonces, relaciono el amarillo con algo malo y aburrido y no pudo dejar de detestarlo.

Molesto de pronto, se puso de pie y se acercó con desición al cuerpo bañado en sangre, queriendo saber si la blancura grisácea que percibía de las orejas y la parte trasera del cuello era el color que le habían dado o en verdad era un cadáver —aunque el olor putrido que provenía de él no daba muchas chances a dudar que lo fuera—.

Al girarlo con cuidado con las puntas de los dedos, inmediatamente reconoció a la persona muerta —porque sí, como era obvio, estaba muerto—, y el rostro que ahora quedaba boca arriba fue inconfundible para él. Se trataba de Cefalon.

Ese era su cuerpo.

Él estaba ahí parado, tocando su propio cuerpo que ahora era como un cascarón vacío.

Tropezó con sus propios pies al alejarse por inercia de nuevo del cuerpo, callo de espaldas y su cabeza golpeó con fuerza el suelo y sin embargo, pesé a sentirel piso contra sí y el contacto duro de su cráneo chocando contra el piso, no sintió ninguna clase de dolor por la caída. Se sentó de nuevo, sintiéndose ahora demasiado asustado como para gritar en esa ocasión —no que no lo haya querido, simplemente su voz no salía—; sus manos volaron hasta su rostro, tocándose con prisa para asegurarse de ser él mismo, luego pellizcando se un brazo con violencia, pero como antes, no fue capaz de sentir dolor alguno.

Recordó su teléfono celular, por lo que tomando todo el valor que pudo y guiado por la urgencia de comprender su situación, Cefalon se movió de rodillas hasta el cuerpo —que parecía ser el suyo— y con cautela comenzó a mover su mano pir entre el bolsillo en donde él siempre guardaba su celular, buscando con prisa el aparato y tomándolo al tiempo que volvía a alejarse del cuerpo helado.

Casi se le cae el teléfono de las manos varias veces dado el temblor constante en su cuerpo, pero al final logro tomarlo con firmeza y encender la cámara para contemplar su reflejo. Ahí estaba él, la misma cara, mismas facciones y mismo cabello, salvo por un detalle: ¡Era amarillo!

¡Su cabello castaño ahora se perdía entre tonos amarillos, como si se volviera miel, y lo único que realmente permanecía normal eran sus ojos —que no habían sufrido ninguna alteración y cuyas iris seguían siendo azules—, y sus blancos dientes.

Pero de ahí en más, cada detalle en él era tintado por ese horrendo y nauseabundo color.

Le costó un rato dejar de contemplar su imagen antes de decidirse a indagar sobre lo que ocurría y comenzó a buscar pistas en su celular; no encontró mucho de utilidad, salvo por unos e-mails un tanto extraños de un correo desconocido. Frustrado, dejo su búsqueda y en cambio decidió marcar a alguien para pedir ayuda.

Si eso era una broma, se estaban pasando de crueles, quién quería que la organizó. Pero el pensamiento de que no conocía a nadie capaz de llevar una broma tan lejos lo hizo temer y desear que en realidad fuera una broma y todo acabará de una vez como un traumático recuerdo del que podría contar con sus allegados en un futuro.

Incluso podría olvidarse de asesinar a quien fuera el que haya planeado eso, es más, estaría muy feliz de verlo con tal de tener por seguro que todo era una broma y acabaría pronto.

Claro, se tranquilizó con ese pensamiento un rato, hasta que momentos antes de llamar a su mejor amigo se topará en redes con el anuncio de "Desaparecido" publicado con su fotografía adjunta.

Estaba aterrado, y cada timbre en la línea, una vez marco a su amigo, le pareció eterno.

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Comments

Lluvia Ragne

Lluvia Ragne

Empezamos bien... bueno, no para el prota

2023-05-25

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