capítulo 3

Cristian me miró con esa expresión juguetona que tanto me molestaba. "¿Qué estás esperando para salir, o quieres ver cómo me visto?" dijo, mientras se ajustaba la camisa frente al espejo de su habitación. Yo, Sam, rodé los ojos y respondí rápido: "Más quisieras tú, te espero en la sala". Salí dando un portazo fuerte, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas. De seguro, mi cara estaba más roja que un tomate maduro, latiendo con vergüenza por esa interacción tonta.

Al rato, él salió por fin. ¿Qué tanto tardaba? Parecía una mujer arreglándose para una cita importante. Salió con la cara seria, como si algo lo molestara de verdad. Me vio sentada en el sofá y habló directo: "¿Para qué me buscabas?" Su expresión cambió en un instante, volviéndose más amable, casi suave, como si recordara que éramos amigos de la infancia.

Yo no lo miré a los ojos. "Tengo hambre", le dije, concentrada en mi celular, desplazando fotos sin rumbo. Estaba impidiendo su mirada, porque algo en él me ponía nervioso ese día. Cristian restó importancia al asunto. "En la cocina hay comida", murmuró, encogiéndose de hombros.

" Eso ya lo sé, pero ¿quién la va a preparar?" réplica, alzando la vista por fin. Él me miró sin entender, frunciendo el ceño. "¿Pues tú, quién más?" dijo, como si fuera obvio. Yo titubeé. "Es que..." Empecé, pero él me cortó con una sonrisa burlona en sus labios rojos, tan sexis que me distraían. "No me digas que no sabes cocinar", soltó, riendo bajito.

Dios mío, Samanta Thomson, ¿qué estás pensando? Hacía años no lo soportabas, y ahora que más o menos lo toleras, ¿andas imaginando pendejadas? Mi subconsciente me regañó fuerte, sacudiéndome de esos pensamientos tontos. Negué con la cabeza, haciendo pucheros infantiles. Él se rió a carcajadas, y yo le lancé un cojín del sillón donde estaba sentado, acertándole en el pecho.

"Pero más o menos, ¿qué sabes hacer?" me preguntó, calmando su risa mientras se sentaba cerca. "Nada, si hasta se me quema el agua", admití, restando importancia para no sonar tan patética. "¿Pero no sabes ni prepararte un cereal o un sándwich?" insistió. "Sabes muy bien que no puedo comer eso", le grabó. Yo era modelo de pasarela, o lo había sido hasta que llegué aquí y decidió dejarlo todo para estudiar y convertirme en profesional. O eso creía yo; Bueno, ya lo veríamos. Por eso cuidaba mi figura tanto, midiendo cada bocado como si mi futuro dependiera de ello.

"Corrección, claro que sí", replicó él. "Te recuerdo que ya no vas a seguir modelando porque vas a estudiar, ¿o así no fue lo que decidiste?" Tenía razón, pero no quería romper mi rutina estricta. "Sí, pero ¿qué tal y...?" balbuceé, sin terminar. "Bueno, ya qué importa. Tú me puedes cocinar, sé que eres bueno. O más bien, sabes preparar aunque sea una ensalada." Él sospechó. "Está bien, pero tienes que aprender. No por ser la hija de James Thomson no puedes cocinar". Hablaba de mi papá, el hombre exitoso que siempre me mimaba, pero que ahora estaba lejos, dejándome sola en esta casa grande.

Nos dirigimos a la cocina. Y aunque no lo crean, casi nunca entraba ahí. Era un lugar misterioso para mí, lleno de ollas y especias que ignoraba por completo. Me apoyé en la isla central, con una sonrisa en el rostro. "¿A ver, qué me vas a preparar?" preguntó, emocionada por fin.

"He, no sé. Lo único que sé hacer es pasta o pollo frito, y nada más", confesó, rascándose la nuca. Al oír su menú simple, mi sonrisa se borró de golpe. Sonaba grasoso, nada para mi dieta. "Ya va, déjame buscar algo en internet", dije, sacando mi teléfono otra vez. Busqué recetas rápidas y decidí romper mi preciada dieta. Quería panqueques. Aunque dijera que era para desayuno, a mí ya me valía; el hambre ganaba.

"Pues manos a la obra", exclamó Cristian, lanzándome un delantal de cocina y un gorro ridículo. "¿Para qué tanto drama?" protesté, poniéndomelo de la peor manera posible, torcido y mal atado. Él listó los ingredientes: "Pues se necesita harina, azúcar, mantequilla, huevo..." Y así empezó el caos.

Entre harina volando por todos lados, huevos rompiéndose mal y discusiones tontas sobre cómo mezclar, terminamos de hacer los panqueques. Deberían ser redondos y perfectos, pero los nuestros salieron cuadrados, triangulares e incluso con forma de estrellas torcidas. El piso estaba sucio, mis manos pegajosas, y nos reiríamos a pesar del desastre.

"Para ser la primera vez que cocinamos, no hay nada mal", dije, probando un bocado con orgullo. Pero al masticar, lo escupí de inmediato. Sabía horrible, como cartón quemado. "No, no está nada mal. Están fatales, horribles", corrigió Cristian, arrugando la nariz. "Sabes qué, mejor pedimos algo."

"Eso es mejor", acordamos los dos, riendo del fracaso. Pedimos entrega rápida. Yo elegí ensalada de pechuga a la plancha, fiel a mi plan de figura. El bonito de Cris pidió pollo frito y helado, su combo placer culpable. Terminamos de comer en la mesa, charlando de tonterías del pasado, como cuando jugábamos en el jardín de niños.

Después, decidimos ver una película en la sala de cine de la casa. Nos sentamos en el sofá enorme: él en un extremo, yo en el otro, con espacio de por medio. El silencio se hizo pesado, así que rompió el hielo. "Aquí como que la calefacción está un poco mal. Me estoy muriendo de frío", dije, tiritando de verdad. Era una idea obvia para acercarnos, pero no tan insinuante como sonaba en mi cabeza.

"No, es que a mí me gusta este ambiente", respondió él. "Pero si quieres, la subo". Negué rápido. "No, no está bien." De veras temblaba, con los brazos cruzados para entrar en calor. Cristian se acercó sigilosamente, hasta llegar a mi lado. "Si no quieres que suba la calefacción, entonces déjame darte calor", murmuró, con voz baja.

Lo miré horrorizada, pensando lo peor. "¿No pienses mal?" Aclaró rápido. "Solo te abrazo, como cuando éramos niños." "Está bien", aceptó, aliviada. Buscó una manta suave en el armario cercano y me acobijó con cuidado. Luego me atrajo a sus brazos, dándome el calor verdadero que necesitaba. Sus manos sobaron mi cabello con gentileza, un gesto familiar que me calmó al instante.

"Cris", susurré, sintiendo su pecho contra mi espalda. "Cris", repitió, como si solo su nombre bastara para todo.

Más populares

Comments

Raquel Cardenas

Raquel Cardenas

Estás en un gran dilema contarle tu secreto o mentirle?

2023-11-08

1

Dolores Hernandez

Dolores Hernandez

contesta dile soy virgen te estoy esperando

2023-08-05

0

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play