El Brujo Viggo, con algo parecido a una aguja, le extrae un poco de sangre a Nathan. Al mismo tiempo, con su magia, crea una copa de cristal. Vierte en su interior ingredientes naturales como plantas y alguna que otra rama. En ese momento, el contenido de la copa pasa de sólido a líquido, tomando un color transparente como el del agua. Terminando, el Brujo les avisa a los guardias que ya estaban listos. Los soldados informan a Lord Ivar de que todo ya estaba preparado. Con lo cual, recibiendo la noticia, se dirige hacia donde se encontraban Nathan y Viggo.
—Muy bien, muéstrame —dijo Lord Ivar, expectante.
—Preparé una sustancia que nos ayudará a saber si tiene o no sangre real. Observen esta copa de cristal: su contenido puede parecer agua, pero no lo es. La misma fue preparada con ingredientes naturales. Este líquido es considerado agua de los reyes. Se preparaba en la antigüedad para identificar a sus descendientes. Debido a que ya sabemos que la mayoría de los reyes eran mujeriegos, esto permitía saber quién era hijo o no. Debían prevenir cualquier estafa por parte de las mujeres interesadas en el trono del Rey —dijo el Brujo Viggo, mientras traía un pequeño frasco que contenía la sangre de Nathan.
—No sabía que existía algo así —dijo Lord Ivar, sorprendido.
—Mezclando la sangre del muchacho más la sangre real, nos dirá si es hijo o no a través de este líquido —dijo el Brujo Viggo.
—No entiendo nada de lo que está pasando. Todo este tiempo no dije nada porque estaba sorprendido, pero empiezo a preocuparme. Cada vez se vuelve más extraño. No sé de qué manera tomármelo —dijo Nathan, desorientado y confundido.
—No te preocupes, muchacho. Todo estará bien —dijo Lord Ivar.
Nathan se encontraba desorientado y confundido, pero de igual manera se mantenía tranquilo. Aunque los nervios tomaban sus dedos dejando ver s inquietud.
—Todavía no hay nada concreto, solo son teorías que tienen un buen pilar —dijo Nathan, con una risa nerviosa.
—Necesito la Infinitumora —dijo el Brujo Viggo.
—¿La Infinitumora? —preguntó Lord Ivar, sorprendido.
—La Infinitumora no ayudará a averiguar la verdad. Como no tenemos la sangre del Rey Enzo, utilizaremos la espada en su lugar, ya que su filo debe contener sangre real gracias al pacto —dijo el Brujo Viggo.
Lord Ivan aceptó el pedido del brujo, trayendo así la espada. El brujo, con la espada en mano, le hizo un rezo en palabras desconocidas para los presentes, mientras sostenía la espada con un pedazo de ropaje de Nistrid.
—Está todo preparado —dijo el Brujo Viggo, trayendo consigo el frasquito que contenía la sangre de Nathan.
El brujo Viggo colocó la sangre en la copa con el líquido transparente, tomando un color rojo claro. Sacando humo por la boca, el Brujo acercó la espada a la copa, haciendo que la punta tocara el líquido. En primer instante, no cambió su color ni su forma, pero después de unos segundos, el líquido comenzó a volverse azul. Al pasar los segundos, el líquido se volvía cada vez más intenso, dejando sorprendidos a todos en la habitación.
—No puedo creerlo..., el color del líquido cambió por completo —dijo Lord Ivar, sorprendido.
—El muchacho tiene sangre real. El color azul significa que el resultado es positivo. Es por eso que pudo manipular la Infinitumora sin consecuencias —dijo el brujo Viggo.
—No puede ser... —dijo Lord Ivar, sorprendido.
En ese momento, unos soldados entraron a la habitación.
—Disculpe, mi Lord. Llegó una carta urgente de su majestad el Rey —dijo el soldado.
Lord Ivar no sabía cómo reaccionar debido a todo lo que se iba descubriendo. Sin embargo, mantuvo la compostura y actuó lo más normal posible.
—Por fin. Estuve esperando su respuesta sobre los cultivos y el ganado. Bueno, ya aclaró las dudas sobre el muchacho. Continuaremos con esto cuando sepamos qué hacer con él —dijo Lord Ivar mientras se retiraba de la habitación.
—Creo que no me iré a casa pronto —dijo Nathan, desanimado.
El brujo, con una mirada fija hacia Nathan, también se marchó de la habitación. Al mismo tiempo, Luna entró.
—Mi padre me dijo que ya terminaron. ¿No quieres bañarte? Te ayudará a relajarte. Te traeré un poco de ropa para que puedas cambiarte —dijo Luna mientras lo llevaba para que pudiera bañarse.
Tanto ellos como los demás dejaron la habitación libre. Mientras tanto, en el salón principal, Lord Ivar se encontraba leyendo la carta que el Rey le había mandado.
—Esto es inaceptable. No puedo permitirlo —dijo Lord Ivar, muy enojado al leer la carta.
—¿Qué sucede, mi Lord? ¿No son buenas noticias? —preguntó el consejero Sigfrid.
—Mi pueblo no puede seguir siendo tratado de esta manera. Necesitamos esos cultivos y ese ganado. No puedo permitir que Julius se quede con todo —dijo Lord Ivar, levantándose de su asiento.
—Por lo visto, el Rey no aceptó su petición —dijo el consejero Sigfrid.
—¡Es un idiota! —dijo Lord Ivar, guardando la carta.
—¿Quiere que mandemos otra carta mostrando su descontento? —preguntó el consejero Sigfrid.
—No es necesario. Iré a decírselo yo personalmente. Preparen los carruajes. Partiremos ahora —dijo Lord Ivar, en voz alta.
—¡Sí, mi Lord! —dijo uno de los soldados presentes.
Lord Ivar, junto a su general y consejero, partió hacia la capital donde se encontraba el castillo del Rey. Al llegar, el Rey Julius los recibió en una reunión junto a todos los líderes del reino.
—Ok Julius, aquí nos tienes. ¿De qué se trata la reunión? —preguntó el gobernador.
—Los he reunido debido al problema que estamos teniendo con el ganado y el cultivo. Sabemos que estamos en época de escasez. Como saben, Ivar es nuestro principal proveedor. Debido a eso, sus reservas se están agotando, haciendo que se dificulte el abastecer a todos. Por eso, debemos llegar a un acuerdo para poder dividir el ganado y los cultivos en partes iguales, para no llegar a un problema mayor —dijo el Rey Julius.
—¿Cómo haremos eso? El país es grande y el pedido de recursos es masivo —dijo el líder comerciante.
—Sé que será difícil, pero no imposible —dijo el Rey Julius.
—Julius, tener que dar mi ganado y cultivo no es un problema grave, pero lo que si es un grave es que me faltes el respeto diciendo que mi gente no es eficiente y que no está a la altura —dijo Lord Ivar, enojado.
—¿Perdón Ivar? ¿Qué quieres decir con eso? —dijo el Rey Julius, confundido.
—Traje conmigo la carta en respuesta a mi pedido. Solo pedí que mi gente sea tratada con respecto e igualdad. A lo que usted respondió que mi gente es ineficaz —dijo Lord Ivar, enojado poniendo la carta encima de la mesa.
—Ivar, te pido perdón si te ofendí con mi carta, pero entendiste mal. Quise decir que la distribución de ganadería y demás era ineficaz, no que tu gente era ineficaz —dijo el Rey Julius.
—De todas formas, no respondió a mi pedido —dijo Lord Ivar.
—Sé que tu gente ha recibido insultos, pero eso no está en mis manos —dijo el Rey Julius.
—¿Qué es lo que tengo que hacer para que mi pueblo sea tratado con respeto? —preguntó Lord Ivar.
—Solo hay una manera... Sé que tu gente no participa en ninguna de las actividades del Reino. Siempre se mantienen aislados. Es por eso que la gente no los conoce en comparación con las otras familias. Solamente saben lo que se rumorea. Lo que tendrías que hacer es que tu gente se involucre más en los proyectos de los demás pueblos o que, por ejemplo, tus niños vayan a la escuela "Enhypen". También podrían trabajar en algunos de los oficios que tenemos en la capital, ganando el reconocimiento, reputación y respeto que tanto buscas. ¿Logré aclarar tus dudas? —dijo el Rey Julius con una sonrisa.
—Perfectamente. Una cosa más. Sé que puede sonar loco, pero hace poco llegó a mi pueblo un muchacho. Al principio, pensé que podría tratarse de un espía. Di la orden de que mis guardias lo capturaran. El muchacho se negaba a hablar, así que le pedí a mi hechicero de confianza que lo identificara. Y para mi sorpresa, logró descubrir que el muchacho portaba sangre real. Julius, aunque no lo creas, puede ser uno de los hijos de su hermano mayor —dijo Lord Ivar.
En ese momento, todos quedaron impactados y sorprendidos por las palabras de Lord Ivar.
—¿El hijo de Enzo? ¿Es un juego? —dijo el Rey Julius con una mirada seria.
—No estoy jugando. Es completamente cierto. El muchacho está bajo mis cuidados —dijo Lord Ivar.
—Tráeme al chico. Quiero verlo. Necesito corroborar lo que dices —dijo el Rey Julius.
—En ese caso, la reunión ha terminado para mí. Con su permiso, me retiro —dijo Lord Ivar mientras se levantaba de la mesa.
—Tráeme al chico lo antes posible —dijo el Rey Julius.
—¿Qué va a pasar con la reunión, Julius? ¿No me digas que nos hiciste venir en vano? —dijo el gobernador, molesto, prendiendo un cigarro.
—No te preocupes. Seguiremos con la reunión —dijo el Rey Julius, dando señal a los meseros para que sirvieran una copa de vino a los invitados.
Después de despedirse de la reunión, Lord Ivar volvió a la aldea. En el camino, venía pensando en la conversación que había tenido con el Rey. Cuando llegó, pidió ver a Luna, quien se encontraba descansando en una de las habitaciones del palacio.
—Traigan a Luna ante mí —dijo Lord Ivar, con una mirada seria hacia los guardias, mientras se sentaba en su trono.
Luna revisó la petición por parte de los guardias, por lo que se dirigió al salón principal. En el camino, se cruzó con su hermano menor.
—No sabía que habías vuelto —dijo Luna, contenta, abrazando con fuerza a su hermano.
—Acabo de llegar. Ya terminé la misión que nuestro padre nos encargó —dijo Reen.
—¿Dónde está Aila? —dijo Luna.
—Ella se quedó con los caballos. Sabes que le gusta pasar tiempo con ellos. Justo ahora iba a reunirme con nuestro padre, pero no pude encontrarlo —dijo Reen, riendo.
—Ven conmigo. Vamos a buscarlo juntos —dijo Luna.
Al poco tiempo, ambos se reunieron en el salón principal con Lord, quien se sorprendió al ver a su hijo. Sin mucho rodeo, este felicitó a su hijo por completar el encargo y quería mantener su atención en Nathan. Por lo que pidió una conversación a solas con Luna, diciéndole que debía preparar ropa elegante para que Nathan pudiera usar.
Luna, un poco confundida, preparó ropa elegante (ropa que un noble usaría). Se dirigió a la habitación donde se encontraba Nathan. No se preocupó por el talle, ya que anteriormente lo había medido. Pasó el tiempo y Nathan ya estaba preparado con su nueva vestimenta. Le parecía un tanto ridícula, pero no era el momento para pensar en esas cosas. Se sorprendió al verse al espejo. Su cabello había crecido bastante, como también su barba (este último se lo rasuró porque le molestaba bastante). Parecía un hombre maduro y de negocios. Mientras tanto, Lord Ivar pidió a todos que se reunieran en el salón principal. Tenía que dar una noticia importante.
Luna, al cumplir su mandado, se apresuró a ir al salón principal, donde se reunió con los demás. Lord Ivar se veía con una mirada seria, sosteniendo una copa de vino. Les contó lo que se había platicado en la reunión, dando a entender que todo estaba absolutamente bajo control referido al ganado y cultivos. También les platicó sobre el trato del pueblo, diciéndoles que tenían que viajar para participar en las actividades de la capital.
Por último, ordenó que Nathan sea enviado cuanto antes a la capital con escolta personal. Para ese trabajo, decidió enviar a su hijo Reen, Nistrid y a su hija más joven Aila, quien iría como médica personal de Nathan, ya que Aila es experta en medicina al igual que su hermana mayor. Lord Ivar mandó a pedir la presencia de Nathan en el salón principal.
—¿De qué se trata todo esto? —preguntó Reen, confundido.
—Nistrid, Reen y Aila ingresarán como estudiantes en la escuela «Enhypen», al mismo tiempo que serán escolta del sobrino del Rey Julius —dijo Lord Ivar, con gran emoción.
Todos, al oír esto, se sorprendieron más aún. Sus hijos no estaban de acuerdo, ya que no les gustaba tener que salir de su zona de confort. Lord Ivar les hizo entender que era por el bien del pueblo, por lo que ellos terminaron aceptando.
En ese momento, Nathan llegó al salón principal, dejando a todos sorprendidos. Un poco tímido, entró al salón principal, donde fue recibido por todos.
—Desde ahora, él será su responsabilidad... Les presento al sobrino del Rey Julius —dijo Lord Ivar, con una gran sonrisa.
Los hermanos, junto a todos los presentes, quedaron impactados de que alguien de la realeza se encontrara allí con ellos.
—Es el sobrino del Rey —dijo Reen, en voz baja.
—Guau, es muy guapo. Es el tipo de chico del que siempre he querido enamorarme —dijo Aila, sin poder quitarle los ojos de encima a Nathan.
—Perdón, señor. ¿Pero de qué se trata todo esto? Estoy confundido —dijo Nathan, muy nervioso.
Lord Ivar se levantó de su asiento y se acercó a Nathan para susurrarle.
—Mañana a la mañana irás a la capital para reunirte con el Rey Julius. Ya he arreglado todo. En ese lugar, podrás encontrar las respuestas que necesitas. Seguramente también encontrarás cómo volver a tu realidad. Mis hijos te serán de escoltas. Te protegerán durante el camino para que nada te pase. Déjame decirte que esa vestimenta te queda bien. Cuando te presentes, hazlo como Nathan Verllaynet —dijo Lord Ivar mientras ponía su mano en el hombro de Nathan.
—¿Por qué, señor? —preguntó Nathan, confundido.
—Tú solo hazme caso —dijo Lord Ivar mientras llevaba a Nathan para que conociera a sus hijos.
—Te los presento. Ella es Luna, la conoces. Es mi hija mayor. Es experta en medicina y es la mejor del pueblo. Es amable, cariñosa y carismática. Mi hijo Reen es el segundo más grande. Es un buen chico, aunque un poco terco. Es experto en espada, arco, flecha y pelea cuerpo a cuerpo. Te será de mucha ayuda. Y por último, pero no menos importante, Aila, la menor de todos. Es una maga excelente. Es tímida y un poco caprichosa de vez en cuando, pero es muy buena con los hechizos de curación. Ira contigo también.
—Mucho gusto. Mi nombre es Nathan Verllaynet —dijo Nathan.
—Igualmente —dijeron los tres hermanos.
—¿Luna también irá conmigo? —preguntó Nathan.
—Me temo que no. La necesitamos aquí. Necesito que se lo informen a Nistrid. Mañana a la mañana partirán a la capital. Estén listos. Nathan, tú no te preocupes —dijo Lord Ivar mientras se retiraba del lugar.
—Muchas gracias, señor. Es muy amable —dijo Nathan.
—¿Dijiste que te llamabas Nathan, cierto? Raro nombre. ¿Qué es lo que un noble como tú anda haciendo por aquí? —dijo Reen en tono burlesco.
—Reen, no lo molestes. Lo dijo por tu bien —dijo Luna, molesta.
—¿Qué te sucede? Solo tenía curiosidad de saber por qué una calaña venía a visitarnos, nada más —dijo Reen con una sonrisa.
—No es nada que te importe. Además, alguien de mi altura no debe darle explicaciones a alguien como tú —dijo Nathan, en tono burlesco, mirándolo de arriba abajo.
—Idiota, ¿Crees que por ser un noble te da derecho a hablarme así? —dijo Reen enojado, mientras se ponía frente a frente con Nathan. Ambos se miraron fijamente a los ojos.
—Ya basta, Reen. Vete de aquí. Supongo que tienes cosas que hacer. Aila, espérame afuera —dijo Luna, muy enojada.
Los dos hermanos se fueron del lugar dejando a Nathan y a Luna solos.
—Disculpa a mi hermano. No es contigo. Es solo que no le agradan los nobles —dijo Luna.
—No hay problema. También me disculpo. No debí hablarle de esa manera, pero es que noté su tono de burla —dijo Nathan, con una pequeña risa.
—En tu lugar, hubiera hecho lo mismo. Es tonto como también arrogante —dijo Luna.
—Me dijiste que odia a los nobles, pero ustedes son hijos de un Lord. ¿Significa que son nobles también? —dijo Nathan.
—Él no se define como un noble. Según él, todos somos iguales. No importa el rango que tengas. Eso no te hace más ni menos —dijo Luna. —Bueno, ayúdame a encontrar a Nistrid —dijo Luna, sonriendo.
Nathan, junto a Luna, salieron a buscar a Nistrid, quien se encontraba en el bosque.
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