Capítulo V

Año 1996.

Raúl.

Bueno, ha transcurrido una década, Iraida y yo vivimos en unión libre desde hace siete años, gracias a Dios nos llevamos muy bien. De aquellos ataques de celos absurdos que sentía en el pasado, los superó. Bueno, me imagino que también ella era muy niña, obviamente ya es adulta. Además puedo decir que confía mucho en mí. Claro, tampoco le doy motivos a mi adorada mujer que cada día amo con locura, y que tan solo estamos esperando tener nuestra vivienda propia para coronar nuestro amor con unos cuantos hijitos. Mientras tanto, cada uno trabaja, ella lo hace como auditor en una gran empresa dedicada a la elaboración de cervezas y sus derivados. Bueno, realmente es un Emporio.

Yo, me desempeño desde hace tres años cómo gerente de compras en una empresa que se encarga de suministrar materia prima para laboratorios y farmacias, incluso me ha tocado viajar al exterior varias veces.

Nuestro día a día transcurre normal, de lunes a viernes la llevo a la oficina en la mañana, y la busco en la tarde. El día sábado nos levantamos un poco más tarde, luego vamos a realizar las compras.

Entre los dos hacemos los quehaceres de la casa, y cuando tenemos algún compromiso de tipo social salimos a divertirnos un rato, y sino igual salimos al cine o al teatro que a ella le encanta tanto, los domingos organizamos la comida de la semana, y después vamos a visitar a la familia, o de vez en cuando nos reunimos en nuestro apartamento.

En cuanto a la familia, todos están bien, mi madre en su trabajo, mi hermano Miguel Ángel está casado tiene tres niños, y vive relativamente cerca. Reinaldo, el mayor, por razones de trabajo viajó hace seis años a Estambul, y le gustó tanto, que regresó al país solo para buscar a su esposa e hijos y radicarse allá. Mi querida abuela está muy bien, a sus ochenta años se le ve muy fuerte, lúcida y en plenas facultades mentales, es muy activa. Le encanta seguir realizando todo en la casa, pero para ellas dos, aunque a veces la visitan los niños de Miguel Ángel y eso la hace muy feliz.

Me parece mentira que con mi flaca hermosa, (aunque ya no es flaca, ahora es medio rellenita ) sean ya diez años juntos. Cuando teníamos tres de novios, decidimos vivir en pareja y de eso hace siete años, los más hermosos de mi vida.

Bueno, así transcurre todo...¡Sin novedad!.

El viernes al salir del trabajo y justo cuando ya estaba por arrancar mi auto, se detiene junto a mí un ex compañero de la universidad de nombre Moisés y al cual no veía desde hace unos cuantos años, inmediatamente con un efusivo abrazo nos saludamos y no disimulamos para nada la emoción que nos causa el volver a vernos, la verdad es un encuentro maravilloso. Lo invité a tomar un café para celebrar el reencuentro y así ponernos al corriente de nuestras vidas. Sin embargo no acudimos al café, sino a un bar a tomar unos tragos, algo que a mí en lo particular no me agrada mucho, ya que soy de poco tomar, mejor dicho no tomo nada, pero aún así accedo para no defraudar a mi amigo quién fue el que sugirió ir al bar.

Bueno, entre trago y trago comenzamos hablar de todas nuestras cosas. Moisés me cuenta de sus fracasos, tanto en lo sentimental, como en lo profesional.

—Actualmente estoy sin empleo y endeudado hasta la coronilla, no tengo quien me ayude, tuve que regresar a vivir con mis padres ya que no tenía ni siquiera en dónde pasar la noche. Mira amigo, a veces no tengo ni que comer, y no he vendido el auto, ya que es lo único que me queda para desplazarme y poder trabajar a veces de taxi. Es tan difícil mi situación, que en más de una ocasión hasta he tenido la intención de suicidarme, y si no lo he hecho, es porque me faltan cojones.

En fin, me dejó bien claro que su vida es un caos total.

Lo escucho en silencio, y siento pena por él. En ningún momento le quiero hablar de como por el contrario a mí me va muy bien en todo, y realmente no lo hago, primero, porque siento que sería una burla, es como comer delante del hambriento, y segundo, considero que jactarse de los logros que se tengan es vanidad, y la verdad sea dicha, yo no soy ese tipo de persona. Así, que obvié esa parte de mi vida. Pero lo alenté a buscar un empleo, le dije:

—Amigo puedo ayudarte, tengo algunos contactos que podrían emplearte en el área laboral en la que estés capacitado, o sino, de cualquier otra cosa, pero tienes que hacer algo.

— Y deja de estar pensando pendejadas carajo. ¿Tu no eres un hombre? — deja esos pensamientos de gente cobarde, fracasada, y échale ganas a la vida que ahora es que estás joven y fuerte.

Moisés, avergonzado asintió con la cabeza, de pronto se levantó de la silla y me dijo:

— Vámonos para otro sitio, basta ya de dar pena.

Dicho ésto, cancelé la cuenta y nos marchamos de allí.

Llegamos a un local repleto de personas, y en donde sonaba la música que está de moda, Metálica, Soda Stereo, Aterciopelados y su famosa Baracunatana que la sonaban a cada rato. Ah, y por supuesto no podía faltar merengues de los 80's, yo bailo hasta el cansancio porque eso sí me gusta hacer, me siento todo un gran bailarín. John Travolta se quedó corto jajaja

Para éstas horas ya me siento mareado, yo no estoy acostumbrado a tomar. Sín embargo, en medio de todo recordé a mi bella Iraida, me dirigí a la barra y pedí el teléfono prestado, la llamo a la casa y le digo que estoy con un amigo, ella como siempre tan comprensiva dice:

— No te preocupes amor está bien, y hasta bromeó, —Oye estás hablando con la lengua enredada, cuidadito con tomar de más. — Ambos reímos y nos despedimos

— Te amo mami, dentro de un rato me voy.

—Tranquilo cariño, cuídate que me haces falta.

A las 4 de la mañana aproximadamente, Moisés y yo nos despedimos, no sin antes quedar de acuerdo para otra oportunidad. Quizás la semana que viene. —Yo te aviso — Dijimos.

Un poco pasado de tragos llegué a casa directo a la ducha, luego con pasos sigilosos y lentamente entré a la habitación, me acosté al lado de mi mujer quién no había podido dormir en toda la noche esperando a que yo llegara.

He despertado casi a las 10 de la mañana, algo poco inusual, ya que por hábito soy de las personas que me despierto muy temprano aún en los días no laborables. Tengo un fortísimo dolor de cabeza, siento mareos y toda la habitación gira a mi alrededor, abro los ojos y poco a poco, voy acostumbrando la vista a la escasa claridad, debido a que las cortinas aún se mantienen cerradas. Entiendo que aquel malestar es propio de la resaca consecuencia de la tarde noche de ayer con el recién encuentro de mi amigo. Me incorporo de la cama y voy a ducharme para despejar el malestar tan fuerte que me mantiene en un estado de debilidad superior a mis fuerzas.

Al salir del baño ya mi linda mujer me tenía preparado el mejor consomé de pollo resucita muerto, tal y como ella lo denominó, lo voy tomando poco a poco, siento como me va reconfortando el estómago. Aún persiste el dolor de cabeza. Iraida me dice que vuelva a la cama y duerma un poco más, al cabo de unos minutos me llevó a la habitación un vaso de jugo de naranja y una pastilla para el dolor de cabeza.

Son las 11:30 de la mañana, me quedo nuevamente dormido hasta bien entrada la tarde.

Me desperté ya me encuentro totalmente restablecido. De hecho tengo demasiado apetito. Me levanto, y aún en bata de casa salgo de la habitación y encuentro a mi mujer en el comedor sirviendo un suculento almuerzo, porque si algo tiene Iraida dentro de tantas cualidades, es que es una magnífica cocinera, ama la cocina y se deleita preparando ricas recetas que son del agrado de todos los comensales a los que invitamos de cuando en cuando a la casa, y claro por supuesto sus fans número uno soy yo, así que me dispongo degustar el rico almuerzo, y luego el respectivo postre que más me gusta: quesillo de coco. ¡Qué divino!

Ambos sentados a la mesa frente a frente conversamos sobre cualquier tema en particular, en lo concerniente a mi salida de anoche no digo mucho, aunque si le hablo de Moisés y de todas las penurias por la que está pasando. Iraida se ofreció a ayudarle con un empleo, dice que la llame para ver qué podía cuadrar para él.

Bueno, y entre charla y charla, comimos el postre y al final, un rico cafecito negro.

Soy el primero en levantarme de la mesa y me apresuro a recoger todo e ir a lavar los platos. Cuando entro a la cocina puedo observar que los quehaceres que normalmente realizamos los dos, ya mi mujer los hizo mientras yo dormía la resaca,

¡Oh qué pena, ella tuvo que hacerlo todo, y hasta las compras también!

¡Por Dios, no puedo creerlo! mi pobre mujer hizo sola las cosas que siempre hacemos entre los dos, no, no, no, ésto no me lo puedo perdonar, ésta situación no debe volver a repetirse, me prometo que nunca ocurrirá de nuevo.

Al salir de la cocina me siento muy avergonzado, verla tan radiante y tranquila como siempre, su rostro no denotaba ni un solo ápice de disgusto, ni cansancio, ni signo de alguna molestia e inconformidad. Entonces la abracé como nunca y le agradezco todo lo que ha hecho. Iraida ríe y me contó que disfrutó mucho ir sola hacer las compras ya que pudo comprar lo que le apetecía sin tener que rendirle cuentas a nadie.

—Oh no sabes lo que disfruté ir sin ti. Así que no te sientas culpable amor, que para mí ha sido lo mejor jajaja.

Sin embargo para mí no tiene ninguna gracia ya que de cierta manera considero que le fallé tanto a ella como a nuestros años de relación, y es que en todo éste tiempo de convivencia con mi amada Iraida, nunca había tenido un comportamiento tan inapropiado. Claro, en mi defensa podría alegar que en la vida siempre hay una primera vez, pero que va, considero que decir o pensar así, tan solo es una vil excusa que dicen algunas personas solo para justificar lo injustificable.

Respiro profundo, solo me queda confiar en mí mismo, y tratar de mantenerme por la línea recta y no sucumbir nuevamente ante situaciones tan desagradables y decepcionantes.

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