Ira.

La hacienda parecía cobrar vida, tan solo habían pasado tres días de la muerte de Antonio, la gente en el pueblo todavía llorando por él y las mujeres se arremolinaban en su tumba.

Julia caminaba por el mercado del pueblo, comprando frutas, comida, dulces y cantidades desmedidas de pan.

__Buen día señorita Julia, ¿cómo está usted?.

__Hola, estoy muy triste, ahora mismo estoy siendo la empleada de mi tía...

Se compadecieron de la pobre y solitaria sobrina del señor Antonio, pobre de ella que se había quedado sin su protector y a merced de su malvada tía.

__Esa mujer va a arder en el infierno, ya lo verá señorita, nosotras vamos a honrar la memoria de él buen señor Antonio...

Julia sonrió, jamás aceptaría que ella tenía un severo problema con la comida y si Carmina le había dicho que ya no se le iba a comprar ni una tortilla más, ella escondería su ración en su habitación, mientras que la culpaba de ser ella quién comía tanto.

Carmina se estaba preparando para otra visita del detective que investigaba la muerte de Antonio.

__Ese policía mandó a dos de sus hombres a merodear por los alrededores de la hacienda mi niña, me da muy mala espina.

Carmina sonrió y abrazó a su nana.

Tranquilamente tomó su café.

__No tienes que preocuparte, por ahora quiero tener el control de la hacienda y los negocios, luego veré que hacer con ese entrometido.

Pronto sonó el timbre que anunciaba la llegada del detective.

Las hijas de Carmina tomaron su lugar en la sala.

__¿Hay algún avance señor?.__Preguntó Janeth.

__Lamentablemente no señorita Fernández, los resultados no arrojaron nada, el señor Antonio falleció de un ataque fulminante al corazón y nada más.

Las hermanas se miraron con tristeza.

__Bien, si eso es así ¿Por qué hay personas vigilando mi propiedad desde afuera?.

Carmina fijó sus ojos en la cara del detective.

__Es a pedido de las señoritas, es solo por protocolo, en cuanto la investigación se cierre ya nadie la molestará señora Fernández.

Carmina arqueó la ceja y corrigió...

__Vásquez, soy Carmina Vásquez.

Esas palabras encendieron la ira en sus tres hijas, querían golpear a su madre. Pero fueron educadas por monjas, en la fe católica y eran muy creyentes del castigo de Dios.

__Algún día madre, algún día vas a arder en el infierno.

El corazón de Carmina se estremeció, le dolían de sobremanera las crueles palabras y la actitud de sus hijas, al mismo tiempo que entendía que ella misma había causado que las chicas la odiaran tanto.

Llegó la noche buena, María y su hijo llenaron grandes ollas de comida y en la obscuridad el chófer se fue hasta las aldeas menos favorecidas.

__Dile a tu madre que Dios le dé larga vida y mucha salud por ayudarnos tanto.__Le dijo la matriarca de una de las familias.

Antes de salir un joven enfermo de parálisis le entregó una carta al chófer.

__Dáselo en sus manos, dale las gracias por tanto amor hacia nosotros.

En la hacienda, la lujosa mesa estaba servida, copas de cristal cortado, platos de porcelana china, cubiertos de plata y obsidiana, manteles bordados con hilos de oro. Todo aquello era ostentoso.

Alondra decidió que era hora de hacerle guerra a su madre, mandó a llamar a su esposo, al igual que a la familia de este, Janeth hizo lo mismo con su respectiva familia, Camila era soltera pero llamó a sus amigos.

Vestidas de negro y lo más tristes posibles se reunieron en el gran comedor.

Carmina jamás aprobó el matrimonio de ninguna de sus dos hijas, de hecho el esposo de una de ella le parecía un vividor, dueño de un hotel corriente y vulgar que más bien parecía un burdel de mala muerte. Antonio por su parte no se opuso y accedió a que sus hijas se casaran con el hombre que ellas quisieran.

Julia tomó su lugar justo a la derecha de Carmina, quien ahora era la cabeza de la familia.

__Julia, este lugar es para María.

Carmina habló claro y preciso.

__Mamá, Julia es de la familia, es nuestra prima.__Gritó Janeth.

__No grites en la mesa.

__Me importa un comino tu estúpida mesa, estoy hartaaaaa, eres una mala persona, estás tomando el lugar de mi papá como si fuera tuyo y no es así, tu no eres nadaaaaa...

Janeth no podía ver más color que el rojo, estaba enojada.

__Desearía que fueras tú y no mi papá quien estuviera en esa maldita tumba fría...

Se levantó, tomó a su marido y salió de la casa.

Carmina tomó su plato, dio gracias en silencio, vio que Julia seguía sin levantarse de la silla.

__¡¡¡María!!!.__Alondra y su esposo al igual que su familia estaban sin poder creer lo que acababa de pasar, el grito de Carmina los sobresaltó. María llegó corriendo.

__Dígame señora.

Carmina le señaló la mesa.

__Cómo puedes ver, hay demasiada comida y al parecer nadie quiere comer, entonces trae a tus hijos y nietos y siéntate en esta enorme mesa con dieciocho sillas y tu Julia, retirate a tu habitación en donde siempre comes, no pierdas la costumbre.

Alondra sacaba fuego por los ojos tiró todo de la mesa, tomó a sus dos hijos y a su marido y salió dejando a Carmina con las lágrimas picando sus ojos.

Julia retó a Carmina con la mirada, chasqueo la lengua y sonrió.

Aunque por dentro ardía en rabia, su boca tenía un sabor amargo intenso.

La ira nubló su mente y juro que esa humillación le costaría muy caro a Carmina, como cuando su amado tío vivía.

Carmina mientras tanto le sostuvo la mirada recordando sus días tristes por culpa de Julia.

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