Las travesuras del conde

Las travesuras del conde

Capítulo 1

EL CONDE Jose estaba concentrado en el contrato de Aguas Unidas hasta que oyó a Elton John cantando corazon frio. Era la operación más importante de su trayectoria profesional y no iba a permitir que hubiera ni una frase mal redactada en las veintidos páginas. Tocó la pantalla del celular para aceptar la videollamada. —¿No es un poco pronto para ti? —le saludó Jose a su hermano. Felipe y su esposa vivían en suecia y eso significaba que eran cuatro horas más temprano que en Nueva York, donde vivía él. —Allí son las siete y media —su hermano resopló con incredulidad—, pero ya estás en la oficina. —¿Y? Me imaginaba que seguirías en la cama con tu encantadora esposa. Él no tenía ni una esposa ni unos hijos que lo retuvieran en su ático para desayunar o quedarse en la cama. Había llegado a la oficina a las seis de la mañana y se quedaría hasta las seis de la tarde. Su director general y su equipo llegarían a las ocho. —Necesitas algún tipo de vida al margen del trabajo —le regañó su hermano. Jose se dejó caer en el respaldo para desentumecer el cuello. —Que seas mayor que yo no quiere decir que tengas que ser mi consejero sentimental. —No soy el consejero sentimental de nadie, pero soy tu hermano mayor y deberías hacerme caso. Tienes que hacer algo además de trabajar. —Voy al gimnasio seis días a la semana y participo en triatlones. —Si estuvieras en un equipo, eso podría significar algo, pero compites tú solo.

—Pero es algo al margen del trabajo. —Eras un chico muy simpático, pero te has aislado. —Todos acabamos creciendo. Había disfrutado con su papel de hermano pequeño y conde, hacía amigos con facilidad y era mucho más sociable, hasta que entró en el Ejército. Él, al revés que sus hermanos mayores, había entrado en combate, y eso le había cambiado. Había perdido a su mejor amigo y a otros compañeros en la guerra. Había perdido a la mujer con la creyó que se casaría algun dia. Le lección que empezó a aprender a los siete años, cuando su madre murió de leucemia, se confirmó a los veintitantos. La vida era una pérdida constante. Cuantas más personas entraban en su vida, más personas perdía. Así de sencillo. Ya no dejaba que entrara nadie más y las posibilidades de que le hicieran daño se habían reducido al mínimo. —¿Qué tal los chicos? —siguió Jose. Su sobrino Hector era seis años y medio menor que su hermano Anthony, que tenía nueve. El hijo de Felipe era tan buen hermano mayor como su padre lo había sido con Jose, que había tenido mucha suerte con sus dos hermanos mayores aunque no pensaba reconocérselo a ninguno de ellos. —Anthony es aterradoramente maduro para su edad y Hector es feliz cuando van de expedición —Felipe no pudo disimular el orgullo—. Los dos echan de menos a su tío. —Pronto programaré un viaje a Suecia. —Esperemos. —No puedo creerme que hayas dejado a Gera en la cama para asegurate de que iré a visitar a mis sobrinos. —Crecer no significa que tengas que privarte del placer de la amistad y esas cosas de la vida. —Has estado hablando con papá —replicó Jose oliéndoselo. —Quiere verte feliz. Su padre tenía demasiado tiempo libre desde que había abdicado el título de rey en España. —Soy feliz. —¿De verdad? —preguntó Felipe con incredulidad.

Sin embargo, Jose se negó a entrar en esa conversación. Tenía momentos de soledad, pero no iba a hablarlo ni con su padre ni con sus hermanos sobre esos temas. Eran una familia unida. Aunque eso no significaba que quisiera tener una conversación tan cargada de sentimientos con su hermano. Sus conversaciones eran de la empresa o sarcásticas y quería que siguieran así. —Sí. —Podrías ser más feliz. —¿De verdad? —repitió Jose mirándolo con incredulidad—. Quién fue a decirlo… —Pero no me he levantado a estas horas y me he escabullido para hacer una llamada por esto. —¿Te has escabullido? Parece grave. Pero era más grave todavía que su hermano hubiese postergado el verdadero motivo de la llamada. Fuera lo que fuese, Felipe no quería hablar de eso y eso le alarmaba. —No me imagino a Gera controlando tus llamadas —añadió Jose en broma. —No, pero no quiero que oiga esta. En este momento, está tan unida a Michell como lo está Paola, son como tres hermanas de madres distintas. —¿Y? ¿Qué pintaba ahí la sexy mejor amiga de su cuñada, la reina de Irlanda? —¿Le pasa algo a Paola? —añadió él. Su cuñada había perdido un hijo, con riesgo para su vida, después de que él hubiese vuelto del Ejército. Ni siquiera había sabido que estuviese embarazada. Como solo llevaba tres meses, ni Franco ni ella habían dicho nada. Quizá, menos a Michell, la periodista de moda que era como una hermana para Paola y ahora, al parecer, para Maria, la esposa de Ruben. Él no se había dado cuenta de que las tres estaban tan unidas, pero tenía la oficina en la otra punta del continente y de Suecia y no pasaba tanto tiempo con la familia como le gustaría a su padre. Sin embargo, el trabajo lo mantenía ocupado. Estaba decidido a garantizar la estabilidad de Suecia Global y, de paso, del país del que era conde, era un honor y su deber.

Está embarazada otra vez —contestó Felipe con una expresión de preocupación. —Es una buena noticia… —Claro, pero, después de lo que pasó, no puede tener el más mínimo estrés. —¿Crees que puedo hacer algo para mitigar ese estrés? —Sí. —No sé qué… Aunque, naturalmente, haré lo que pueda. —No esperaba menos. Como era normal. A los tres hermanos les habían inculcado un profundo sentido del deber y el tiempo que había pasado él en combate le había aumentado el sentido de la responsabilidad. Ser el oficial del que dependían vidas le había enseñado que cometer el más mínimo error de juicio podía resultar muy caro. —Alguien cercano a la familia está filtrando información confidencial a la prensa —siguió Ruben. Jose se incorporó y tuvo que hacer un esfuerzo para no levantarse. Intentaba que no se le notara lo que pensaba o sentía y lo hacía de una forma natural hasta con su familia. —¿Personal o de la empresa? —le preguntó a Felipe en un tono neutro. No le había preguntado cómo había llegado a esa conclusión, le bastaba saber que había llegado. —De las dos. —¿Y no sabes quién es? —preguntó Jose después de soltar un improperio muy elocuente. Lo había planteado como una pregunta aunque sabía la respuesta. Si Felipe hubiese sabido quién era, habría dicho su nombre. —No, no del todo. —¿Qué quieres decir? —Las filtraciones se produjeron después de que Michell hubiese ido a visitar a Paola. Algo le atenazó dolorosamente por dentro. Todos habían aceptado a Sama en el círculo más íntimo de la familia. Si los hubiese traicionado, no

solo Paola quedaría desolada. Su padre consideraba a esa preciosa periodista de moda como a su hija, como hacía con Paola. Samantha había sido una visitante habitual del palacio desde que Paola y Franco se prometieron. Ella y el padre de él tenían la misma afición por los reality shows, algo que tenía desconcertado a todo el mundo. Jose había llegado a pensar que estaba burlándose del exrey, hasta que se dio cuenta que la vida de esos desconocidos le interesaban tanto como a su padre. —Imposible —replicó Jose después de pensarlo—. Samantha traicionaría a su querida Paola. Samantha había demostrado su lealtad infinidad de veces. Había expresado lo mucho que le honraba formar parte de la familia real, pero también había dejado claro que no quería ser una de ellos. Era muy feminista yo no le interesaba ser condesa. —Yo también habría dicho que es imposible —Ruben suspiró—, pero no puede negarse la coincidencia en el tiempo y ha pasado demasiadas veces para que sea una casualidad. —O está filtrándolo ella… —murmuró Jose sin convencimiento alguno— o está haciéndolo alguien en quien ella confía lo bastante como para hablar de nosotros y exponer todo lo que pasa en nuestras vidas. —Es lo mismo que he pensado yo. —¿Se lo has preguntado? —¿Estás bromeando? ¿Qué crees que sería lo primero que haría? —Llamaría a Paola—y angustiaría a la reina—. ¿De verdad crees que Samantha le haría algo así? —Es posible que no intencionadamente, pero ¿no crees que angustiaría a nuestra cuñada aunque se limite a insinuar que sospechamos de ella? —Desde luego. Pero no creo que alguien tan inteligente y considerado como Samantha insinuaría algo así cuando sabe que podría perjudicar a la salud de Paola por el estrés que eso provocaria. —Si no a Paola, entonces a mi esposa… Jose comprendió que eso sería un estrés para Felipe.

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Comments

MALÚ 2834

MALÚ 2834

Ponga fotos de los personajes porfi,,se hace más interesante 🙏🙏🙏🙏🙏

2023-06-11

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Ivette González

Ivette González

Michel p.Samantha

2023-03-26

0

Ivette González

Ivette González

Felipe o Ruben

2023-03-26

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