—Sigo sin creer que Samantha haya filtrado nada o que haya hablado de nosotros con alguien de su confianza —insistió Jose—. Es espabilada, es periodista… —El momento elegido. Tantas coincidencias no podían ser casualidad y eso no podía ser casualidad, como el momento elegido para la filtración de información. —Estoy en medio de una negociación importante para unir a distintos países pequeños en una empresa conjunta —le comunicó Jose a su hermano. —¿Por qué no me han dicho nada? —Porque todavía estoy reuniendo la información para entregárlo a Franco y a ti. —Hay muchos motivos para que una filtración sea perjudicial, pero añadiré ese. —De acuerdo. Aparte, ¿qué es exactamente lo que quieres de mí? — le preguntó Jose. —Que te enteres de si es Samantha y si no, quién es. —Me parece un cometido para un especialista en seguridad. —Franco quiere que todo quede entre nosotros. Si es Samantha, él no quiere que se sepa. Su hermano, el rey, quería proteger los sentimientos de su esposa por encima de todo. Jose admiraba lo considerado que era su hermano con su esposa, pero también se alegraba de no tener que serlo y así poder ser despiadado cuando perseguía un objetivo. —Tú vives en Suecia, ¿por qué voy a tener que ocuparme yo? —He hecho todo lo posible para saber la verdad, pero mi esposa va a acabar sospechando de mí. —¿Y no crees que Samantha sospechará si me presento en su casa para interrogarla? —Estoy seguro de que puedes ser mucho más sutil. —¿Quieres que salga con ella? —¿Sería un sacrificio muy grande? Jose intentó disimular la reacción. Acostarse con esa mujer tan hermosa no sería un sacrificio, pero él no salía con las mujeres, no tenía esa relación… y eso sería algo muy rastrero y despresiable. Era implacable, pero el honor también le ponía ciertos límites, aunque no hacía falta que se lo contara a su hermano. —Mira, Jose, me da igual si sales con ella o la invitas a un triatlón, pero acércate lo bastante para saber si es la fuente de las filtraciones. —No es triatleta. —Corre y nada, enséñale a montar en bicicleta para una competición. —Iré a Suecia a finales de semana. Sin embargo, llevaría el asunto como le pareciera mejor. Samantha Dudamel el teléfono tan emocionada como preocupada por su amiga. Paola, reina de España, estaba embarazada otra vez. Su último embarazo se había malogrado y la hemorragia había estado a punto de costarle la vida, y Samantha había dado por supuesto que no intentaría quedarse embarazada otra vez… aunque se había equivocado. Aunque Paola a había dado a luz a la heredera, Ana Maria, de seis años, y al segundón, Daniel, de tres, a la reina le encantaba ser madre y quería tener más hijos, en plural. No se había sabido por qué había perdido el anterior hijo ni el motivo de la hemorragia, por lo que había las misma posibilidades de que se repitiera como de que no. Eso le preocupaba, pero también estaba muy contenta por su amiga… y Paola estaba feliz. Tendría que ir pronto a Suecia para cerciorarse de que su amiga estaba tan bien como decía. El corazón se le aceleró un poco solo de pensar que vería a otro integrante de la familia real, a Jose, el conde Jose. El más joven de los tres príncipes y, en su opinión el más sexy. Tenía un cuerpo de triatleta impresionante, pelo negro y unos preciosos ojos negros sabache. Era su tipo, pero también era cinco años menor que ella y el cuñado de su mejor amiga… además de conde. No llegaría a su altura ni en el ascensor de un rascacielos… y no pensaba tomarlo. Dejó de pensar en él y se concentró en el artículo sobre moda sostenible que iba a publicar su revista. La modelo de tallas grandes que le había abierto su guardarropa para la sesión de fotos tenía una legión de seguidores que había aumentado cuando había captado la atención de un ídolo del rock. La entrevista y las fotos podrían ser al artículo más visto hasta la fecha, más incluso que los que había escrito sobre la boda e idilio de Paola. —Hola, Samantha, hay alguien que quiere verte. Ella levantó la mirada para preguntar quién era y se encontró con esos ojos negros que veía en sueños… unos sueños que la dejaban ardiendo y sin aliento. —¡Jose! —exclamó ella—. ¿Qué haces aquí? Era como si sus pensamientos hubiesen llamado al único hombre al que no podía aspirar. Llevaba un traje de verano sin corbata, muy informal para ser él, y parecía relajado. —Ruben me ha pedido que venga a ver a sus hijos. Sus escoltas estarían en el pasillo, aunque, conociéndolo, también podrían estar en el vestíbulo. Era mucho menos rígido en ese sentido que sus hermanos. —Me refiero a mi oficina. Aunque Dima no iba por la Costa Oeste tanto como le gustaría a su familia, tampoco era ninguna sorpresa que estuviese en la ciudad. —Tenía algo de tiempo… —¿Y has venido aquí? Él esbozó esa sonrisa que tanto salía en las revistas, aunque ella se había dado cuenta de que no se le reflejaba en los ojos desde que estuvo en el ejército. Al parecer, nadie de la familia real se había dado cuenta de lo mucho que había cambiado Jose… aunque Paola, sí. Le gustaría preguntarle sobre eso, pero sabía que los uniría más… y era algo que no podía permitirse con esa ridícula fijación sexual que tenía con él. —¿Y has venido aquí cuando deberías estar viendo a los chicos? — añadió ella. —Están en el colegio y Ruben y Maria están trabajando. Parecía lo más natural del mundo, pero tenía que haber algo más.
—¿Y por qué no estás trabajando tú? Esa vez, la sonrisa se le reflejó en los ojos con un brillo burlón, a costa de ella. —A lo mejor no te has dado cuenta, pero es la hora del almuerzo. Ella miró la pantalla del computafor y, efectivamente, eran las doce y media. —A lo mejor no almuerzo hasta la una… —Seguro que no almuerzas y te quedas pegada al computafor con una barrita energética. Samantha se acordó de que tenían público. Sofia, la ayudante de redacción que le había llevado a Jose sin previo aviso, habría sido una recepcionista desastrosa… —Por cierto, ¿dónde está Rosa? La recepcionista defendía su mostrador y todo lo que había detrás con uñas y dientes. —Está almorzando —contestó su ayudante en un tono casi suplicante. —Como deberías estar haciendo tú. Jose sería el menor de los tres, pero dominaba la arrogancia real. —¿Has venido para ocuparte de que coma? —le preguntó ella con sorna. —Me parece que alguien debería hacerlo —Jose miró a Sofia con complicidad—. ¿Barritas energéticas…? —Algunos podemos vivir sin un cocinero personal. Era posible que hubiese resultado un poco despectiva, pero el sarcasmo le salía de forma natural y nunca le había ofendido a Jose… y, a juzgar por la curva de sus labios, tampoco le había ofendido ahora. —¿Cuánto puedes tardar en cerrarlo todo? —Estás dando por supuesto que voy a ir a almorzar contigo. —No inmediatamente —replicó él como si esperara que diera saltos de alegría. —Menudo elemento, alteza.
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Comments
MALÚ 2834
autora que edad tienen??
2023-06-11
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MALÚ 2834
A primera parece que va a estar buena la novela,,,a ver si también hay imágenes
2023-06-11
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Angela Cortes
creo que si hay química entre estos dos 😍😍😍😍😍
2022-11-04
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