10 de mayo de 2022:
Ribera occidental de Luxor, cerca del valle de los Reyes, a unos 500 km al sur de la capital, El Cairo
3.00 h de la madrugada
Acostada en su tienda de campaña, Daniella Harris se debatía en sueños. Ya ha perdido la cuenta de cuánto tiempo lleva sufriendo la misma pesadilla. El escenario nunca cambia; cada noche se repite la misma visión:
Ve a una chica joven encerrada en un espacio pequeño. No hay luz en el interior del lugar, sin embargo ella es capaz de verlo todo. Es como si estuviese viendo una película. La chica tiene el pelo negro y lo lleva trenzado. Viste una túnica blanca que le cubre hasta los pies. Desde el exterior del lugar donde se encuentra, le llegan terribles sonidos de llantos y gritos. El olor es prácticamente irrespirable. Inciensos, sudor, y algún otro olor que no acierta a identificar. No sabe cómo ha llegado esa chica a ese lugar, pero sí sabe que va a morir allí. Danielle intuye que la chica está sola en aquel espacio lúgubre, pero presiente que a su alrededor hay muchas chicas que están pasando por la misma situación. De repente la imagen cambia, y en un extremo de la habitación aparece una gran figura. Es un hombre pero lleva lo que parece ser una máscara de Chacal. Debe ser algún disfraz de Anubis. Danielle siente que se queda paralizada al verlo. Es grande. Muy grande. Parece muy musculoso y de piel bronceada; debe de medir cerca de los dos metros. Sería el hombre más atractivo con el que una mujer podría soñar si no fuese porque no parece demasiado contento de encontrarse en aquel lugar con la chica.
En ese momento del sueño, Danielle siempre siente que la temperatura de la habitación comienza a agobiarla. Es como si al subir la temperatura el oxígeno desapareciera.
De pronto la imagen cambia, y observa como la chica se desnuda ante aquel hombre. Puede ver como el vientre de la chica está abultado. Parece estar casi al final de su embarazo. La chica y aquel ser con máscara discuten sobre algo. Aunque ella nunca ha sido capaz de comprender sobre qué discuten. En un momento dado, aparece en escena otro hombre, que tampoco parece contento de haber sido llamado. Sin embargo cuando contempla a la chica algo en su actitud parece cambiar.
A estas alturas del sueño es cuando comienza lo peor. Danielle comienza a sentir mucho frío. El aire cada vez es más escaso y comienza a estar muy viciado. Comienza a costarle respirar. La escena cada vez es más borrosa, pero la sensación de estar muriendo es cada vez más fuerte. Todo acaba cuando el hombre que ha llegado en último lugar, posa una de sus manos sobre el vientre de la chica.
A estas alturas del sueño le comenzaba a doler todo el cuerpo. Sentía como un dolor enorme la atravesaba.
Ella sabía cuál era el final de aquella pesadilla. Sabía que iba a morir y no podía evitar sufrir. Sufría por ella misma, pero sobre todo por aquella chica que moría sola, en ese espacio caluroso y agobiante. Verla morir siempre provocaba en ella un sentimiento de pérdida y desdicha.
De pronto la imagen volvía a cambiar. Su respiración siempre se hacía más rápida y un instante una luz blanca brillante la cegaba. La sensación era como de estar cayendo desde un precipicio. Danielle solo era capaz de notar el vacío y de repente una voz profunda que le gritaba.
«¡Vuelve a un cuerpo!»
Aquella voz siempre la despertaba de aquel horrible sueño.
Danielle se incorporó de golpe en el camastro donde se encontraba acostada. Estaba temblando y su cuerpo estaba cubierto por una capa de sudor. El frío de la noche del desierto hacia que el frío la calera hasta los huesos. «¡Maldita pesadilla!». Intentando apartar la horrible sensación de ahogo que todavía perduraba, buscó a tientas su móvil para poder mirar la hora. Eran las cuatro y media de la madrugada y la tienda seguía sumida en la más absoluta oscuridad, pero no fue capaz de volver a dormirse. Aquella pesadilla siempre la dejaba sumida en un profundo malestar. Así que, con el vello aún de punta y lágrimas en los ojos por aquel horrible sueño, decidió levantarse y comenzar su jornada en la excavación.
Llevada por la necesidad de recuperar la calma, Daniell comenzó a recitar las palabras protectoras que su madre siempre le repetía cuando las pesadillas comenzaron a sucederse. Nunca supo que significaban, pero aquel lenguaje inventado por su madre siempre la calmaba y le hacía sentirse capaz de enfrentarse a la pesadilla.
“Tha i ro mhath airson a bhith air a ceasnachadh, ro chumhachdach airson a bhith aithnichte. Tuitidh am bàs air ge b'e neach a dh'ainmicheas 'ainm dìomhair, do-aithnichte"
Iba repitiéndola mentalmente mientras se iba poniendo su ropa de trabajo. Buscó en su petate un pantalón de trabajo y una de las camisetas de tirantes que cubrió con una camisa de manga larga puesto que todavía hacía fresco en el exterior. Recogió su oscura y abundante melena negra en una cola alta que dejaba su cuello despejado, y finalmente se puso las lentillas color marrón que su madre siempre le hacía ponerse.
Danielle había nacido con un defecto genético llamado síndrome de Alejandría. Quienes lo sufrían tenían los ojos de un extraño color violeta intenso, y en su caso además ese color estaba salpicado de motitas doradas. Pero eso solo era la punta del iceberg, según les habían informado los médicos esa extraña mutación genética tenía otras características añadidas: Su piel era muy pálida, pero no se dañaba con el sol al contrario de los que les sucede a las personas albinas. Otra ventaja de dicho síndrome era que las personas que lo sufren tienen un metabolismo acelerado lo que provocaba que nunca engordasen, esto siempre le pareció la mayor bendición a Danielle ya que era una adicta reconocida a las cosas dulces y los carbohidratos. Como, además, tenía una alta resistencia a caer enferma, no tenía que preocuparse por el colesterol o los triglicéridos. Según su doctora Danielle, era prácticamente un ser humano perfecto.
Sin embargo, aún recordaba cómo su madre lloró al saber que tenía ese extraño síndrome. Nunca le explicó porqué le preocupaba tanto. Pero siempre recordaba ponerse las lentillas oscuras para ocultar sus iris violetas. La verdad era que al principio llevar aquellas lentillas le molestaba en los ojos, pero con el tiempo se acostumbró y ahora no salía sin ponérselas. Nadie sabía de su síndrome, a parte de su madre y su mejor amiga Lily. Ni siquiera se lo había dicho a sus parejas cuando las había tenido. Aunque desde la última había pasado tanto tiempo que ya ni se acordaba de lo que era estar con un hombre. Tenía veintinueve años y un listado de decepciones amorosas que ya había logrado colmar su paciencia. Así que ahora simplemente se dedicaba a disfrutar del sexo sin ataduras. A estas alturas de la película no esperaba que la persona perfecta para ella apareciese como por arte de magia. Aquello solo ocurría en las novelas románticas y en las películas. Pero esto era la vida real.
Tras acabar de vestirse, recogió las cosas que necesitaba para la excavación, así como su ordenador portátil. Como iba bien de hora pensó en adelantar trabajo burocrático mientras tomaba un café en la tienda que hacía las veces de comedor comunitario para todos los trabajadores.
****
Cuando entró al comedor se alegró de que aún estuviese vacío. No tenía ninguna gana de entablar conversación con nadie. Deseaba tomarse un café y sentarse a trabajar.
Para su alegría, alguien se había levantado y había dejado una cafetera de café recién hecho. Danielle echó un vistazo a su alrededor buscando a alguien, pero no vio a nadie. Sin darle más vueltas al asunto, se sirvió una taza y se sentó en una de las mesas alargadas. Sacó el ordenador y lo encendió para poder acceder a la intranet de la empresa que patrocinaba la excavación. Hacía varios días que debería haberles entregado el reporte de sus avances, pero todo lo que había descubierto era tan maravilloso que simplemente se había olvidado de contactar con sus jefes. Aunque ellos tampoco habían intentado contactar con ella. Así que igual tampoco les interesaba tanto.
Dio un sorbo a su café deseando que fuese su café favorito de la cafetería de su amiga Lily. Abrió los ojos sorprendida cuando al probarlo sus papilas gustativas degustaron un café idéntico al que su amiga le preparaba. Separó la taza de sus labios y miró el contenido. El café era el mismo aguachirri de todas las mañanas sin embargo, hoy, le sabía a gloria. Danielle supuso que los largos meses fuera de casa comenzaban a pasarle factura. Además aquella pesadilla que se repetía cada vez que se quedaba dormida tampoco ayudaba a que su cuerpo descansase.
En la pantalla de su ordenador de pronto se iluminó la página de bienvenida a la intranet de "Terra Excavations". Puso su nombre de usuario y la contraseña. Espero un momento y… acceso denegado. Supuso que se había equivocado en alguna letra. Borró todo y comenzó a escribir de nuevo. Esperó. De nuevo usuario bloqueado.
—¿¡Pero qué demonios!? — Probó un par de veces más y nada. No tenía acceso.
En ese momento llegó al comedor su compañero Tarik. Un nativo egipcio de unos cincuenta años. No tenía buen aspecto. Preocupada Danielle se acercó a él.
—¿Te encuentras bien?.
Tarik la miró sorprendido.
—¿Cómo voy a estar bien? ¿Acaso no te has enterado?.
Danielle no tenía ni idea de lo que le estaba hablando.
—No, no sé nada. Ayer estuve hasta tarde en la excavación y me fui directamente a la cama. ¿Qué sucede?.
—¿Que qué sucede? ¡Han cancelado la excavación, muchacha! La empresa dice que ya ha destinado demasiado dinero a este proyecto y nos mandan a casa. —Sin más da un golpe en una de las mesas y se dirige hacia la zona de cocina mientras de su boca sólo salen barbaridades contra todos los jefes.
Danielle se quedó de pie sin comprender nada. ¿Cómo habían podido cancelar una excavación como aquella? ¡Por amor de Dios! En esos meses habían realizado el mayor descubrimiento arqueológico desde la tumba de Tutankamon. Su equipo había descubierto una ciudad egipcia muy anterior. De hecho las primeras dataciones las daban unos resultados de 3.200 años de antigüedad y que había estado pérdida en el desierto hasta que su equipo y ella la consiguieron sacar a la luz. El hallazgo podría equipararse al descubrimiento de Pompeya.
La excavación había revelado una gran cantidad de hallazgos arqueológicos, como joyas, cerámica de colores, amuletos. Al principio de la excavación Danielle pensaba que se había equivocado en los estudios previos para dar aquella ubicación para la excavación pero poco a poco fueron desenterrando formaciones de ladrillo de Adobe, y poco a poco fueron descubriendo una gran ciudad. Aquella tenía que ser las ruinas de la ciudad perdida de Aton. Ahora, tras ocho meses de excavación, se habían descubierto varias áreas que tenían pendiente comenzar a estudiar. En esas zonas esperaban descubrir tumbas intactas llenas de tesoros. Sin embargo ahora sus sueños de lograr encontrar esos tesoros se iban al traste. ¿Cómo podían hacerles aquello después de todo lo que habían tenido que sufrir para sacar esa ciudad a la luz?.
Danielle comenzó a sentir como la rabia le recorría todo el cuerpo. Salió disparada hacia la tienda de Jason. Su jefe de expedición. Al entrar se lo encontró delante del ordenador. Parecía estar en mitad de una videoconferencia con alguien.
Jason pareció sorprenderse al verla entrar hecha una furia.
—Eh.. Annub, tengo que dejarte.
Cerró el ordenador de golpe y levantó la vista hacia Danielle.
—Veo que ya te has enterado.
Danielle sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Estaba indignada. Sin embargo, a la misma vez estaba decidida a enfrentarse a él, y a cualquiera que se le pusiese por delante. Iba a hacerles cambiar de opinión. No pensaba dejar que cerrase la excavación. Buscaría otra empresa que la patrocinase. Pediría un préstamo al banco si hacía falta, pero no pensaba dejar que nadie echase por tierra su trabajo. Si algo la definía era que desde niña tenía una gran determinación y raramente solía darse por vencida. Su madre solía decir que acababa ganado por agotamiento mental del contrario. Era capaz de estar horas negociando, y esta vez no iba a darse por vencida sin intentar luchar.
Jason se puso en pie y se acercó a ella. Eso hizo que Danielle tuviese que mirar hacia arriba. Jason era extremadamente alto y extremadamente guapo. Estaba segura de que él podría haber sido un supermodelo masculino. Uno que habría triunfado muchísimo. Su cuerpo atlético, su altura, su rostro perfecto y esas perfectas abdominales que ahora se escondían tras una camiseta, pero que ella había podido tocar más de una vez. En aquellos encuentros fortuitos que ambos habían disfrutado. Danielle se humedeció los labios recordando aquellos encuentros. Sentía un cosquilleo en la piel, un nudo en el estómago. Sin embargo rápidamente se reprendió a sí misma «¡Joder, Dani! ¡Céntrate!».
Carraspeó y dio un paso hacia atrás. Jason sonrió como si supiese que le estaba pasando por la cabeza. Pero no dijo nada. Solo cogió un par de sillas y tras tomar asiento le ofreció la otra a ella.
—Siéntate. Tenemos que hablar. —le dijo—. Me hubiese gustado ser yo quien te diese la noticia, pero supongo que ya no importa. Ayer los jefes contactaron conmigo. Han cortado el grifo de financiación y han rescindido los permisos con el gobierno de Egipto. Tenemos un plazo de cuarenta y ocho horas para abandonar el país.
Danielle estaba atónita.
—¡Pero eso es imposible! ¡No podemos abandonar ahora! Y además en el caso de que lo hagamos con ese plazo no tenemos tiempo suficiente para catalogar y guardar todo lo hemos descubierto. —estaba enojada y no pensaba disimular—. ¡¿Cómo has podido aceptar algo así?!.
Jason levantó sus manos indicándole que bajase la voz.
—Dani, sé que está enfadada. Es difícil aceptarlo, pero esto no significa el final de tu carrera. "Terra Excavations" tiene otras excavaciones en marcha. Estoy seguro de que te asignarán alguna otra.
Dani se dio cuenta de que tenía que lograr que Jason estuviera de su parte.
—No lo entiendo. Tú mismo apoyaste mi trabajo y esta expedición desde el mismo momento en que le mostré los primeros cálculos aproximados sobre la ubicación de la ciudad ¿y ahora dejas que nos echen de aquí sin luchar?. ¿Qué ha pasado?
Jason se pasó la mano por su cortísimo cabello cobrizo.
—Escucha, Dani, , ya conoces el protocolo y la jodida burocracia de este país. Egipto ha reclamado más dinero a la empresa por dejarnos continuar con la excavación y el comité ejecutivo ha decidido que se acabó. Por desgracia, no podemos hacer nada. Sólo podemos acatar las órdenes que llegan desde el Cairo, y regresar a Inglaterra.
Dani notaba como la rabia le enrojecía las mejillas.
—¿Y tú has aceptado el cierre sin más? ¡Joder! Al menos podíamos ir a la sede de la empresa y dar a valorar nuestros esfuerzos.
—Son ellos los que nos pagan, Dani, por lo tanto son los que mandan.
—¿Pero les has explicado nuestros últimos hallazgos?. Estoy segura de que la simbología singular presente en la zona en la que estuve excavando ayer, nos indica la presencia de una secta hasta ahora desconocida. Puedo hacer enormes progresos. Quizá podamos apañarnos con una contribución económica menor.
—El consejo lo rechaza. No van a financiar nada más.
—¡No pienso marcharme!, ¡es un gran descubrimiento y no pienso olvidarlo!.
—Danielle, esto no es discutible. Nos vamos—le recriminó Jason—. Sabes perfectamente que todo lo que hacemos depende del consejo. No hay nada más que hablar.
Su duro tono, le hace ver que esta vez no va conseguir su objetivo.
—Pero, ¿Has hecho oír tu voz?.
Jason negó con la cabeza. Pero no añadió nada más.
—Entonces ¿esto es todo? ¿No hay ninguna posibilidad de recurrir la decisión?
La respuesta de Jason fue elocuente. Mostró las palmas de las manos con un gesto de impotencia. Mientras se levantaba de la silla.
—Ve recogiendo todo lo que puedas. El tiempo es demasiado valioso como para perderlo en discusiones sin sentido.
Dani aspiró profundamente y pareció reunir fuerzas para decir algo más. Pero finalmente no lo hizo. Sólo se puso en pie.
—Está bien. Recogeré todo.
Antes de salir de la tienda Dani pudo atisbar el sentimiento de culpa que se dibujaba en el rostro de Jason.
Una hora después seguía sentada en su camastro, con las manos sobre el regazo. No podía creer que allí se acabase todo. Sin embargo, una idea comenzó a tomar forma en su mente. Si Jason no había luchado por ellos. Ella sí lo haría. Así que se levantó y cogió las llaves de su jeep. Tenía pensado recorrer los 500km. Que la separaban del Cairo y pensaba hablar directamente con el mismísimo director ejecutivo de "Terra Excavations"; si iba a tener que marcharse al menos lo haría por la puerta grande. Después de poner en su sitio a aquellos ejecutivos engreídos.
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Comments
Betty Sanchez tello
está muy interesante
2024-05-27
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